JORGE MORENO MATOS

Julián Schvindlerman es un analista político internacional de nacionalidad argentina, cuyo amplio conocimiento sobre la realidad del Medio Oriente e Israel le confieren autoridad para hablar sobre el actual momento internacional que se vive a raíz de las revueltas árabes, que amenazan con cambiar de manera significativa el mapa geopolítico de una zona sensible del planeta. Schvindlerman, que estuvo recientemente en el Perú, habla muy claro cuando se refiere al conflicto en Libia.

Cuando cayó el Muro de Berlín, alguien dijo que no dio tiempo ni de sorprenderse. ¿Con las revueltas árabes fue lo mismo?
Verdaderamente fue algo sorprendente, inaudito. Es algo muy sorprendente y positivo, pero que tiene también un elemento inquietante: uno no sabe a dónde va a llevar políticamente todo esto.

En el caso de Libia lo que ha sorprendido es la represión brutal del régimen de Gadafi. ¿Se esperaba que fuera así?
La actitud de los países vecinos árabes y del mundo libre en general fue la de esperar y ver. En Túnez, esperaron y vieron cómo el presidente se iba. En el caso de Egipto, otro tanto. En el caso de Libia esperaron y hubo una represión bestial. Gadafi mandó tanques contra su propia población. Frente a esto, la comunidad internacional no pudo permanecer impasible.

Pero la pasividad de la ONU con Libia ha sido por décadas. ¿Por qué actuar ahora contra Gadafi?
La estructura de la ONU, en realidad, está compuesta por países, y cuando hablamos de la ONU, per se, tenemos que entender que hablamos de la opinión de los países que la componen. Y en este caso específicamente, del Consejo de Seguridad. Han sido sus 15 países miembros los que han decidido si se intervenía o no en Libia.

Pero está el caso de Ruanda, en el que la ONU no intervino.
La ONU tiene un historial bastante triste de países en los que no ha intervenido o de otros en donde ha estado y sus propios miembros cometieron felonías, pero afortunadamente esto fue corregido.

¿El camino de la intervención era inevitable?
No era inevitable, era deseable. Era perfectamente evitable si alguno de los países del Consejo de Seguridad de la ONU lo vetaba. Porque si hubiéramos estado en la época del ex presidente Bush, no hay la menor duda de que él hubiera ignorado a la ONU y habría atacado a Libia de todos modos.

Usted ha dicho que cuando el diálogo no funciona hay que apelar a otras funciones.
El diálogo es siempre la primera opción y es lo que moralmente debe perseguir la diplomacia en primer lugar. Lo que hay que hacer es un reconocimiento realista de que si el diálogo no lleva a los objetivos deseados, entonces se puede intervenir militarmente. De lo contrario, uno cae en un engaño.

¿Siempre?
Esto en casos extremos, entre democracias siempre hay que dialogar. Pero como estamos tratando con entidades totalitarias que no son propensas al diálogo, entonces uno debe, por lo menos, considerar esa posibilidad.

¿Van a triunfar las revueltas?
Es difícil anticipar eso, hay que ser muy prudente. Lo que sí creo es que se ha puesto en marcha algo importante. Hacia dónde va, no lo sabemos. Se va a transformar en algo malo, no sabemos. Lo que sí puedo decir es que estamos presenciando un momento histórico, un momento transformador de una región crucial.

¿Qué le espera a Israel si estas revueltas triunfan?
En el caso de que las revueltas triunfen, habrá que ver quién gobernará en esos países y, a partir de ahí, evaluar cuál sería la posición que tomen con Israel; y si fracasan, otro tanto.

¿Y qué pasa si sólo cambian los regímenes?

Ésa es una posibilidad, pero el reclamo fue tan intenso que no me imagino a ninguno de los nuevos líderes desoyendo los reclamos de los manifestantes.

¿No ha habido un matiz religioso o de otro tipo en las revueltas?
No se han visto pancartas antiisraelíes, antijudías, antisionistas, antioccidentales, antiyanquis. Las revueltas han sido por la libertad y por la democracia.

Usted ha dicho que Chávez es un líder desastroso para la región.
Me reafirmo por completo y, de hecho, la propia posición de Chávez en relación a libia ha sido vergonzosa. Él defendió a un asesino del propio pueblo libio.

¿Debiera sorprendernos?
Él siempre fue un defensor de libia y Gadafi. Una cosa es defender a libia cuando también lo hacía Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, por intereses pragmáticos de sus propios países; pero una vez que ves que Gadafi reprime a sus ciudadanos que claman por libertad, se acabó toda defensa.

¿Cuál es el futuro que le espera a Chávez?

No puedo hablar en meses, años, es difícil; pero el veredicto de la historia con Chávez no va a ser generoso. Y no lo va a ser porque está socavando la democracia venezolana a unos niveles graves, burlándose de su propia población. El modelo chavista es un fracaso estrepitoso.

EL COMERCIO/PERÚ