JORGE MARIRRODRIGA

Vaya por delante que no sería la primera vez en que después de los abrazos, besos y declaraciones de hermandad eterna, los responsables de Fatah y Hamas ordenan a los suyos matarse a tiros, pero el acuerdo anunciado ayer por ambas facciones palestinas explica muchas cosas de las sucedidas en los últimos meses y pone de manifiesto el aprecio que Mahmoud Abbas tiene por su propio pueblo y la concepción de Estado palestino que tiene.

El acuerdo demuestra que, a diferencia de lo que ha clamado el coro filopalestino en Europa, si ha habido alguien que nunca se ha tomado en serio las negociaciones de paz ése ha sido Abbas. Primero puso condición tras condición simplemente para sentarse a dialogar con Israel. Convirtió algunos temas no en el resultado de la negociación, sino en condiciones previas indiscutibles. Conseguidas estas, como el aplazamiento en la ampliación de los asentamientos, no le parecieron suficientes. A continuación ralentizó el diálogo por cuestiones técnicas internas y finalmente se levantó de la mesa y disolvió a su equipo negociador. ¿Por qué? Porque en paralelo estaba negociando la “reconciliación” con Hamas, es decir, un reparto de poder.

Hamas siempre ha ido a lo suyo, justo es reconocerlo. No se ha movido un pelo de sus posiciones, ha seguido asesinando a sus rivales políticos en Gaza, reprimió sin contemplaciones las tímidas manifestaciones que seguían el ejemplo de lo que sucedía en las calles de Túnez y Egipto, soluciona con unas palmaditas en la espalda que asesinen en su territorio a cooperantes internacionales, y ha redoblado los bombardeos indiscriminados contra civiles israelíes. Y con mayor potencia de fuego que nunca.

Lo tremendo es que a Abbas le ha dado igual ver las mejoras evidentes que la paz trae para el bienestar de su gente y para la misma causa palestina. El florecimiento económico de Cisjordania, el desmantelamiento de los controles, su acceso a las altas esferas de Washington como interlocutor reconocido y fiable y el reconocimiento por adelantado del Estado palestino por varios países, especialmente en Latinoamérica. ¿O acaso cree que países como Brasil o Chile reconocerían ahora un Estado palestino en el que gente de Hamas está en el poder?

Seguramente la aproximación del Gobierno israelí al conflicto en Gaza es manifiestamente mejorable. La historia muestra que ninguna dictadura sangrienta (y la de Hamas lo es, como lo era la de Hitler con su respaldo en las urnas incluido) cae sólo porque la gente esté harta. Miremos al Caribe. Y en lo que concierne a Israel, Hamas es una amenaza directa para la existencia de la democracia israelí porque así lo proclama la misma organización en sus principios fundacionales. Lo saben de sobra los vecinos de Ashdod, Ashkelon o Beer Sheva.

Pero es la gente corriente palestina la que de verdad tiene que perder con el giro de Abbas. La gente que veía como mejoraba su vida día a día. A ellos Abbas les llama ahora al enésimo sacrificio de todo en el nombre de la causa. Muchachos, volvamos a los buenos tiempos de la Intifada, de Escudo Defensivo con la Mukata rodeada o mejor, con la Iglesia de Belén rodeada mientras Abbas se fuma un puro una vez obtenida su libertad como hizo en su momento Arafat.

Hamas sólo quiere una cosa: la guerra con Israel. Y lo dice y lo hace. Por eso Netanyahu advierte que no es posible un acuerdo a la vez con Israel y con Hamas. Pero claro, Netanyahu es un halcón belicista. Y Abbas un genio de la paz. Pero lo dicho al principio, no sería la primera que se pasa de los besos a tiros. Y vuelta a empezar.

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