LIZ HAMUI DE HALABE

El acto de emigrar se ubica en un entramado de significados que se relacionan con la cultura del lugar de procedencia, con el traslado y la creación de nuevos entornos comunitarios. En este contexto de movilidad, el concepto de diáspora adquiere sentido al distinguir zonas de contacto físicas e ideológicas que recrean las identidades en la acción y la reiteración del discurso. La experiencia de los judíos sirios en México, es un buen ejemplo de las potencialidades que la geografía cultural tiene en el estudio de las comunidades diaspóricas.

En un mundo donde la geografía y la historia están marcadas por la movilidad y la hibridación cultural, muchas veces no es fácil definir costumbres y valores particulares de un pueblo o grupo humano. De ahí la necesidad de entender las culturas de aquellos que se dispersan más allá de las fronteras geográficas sin perder el referente espacial del origen (Ogborn 2008: 129-131). Se trata de grupos trasnacionales caracterizados por mantener vínculos con múltiples lugares y que en términos geográficos se denomina diáspora, lo que textualmente significa dispersión.

Diáspora es un concepto que ha sido aplicado tradicionalmente al pueblo judío desde la primera expulsión de Israel en el siglo VIII aec, no obstante, ahora se aplica a muchos otros ámbitos y grupos humanos para entender sus conexiones en el espacio global y los significados de las múltiples identidades locales (Cohen 1997:25). El estudio de las migraciones y la formación de núcleos comunitarios forman parte de éste tipo de estudios.

Los estudios diaspóricos abordan aspectos como los significados sociales de la geografía, de la topografía, del entorno natural, del ambiente cultural, de los espacios comunitarios y domésticos, así como de los trayectos desconocidos en el acto de emigrar hasta el establecimiento de nuevas formaciones sociales dónde el contexto material y objetivo se resignifican de acuerdo a las claves culturales locales. Los testimonios de los judíos sirios que emigraron a México son material valioso para analizar las representaciones y las prácticas de quienes emprendieron el viaje. Los relatos vertidos en narrativas constituyen las fuentes primarias para el análisis de tres dimensiones conceptuales básicas que nos permiten comprender la forma en que se atribuyen significados a los espacios, a los lugares y a los paisajes, no sólo en su descripción sustancial sino en los procesos de representación. El análisis discursivo de los testimonios permite comprender la centralidad de las relaciones de poder implícitas en los relatos al desentrañar las historias de vida de los inmigrantes judíos sirios cuya tradición parental, comercial y religiosa, entre otras, fue reactualizada e innovada al emigrar y crear espacios colectivos diaspóricos.

Las diásporas como formaciones culturales se comprenden tanto en su dimensión experiencial, es decir las identificaciones locales que las personas establecen con los territorios donde habitan, como en su dimensión migratoria, donde las trayectorias y las ligas culturales que los mantienen conectados, hacen que su identidad no pueda ser definida sólo en términos del sitio donde habitan. Las culturas diaspóricas negocian la relación entre varios lugares que son pensados como “el hogar”, en el caso de los judíos sirios mexicanos, la casa está en el espacio imaginado que constituye la sagrada Jerusalén, o en el espacio originario, Alepo y Damasco, donde por milenios habitaron los judíos fundando una fuerte cultura particular. Además, la casa está en cada comunidad halebi o shami dispersa en el mundo, y por supuesto en la propia congregación, ese espacio híbrido y familiar que combina la cultura heredada por los antepasados con la del país donde se vive.

Formar parte de un espacio diaspórico, es experimentar la situación social de minoría, lo que requiere de arreglos multiculturales que pueden darse con más o menos armonía y con distintos ritmos históricos. No obstante, habría que considerar evitar caer en posiciones esencialistas que atribuyen rasgos inalterables a ciertos grupos étnicos, razas o pueblos. Las particularidades culturales son resultado de interacciones y luchas históricas que se dan en diversas capas de la realidad generando nuevas relaciones sociales y patrones culturales que pueden ser rastreados para comprender las complejas configuraciones de la identidad (Featherstone 1996:59).

Las representaciones de la realidad y los hechos culturales están íntimamente relacionados con los referentes geográficos en que tienen lugar. Los judíos sirios por milenios organizaron su vida en torno a la disposición de espacios domésticos, comunitarios, citadinos, locales y regionales que fueron el marco de sus sensaciones, de sus afectos, de sus actividades, de sus valores y creencias. En el escenario de las ciudades de Alepo y Damasco de finales del siglo XIX y principios del XX tuvieron lugar historias personales y familiares entretejidas manifestadas en movimientos migratorios masivos que en sólo medio siglo cambiaron la geografía cultural de las comunidades judías ahí establecidas (Hamui 1997:43). El fenómeno migratorio provocó la disolución de comunidades añejas, pero al mismo tiempo llevó a una explosión diaspórica capaz de hacer surgir nuevos entornos comunitarios. En las nacientes colectividades se conservaron características profundas de la cultura judeo-siria como un referente identitario al mismo tiempo que se enriquecieron con elementos de los lugares donde se establecieron. El resultado ha sido una diáspora rica y diversa, fuertemente cohesionada por relaciones de parentesco, por prácticas religiosas y redes rabínicas activas, por interacciones comerciales intensas, así como por costumbres y tradiciones compartidas.

Los judíos sirios llegaron a México en los albores del siglo XX, los pioneros arribaron por el desconocimiento de la geografía del continente americano (Hamui 1990:76). América era una quimera, una esperanza en un mejor futuro para las familias y una aventura para los jóvenes. La distancia entre el espacio imaginado y el espacio atravesado se fue acortando a medida que la experiencia de emigrar fue adquiriendo forma. El paisaje, las representaciones topográficas y las vivencias se fundieron en un mismo objetivo: escapar de la agobiante situación generada en Siria en este período marcado por las guerras, la reconstitución territorial y los cambios en las políticas gubernamentales, para encontrar una luz al final del túnel que permitiera, aunque en condiciones distintas, dar continuidad a lo propio. En este contexto, el acto de emigrar fue, al mismo tiempo, una expresión de la resistencia pasiva mostrada por los judíos sirios en su adaptación a las nuevas condiciones políticas y sociales en la región Mesoriental, y una promesa cargada de esperanza, de sueños de abundancia y libertad. La diáspora judeo-siria en México es un ejemplo claro de la dinámica cultural que conserva pero al mismo genera respuestas creativas en su interacción con el nuevo contexto desarrollando fórmulas exitosas para preservar su legado y al mismo tiempo incorporarse al nuevo entorno geográfico cultural.

Bibliografía referida:

Cohen, R (1997) Global Diasporas: an Introduction. University of Washington Press. USA

Featherstone, M (1996) Undoing Culture: Globalization, Postmodernism and Identity. Sage. London.

Hamui, A (1990) Antecedentes y causas de la emigración de los judíos de Alepo a México. Tesis de Licenciatura. Universidad Iberoamericana. México.

Hamui, L (1997) Identidad colectiva. Rasgos culturales de los inmigrantes judeo-alepinos en México. JGH Editores. México.

Ogborn M (2008) “Topographies of culture: geography, meaning and power”. In Longhurst B, et. al. Introducing Cultural Studies. Prentice Hall. London.