MARIO NUDELSTEJER T.

Con el abatimiento reciente del líder de Al-Qaeda, Osama Bin-Laden en Paquistán, a manos de Navy Seals de la Armada estadounidense apoyados por el 160°. Regimiento de la Fuerza Aérea norteamericana en la Operación “Jerónimo”, se ha generado una discusión amplia acerca de lo que significa “hacer justicia” cuando se trata de los master minders de ataques terroristas contra poblaciones civiles, a quienes se contempla como aquellos que cometen crímenes contra la humanidad, de acuerdo a tratados internacionales.

En este sentido, hay quienes ejemplifican las acciones del Mosad de Israel en contra de quienes masacraron a deportistas judíos durante los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 y que se define como asesinato selectivo de personas que amenazan a una población indefensa, equiparándolas con el reciente asalto al complejo habitacional y asesinato de Bin-Laden en Abbottabad, Pakistán.

Sin embargo, en el pasado, Israel ha dado ejemplo de compromiso con la aplicación de la justicia en forma por demás humanitaria y de apego a los principios de respeto a la vida, y en este sentido vale la pena analizar nuevamente su actuación en la captura, juicio y ejecución de Adolph Eichmann en 1962-1963.

Eichmann fue capturado en Argentina por un comando del Mosad que había hecho una labor profunda de investigación e inteligencia, para poder llegar a ese personaje nazi que había fungido como cerebro de la “solución final” y que en su momento pretendía desaparecer por asesinato y genocidio a todo el Pueblo Judío en el mundo, programa que llevó a cabo durante cuatro años en el uso de campos de concentración, cámaras de gas y hornos crematorios, en la más diabólica concepción industrial del genocidio.

Ese manejador del genocidio fue ubicado y secuestrado en Argentina, trasladado a Jerusalem en un vuelo de la línea aérea israelí El-Al, y presentado a juicio ante una corte civil que, tras analizar las justificaciones dadas por Eichmann sobre los programas y fundamentos e ideas antisemitas del régimen nazi, le condenó a morir en la horca. Pero los resultados de ese juicio han sentado precedentes históricos sobre las motivaciones y los manejos psicológicos que llevan a una sociedad como la alemana en 1939, a cometer y respaldar actos genocidas.

En lo que concierne a la incursión del operativo”Jerónimo” para capturar al líder de Al-Qaeda, al parecer no se contempló la posibilidad de llevarlo a juicio público sino a vengar la muerte de más de 3 mil civiles en los ataques del 11 de septiembre a Nueva York y Washington. Otra hubiera sido la situación de haberle preservado la vida para que en un juicio se dilucidaran los motivos que en el mundo árabe han llevado a promover acciones terroristas contra poblaciones civiles de Occidente e Israel, que él señalaba como “infieles y cruzados”, en su afán de dominación y hegemonía para instaurar las leyes musulmanas en el orbe.

Todo esto proporcionaría un análisis más amplio de lo que ocurre en la mente de quienes lideran grupos terroristas, y también acerca de las motivaciones genocidas de figuras célebres tristemente, como los Presidentes de Irán y Siria, o de los Imanes que desde algunas mezquitas inducen a la población al odio sin distingos a quienes no profesan su religión. Todo ello, en un momento en el que los nacionalismos, que ya hemos visto en la historia, inclinan a las sociedades hacia la intolerancia y la xenofobia.

Lástima que se haya perdido la oportunidad de escuchar en la propia voz de Bin-Laden sus razones, aunque las mismas hayan sido obvias a través de sus acciones, pues como dice el dicho: “Acciones son amores… no buenas razones”, y eso quedó de manifiesto desde el 9/11 del 2001, con el ataque terrorista en Estados Unidos que desató la furia del