YAOTZIN BOTELLO

Berlín.- Cuando menos se lo esperaba, el cuerpo policial de 600 policías que vigilaba una manifestación pacífica ya tenía frente a sí una batalla campal: unos 120 neonazis estaban cazando personas con perfil de migrante a plena luz del día en las calles de Berlín.

Todo comenzó así: en secreto un grupo de neonazis registró una marcha a favor de la “verdad nacional”.

La Policía de Berlín nunca dio a conocer los detalles. Esto es básico en el sistema organizacional de la sociedad alemana. Así uno no puede saber por dónde y a qué hora habrá una manifestación. Esta información es usada también para tratar de impedir una manifestación. Y éste era el caso.

Ni contramanifestantes ni periodistas supieron al principio por dónde se manifestarían los neonazis. Después, entre rumores y algunos goteos de información, se supo dónde comenzaría la protesta.

Sábado 12 del día, barrio de Kreuzberg. El día era raro, pues no es ni el cumpleaños de Hitler ni otra fecha conmemorativa. El aniversario del fin de la Guerra Mundial, aunque cercano en fecha (8 de mayo), ya había pasado.

El barrio también era raro. Kreuzberg es uno de los que más población de origen extranjero tiene, 36 por ciento, con guetos donde la tasa se eleva hasta en un 70 por ciento.

“Ese barrio es una ‘no-go area’ (zona prohibida) para nuestras güeritas”, me dijo alguna vez en una entrevista el presidente del partido de extrema derecha, Udo Voigt.

Así que la manifestación, como lo resumieron varios medios de información, fue una provocación directa y efectiva de parte de los neonazis.

Las escenas que siguieron fueron dignas de toda comparación con las corridas de toros callejeras de San Sebastián. Hubo tomatazos y golpes a diestra y siniestra, sólo faltaron cuernos al atuendo de los ultraderechistas.

Eran, pues, las 12 del día de ese sábado de mediados de mayo en la avenida Mehringdamm.

La voz entre contramanifestantes se pasó tan rápido que en un momento alcanzaron a ser unos 400, suficientes para contener la marcha.

La Policía comenzó a rodear a los neonazis, pero no para arrestarlos o impedirles el paso, simplemente para protegerlos de la turba conformada entre izquierdistas y migrantes.

Sólo que los uniformados no contaron con una cosa: el escenario estaba sobre una estación de metro. Los neonazis se dieron cuenta de ello y se metieron por la salida norte del metro Mehringamm, que estaba en su zona, para salir por la sur, donde estaban los contramanifestantes.

En su paso por andenes el ventarrón neonazi agredió a cuanto pudo, y cuando salieron del lado sur le tocó su lugar a los contramanifestantes.

El asunto tardó en ser controlado un par de horas. Ahora que escribo este texto la Policía sigue con su cerrazón y no da cifras de lastimados ni arrestados.

Esta protección a los neonazis es un absurdo de la democracia: todo mundo tiene derecho a manifestarse. Y como los neonazis siempre son detenidos en sus manifestaciones, esta vez se intentó manejar todo secretamente.

Pero ahora hay incluso demandas contra la Policía.

Lo único cierto ahora es que el político del partido NPD que registró la manifestación, Sebastian Schmidtke, será responsable de esto y, por lo menos, no podrá registrar una más en los siguientes meses.

Un neonazi menos.

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