JOSÉ GORDON/REFORMA

10-Jun-2011- De acuerdo con Ricardo Piglia, lo que imaginamos como el último cuento de Borges surgió de un sueño que tuvo en Michigan. Borges tenía ochenta años y vio a un hombre sin cara que en un cuarto de hotel le ofrecía la memoria de Shakespeare. En una versión que recoge Óscar Zentner, el sueño ocurrió en Baltimore y se supone que Borges escuchó las palabras: “Estoy a punto de venderte la memoria de Shakespeare”.

Así, la historia detrás del cuento es tan fascinante como el relato mismo que escribió el autor argentino (La memoria de Shakepeare). El personaje de Borges es un profesor alemán obsesionado por la investigación de la obra del bardo inglés. En un congreso shakespeareano en Inglaterra, después de una larga sesión, toma cerveza en una taberna con dos de los participantes. Uno de ellos le habla de un prodigioso anillo que permite entender la lengua de los pájaros. El problema es que nadie conoce dónde está el anillo porque -según la costumbre de los objetos mágicos- está perdido. El erudito alemán (que tiene una ceguera parcial) plantea que lo del anillo parece una parábola. El acompañante que ha escuchado todo en silencio le dice que no es una parábola. Se van juntos al hotel. Ya es muy tarde. De pronto le ofrece al hombre que casi no lo puede ver algo insólito: el anillo perdido. Se explica: “Claro está que se trata de una metáfora, pero lo que esa metáfora cubre no es menos prodigioso que la sortija. Le ofrezco la memoria de Shakespeare desde los días más pueriles y antiguos hasta los del principio de abril de 1616”. El profesor alemán queda completamente asombrado: “No acerté a pronunciar una palabra. Fue como si me ofrecieran el mar”.

Esa es la misma sensación que tendríamos si hoy en la noche soñáramos con un hombre sin rostro que nos dice: “Le ofrezco la memoria de Borges desde los días más pueriles y antiguos hasta los del 14 de junio de 1986”.

En estos días se cumplen 25 años del fallecimiento de Borges y nos es todavía insondable pensar en lo que quiere decir su memoria y su fabuloso mundo. ¿Qué significa habitar el cerebro de Borges?

En el interesante libro de Jorge Volpi Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción (Alfaguara, 2011), hay un pasaje memorable que plantea que todo lo que somos, todo lo que percibimos como el mundo: una mesa, nuestras manos, nuestros recuerdos, el terso rostro de nuestro ser amado, se concentra en nuestras cien mil millones de neuronas.

El destacado científico mexicano Ranulfo Romo, experto en neurociencias, nos dice que toda percepción surge de un mar de chispas eléctricas en el cerebro que proyecta un mundo. Me dice Romo: “¿Por qué veo? ¿Por qué siento con las manos? ¿Por qué oigo con las orejas? ¿Cómo es que las chispas eléctricas se traducen en un mundo?”

Este dato es inquietante. Al respecto me dice Volpi: “A muchos les cuesta asimilarlo pero esa es la realidad. Eso no quiere decir que la realidad fuera de nosotros no exista. Para mí no importa tanto que tú estés ahí, como que mis sentidos te aprehenden y yo formo una imagen mental tuya que es la que en este momento estoy observando, la que creo que está frente a mi yo, con la que creo que estoy dialogando. Tú habitas mi cerebro en este momento independientemente de que, quizás, también estés ahí a un metro de distancia. Esto tiene otras consecuencias fascinantes: a todos los seres humanos los construimos así y eso hace que los seres humanos puedan habitarnos también cuando no los vemos. Tú, para mí, sigues existiendo incluso si me volteara, pero también -en el caso más triste o más terrible- alguien podría seguir existiendo aunque estuviese muerto.”

“La única posibilidad de la vida después de la vida en la que yo creo -me dice Volpi- es la vida después de la vida que está en las neuronas de las personas que te conocieron.”

Así, cada vez que leemos un libro de Borges sus chispas eléctricas nos habitan. Es como si nos ofrecieran el mar.