MAXIMILIANO BORCHES/HORIZONTE WEB

Según datos publicados por diversos organismos de Derechos Humanos, entre ellos Amnesty International, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos y la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay; la cantidad de muertos por represión en las protestas en Siria, superan los 1.200, en tanto que habría más de 10.000 detenidos por razones políticas y varios miles de refugiados viviendo, de manera absolutamente precaria, en zonas de frontera entre Turquía, Líbano y Siria. ¿Por qué no se actúa de manera contundente contra este régimen brutal y despótico? Otro caso de “Doble Moral” de las potencias occidentales.

La situación de represión y muerte, que se vive desde hace algunos meses en Siria, demuestra -en principio- el “desconcierto” y/o desinterés ante la suerte inmediata de la población civil siria, por parte de las Naciones Unidas y de las principales potencias del planeta, que por mucho menos, han convertido a Libia en una zona de desastre humanitario. Hasta el  momento, sólo se conocieron tibias sanciones y algún mínimo congelamiento de cuentas bancarias que el presidente Bashar Al-Asad mantiene en bancos europeos. ¿Por qué no se han tomado decisiones contundentes ante el régimen criminal de la dinastía Al-Asad?
Según datos publicados por diversos organismos de Derechos Humanos, entre ellos Amnesty International, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos y la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay; la cantidad de muertos por represión en las protestas en Siria, superan los 1.200, en tanto que habría más de 10.000 detenidos por razones políticas y varios miles de refugiados viviendo, de manera absolutamente precaria, en zonas de frontera entre Turquía, Líbano y Siria.

Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Unión Europea, la Liga Árabe, el Premio Nóbel de la Paz 2010, Barak Obama y -en definitiva- aquellos gobiernos que cuentan con la capacidad de condenar al brutal régimen sirio y poner en práctica sanciones que en los hechos, se transformen en límites dirigidos al gobierno de Bashar Al-Asad, para que ponga fin a la represión, tortura y muerte en su país, no hacen más que mirar para un costado y dejar que el tiempo transcurra hasta que los manifestantes -que piden un cambio profundo en la vida política siria- “dejen” de manifestarse.

¿Por qué el silencio?

Muchas son las hipótesis, como variados también los intereses que representan a cada potencia, corporación  y/o gobierno, implicado en esta difícil trama.

Varios países pertenecientes a la Unión Europea, se encuentran enfrascados en una violenta crisis económica (que por estos días empieza a demostrar que la adopción  del “Euro”, sólo fue beneficiosa para un grupo de selectos países del “viejo continente”) A su vez, la presencia de tropas europeas (de la OTAN) en dos frentes simultáneos de combate: Afganistán y Libia, impide en términos económicos la apertura de un “tercer frente”, en caso de que se repita la decisión adoptada contra el régimen del líder beduino Muamar Kaddafi, con el régimen de Damasco.

Es importante recalcar que a diferencia -también- de las sanciones que puedan tomarse contra Siria, en los casos afgano y libio, la participación directa de los distintos gobiernos europeos y estadounidense, tienen una relación directa con el control estratégico de los recursos naturales de esos países. En tanto que, en el caso libio en particular, también, se pone en juego una nueva demostración mundial de quienes ostentan “el control” geopolítico del Norte de África y el Mediterráneo – por parte de las potencias occidentales- en momentos en que diversos pueblos pertenecientes al mundo árabe/musulmán, comenzaron a ganar las calles de sus ciudades y países para reclamar dignidad, mayor libertad y mejoramiento de las oportunidades sociales, políticas y económicas. La decisión de las principales potencias, de “disciplinar” estas revueltas, recayó sobre el régimen del líder beduino Muamar Kaddafi, en Libia, como ejemplo de demostración, de que “la libertad” y “la primavera árabe” tienen el límite de los intereses de las grandes potencias.

Otros de los factores a tener en cuenta, para analizar la no actuación contra el régimen sirio, son las conexiones estratégicas que Damasco mantiene con los grupos terroristas Hamas (en la Franja de Gaza) y Hezbollah (en Líbano) Una acción directa como la que se lleva a cabo contra Trípoli, en el caso de imponerse contra el régimen sirio, inmediatamente activaría a estos grupos, convirtiendo a la zona del Medio Oriente en un terreno de enfrentamientos bélicos simultáneos, arrojando aquel sector del planeta a una profunda desestabilización política y económica. Sólo basta con recordar que el movimiento Hezbollah (que en la actualidad mantiene una influencia decisiva en el actual gobierno libanés) cuenta con más de 50.000 misiles de corto y mediano alcance, con capacidades destructivas diversas.

A su vez, una acción de mayor contundencia contra Damasco, también repercutiría inmediatamente en el Golfo Pérsico, ya que su principal aliado en ese sector estratégico de Asia; el régimen teocrático iraní, podría intervenir en defensa de su aliado árabe, cerrando el Estrecho de Ormuz, por donde pasa más del 40% de la producción petrolífera mundial, agudizando aún más la crisis, que a esas alturas, tendría características de un nuevo enfrentamiento mundial y pondría en serio riesgo a las alicaídas economías de las potencias occidentales.

Cortinas de humo

Los novedosos sucesos del pasado 15 de mayo y 6 de junio (ver artículo “La Nakba y la Naksa, como verdaderas cortinas de humo”, escrito por Eli Cohen; “Horizonte-Web”, 12/06/11) indudablemente fueron intentos -fallidos- de Damasco para desviar la atención internacional por los crímenes cometidos contra su población civil, “pateando” el problema hacia el territorio israelí, cuya frontera es absolutamente sensible a cualquier altercado. Por este motivo, también, es que el gobierno de Bashar al Asad, permitió que el pasado 27 de junio, se reunieran en un hotel céntrico de Damasco, un grupo de opositores al régimen -menos la denominada “Declaración de Damasco”, principal grupo laico que se opone al actual régimen sirio-  con el objetivo de “demostrar” al mundo, que el gobierno sirio “tolera” la reunión democrática de la oposición. En este sentido, Walid el Bunni, uno de los referentes principales de la Declaración de Damasco, declaró que la reunión fue utilizada por el Gobierno de Bashar Al-Asad como “una cobertura para las detenciones, asesinatos brutales y torturas que siguen produciéndose a diario”, y aseguró que algunos posibles participantes habían sido vetados por el régimen. “Eso impide que el encuentro pueda ser considerado una auténtica conferencia de la oposición”, afirmó a la Agencia EFE.

¿Fin del régimen opresor en Siria?

Innumerables veces, el intentar detener al desarrollo de los distintos procesos históricos/sociales con medidas represivas, tuvieron un efecto “boomerang”, para aquellos gobiernos que las ejecutan. En el caso de las diversas manifestaciones, que desde enero de este año, se están llevando a cabo en diversos países árabes y musulmanes de Asia y África, esta regla parece confirmarse.

Todo indicaría que la dinastía Al-Asad, comenzó a transitar el ocaso de su poder tras cuatro décadas de despotismo y represión. Por lo menos, la inusitada violencia con la que es tratada su propio pueblo, demuestra su propio agotamiento político para seguir manteniéndose en el poder.

Solamente, la movilización popular, de masas, de los distintos sectores de la vida política siria, podrán ponerle fin a este régimen, que lejos de representar los intereses del pueblo sirio, lo someten a la pobreza, marginación, tortura y muerte.

Por lo demás, y en particular, lo que concierne a las posturas de Naciones Unidas, y las principales potencias del planeta -concretamente a EEUU y sus aliados europeos, que tanto hablan de “Libertad”, “Democracia” y otras bellas palabras, embellecidas tras ser conquistadas por amplios sectores de la humanidad- otra vez quedó manifestada la “doble moral” con la que actúan al ejecutar sus políticas y sanciones; sino, de ninguna manera podría entenderse -en otro capítulo- como Inglaterra (¡que mantiene el privilegio al derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas!) se niega  a negociar con la Argentina, la soberanía de las Islas Malvinas, transformadas en colonias británicas desde 1853, desoyendo permanentemente las votaciones del Comité Especial de Descolonización de Naciones Unidas, su propia Asamblea General, y a otros organismos estratégicos internacionales, como UNASUR y OEA, que de manera reiterada, convoca a Londres para que se siente a negociar con el gobierno argentino, verdadera patria de aquel archipiélago austral.