EL

CINESCOPIO/CONACULTA

9 DE JULIO 2011-La experiencia acumulada por Vicente Leñero y Guillermo Arriaga fue compartida y comentada por ambos escritores durante su participación en el Primer Encuentro Iberoamericanos de Escritores Cinematográficos, que se llevó a cabo en el Centro Cultural Tlatelolco.

La sesión fue moderada por José Gordon, quien invitó a los participantes a comentar acerca de sus inicios como guionistas; Leñero comentó que fue la experiencia periodística lo que le enseñó a ver el mundo de manera distinta.

José Gordón: ¿Qué hace a un escritor?

Vicente Leñero (VL): Uno se hace escritor por el contagio de contar historias. Nos dedicamos a esto porque es aburrido hablar de uno, porque queremos vivir lo que no pudimos vivir ó porque nuestra vida no nos gusta. Cada historia tiene su gramática, lo que hay que aprender es la gramática.

Guillermo Arriaga
Guillermo Arriaga (GA): Hay que estar contagiado de los grandes maestros: Shakespeare, Rulfo, Faulkner, Marc Twain (…) Ser escritor es un acto de vanidad. Para mí, sí es muy importante contar lo que he vivido, hay una necesidad vital de escribir que obedece a llenar huecos de nuestra propia existencia (…) Ciertamente, cuando se escribe sobre la experiencia propia se corre el riesgo de que a cierta edad la tinta se agote del tintero, eso hay que asumirlo (…) Cuando empiezo a escribir una película no sé dónde va a terminar, yo sólo conozco los primeros diez minutos y no investigo porque hablo de cosas que me suceden a mí. Si tengo que investigar es porque no tengo nada que decir.

VL: Para escribir debemos escoger momentos especiales de una novela ó momentos esenciales de un personaje (…) El personaje debe ser misterioso sino ¿cómo nos va a sorprender? (…)

JG: ¿Qué aporta la escritura de cine que no aporta la novela en términos de narración de la historia?

VL: Yo tengo la necesidad de contar historias y después descubro que ese impulso de trasmitir se convierte en oficio (…) tengo miedo de llamar arte al cine y a la literatura. Siento que soy un artesano que tiene la capacidad de escribir y volcar esa historia a distintos géneros. Sí es cómodo que te cuenten una historia en dos horas. En la literatura el deseo es otro (…) El cine es más veloz que la literatura, tiene un tiempo acorde a nuestro tiempo y ha influenciado a la literatura actual (…)

GA: La vida es vertiginosa, da la impresión de que vas en una motocicleta contra una pared que es la muerte, la tarea de uno es escoger los momentos de esa carrera (…) la película se escribe sólo una vez y lo que importa es que siga existiendo después de que se vio, que siga hablando.

JG: ¿Vicente, qué te impulsa a adaptar?
VL: Adapto por falta de imaginación. Como me salen pocas historias buenas trato de exprimirlas al máximo (…) Me debo al periodismo. No tengo esa calidad especial que tiene Guillermo. Pero sí tengo esa insistencia en contar y adaptar las historias (…) El cine tiene una limitante de tiempo, uno no puede pasarse de 2 horas y media cuando mucho, de modo que hay que buscar los momentos esenciales, pero sin atiborrar. (…) El espectador es un experto en ver películas y el escritor de cine tiene que saber eso. Hay que mantener al espectador atrás de la historia, porque se las saben todas, hay que sorprenderlos y si te pillan ya valiste, esa es la diferencia con la novela.

G.A.: El espectador siempre fue más inteligente de lo que creemos. Es anti natural contar las historias de manera lineal, no sé de dónde salió esa estructura de tres actos. Lo natural es contar una historia a partir de flashbacks (…) Como bien dice Coppola, el cine es un arte joven y por eso hay que inventar nuevas formas. Cuando íbamos a filmar “La Muerte de Melquíades Estrada”, Tommy Lee Jones me dijo que la gente no iba a entender. Cuando la proyectamos, el cácaro (persona que opera el proyector) se equivocó de rollos y quedó una mejor película.

JG: ¿Hay respeto por la escritura cinematográfica?

V.L: Mi trabajo en el cine termina al culminar el guión.

G.A: Estoy en contra del concepto de “una película de” (…) el cine es un acto de colaboración profundo, donde hasta el gaffer tiene su propia opinión y hay que escucharla (…) Una vez me dijeron que una peli se escribía 3 veces: cuando la escribes, cuando la ruedas y cuando la editas, y yo dije: chinga a tu madre. Una peli se escribe una sola vez. No son diálogos, es estructura, es un mundo, un ambiente. Todos los guiones que yo he escrito los han dirigido directores en primera película: Iñárritu, Tomy Lee Jones, Jorge Hernández y yo. Lo interesante del cine es el riesgo.

JG: ¿Qué tipo de historias debemos contar?

VL: Existe una variedad infinita de temas y cualquier cosa vale. A mi no me importa de qué sean, yo lo que quiero ver son buenas películas.

GA: Hay que hablar de la condición humana, de los temas que nos tocan como seres humanos (…) Si quieres ser universal habla de tu vecino (…) En nuestras cinematografías prevalece la visión imperial de que tienes que hablar de los problemas y hacer denuncia. Cuarón fue atacado en Europa por hacer una película de chicos en la playa y la gente le decía: “¿Cómo vas a hacer eso con todos los problemas que hay en México?”, como si en México los chicos no se divirtieran.

JG: ¿Qué problemas enfrentan los guionistas a nivel de producción?

GA: Hacer cine es un acto de seducción, debes convencer al director, al productor, al actor, a todos. La palabra guión es despreciativa, por eso prefiero llamarlo libro cinematográfico. Tardo en hacer un libro porque me gusta la belleza.

VL: La gramática cinematográfica se basa en el contrapunto, eso es lo que hace avanzar la película. Es un juego de escenas en cuya brevedad todo existe y cada escena tiene una gota de misterio.

JG: ¿Cómo abordas el misterio, Guillermo?

GA: Se debe sentir el misterio, crear preguntas dramáticas, cortar antes de desarrollar toda la secuencia para crear suspenso, como en “Babel” cuando los niños disparan sobre el autobús (…) Hay dos formas de ver avances dramáticos: La de Shakespeare y los griegos donde pasan muchas cosas. Esa es mi tradición. La otra es donde no pasa nada, esa no la sé hacer. En esta modalidad todo ocurre dentro de los personajes, Sofia Coppola lo hace muy bien (…) Lo más importante es el rigor, explorar todas las posibilidades narrativas. Tengo una regla personal: Una escena no debe durar más de una página y los diálogos no más de dos líneas. Es muy jodido escribir diálogos, soy un obsesivo de la cacofonía (…)

JG: ¿Qué podrían decir del subtexto?

VL: Hay que crear dudas en el espectador (…) Es difícil escribir, es un oficio que nunca se deja de aprender. Se aprende a escribir escribiendo y oyendo como habla la gente (…) Gramática y sintaxis genera el diálogo.

GA: Tengo una obsesión con la relación que el hombre establece con el espacio: el tipo que controla a los demás con la mirada, qué mueve sus manos de una u otra forma. Siempre digo dónde están las manos, dónde los ojos, a qué distancia se encuentran los personajes unos de otros. Los silencios son sumamente importantes, así como el uso de la luz. Todo eso es dramaturgia, no dirección (…) Cuando escribo siento que alguien me dicta”.

Toma la palabra el público:

¿Se puede vivir del guión?

VL: En el mundo de la cultura nadie vive de lo que hace. Vivimos de hacer cosas complementarias.

GA: Soy afortunado, yo vivo de lo que escribo y no te pagan lo que vales sino lo que negocias. Ganas como te vendes y según tus ambiciones, a dónde quieres llegar.

El escritor, quien llegó a comentar que cobraba quince mil dólares por conferencia, aunque después nos enteramos de que no cobró nada por asistir al Encuentro, afirma: “No doy conferencias gratis porque me gusta dignificar el trabajo del escritor y cuando doy mi precio por un guión y me mandan a la chingada, me voy. Mejor, al menos sé que no me van a robar”.

¿Cómo asume Guillermo Arriaga “El Búfalo de La Noche”?

GA: No hay nadie más responsable que yo de que esa película fuera mala. Fue una novela que no adapté yo, no quise hacer la adaptación porque me parecía incestuoso. Siempre hice guiones para primeras películas, como “Amores perros” y creo que Jorge es un buen director pero le ganó el miedo de la Ópera prima. En el “Búfalo…” me dí cuenta de que mis novelas no son tan cinematográficas.

¿Qué hace falta en Iberoamérica para que haya una verdadera industria cinematográfica?

V.L: No hacen falta buenos guiones, que los hay; hacen falta buenas películas.

GA: El problema de las buenas historias es mundial porque vemos demasiado hacia fuera. Se está perdiendo la capacidad de tener vida interior y vivimos en una sociedad sobreprotectora. Mi hijo se compra la ropa ya rota y marcada, no la dan la oportunidad de que él mismo se la rasgue o se la embarre”.