ARYE TEPPER/ JEWISH IDEAS DAILY

Recientemente, mientras conducía por el asentamiento israelí de Nokdim (donde vive Avigdor Liberman), recogí a un soldado que pedía “aventón”. Empezamos a conversar y le pregunté su nombre. “Mustafá”, me dijo. “¿Eres musulmán?”, inquirí. “Sí”, fue su respuesta, “de Haifa”. Conforme progresaba la plática, le pregunté cuáles eran sus opiniones sobre la crítica de Liberman a la sociedad árabe de Israel, mencionando que yo consideraba que el Ministro de Relaciones Exteriores no debería tener ningún problema con los árabes israelíes que sirven en el ejército. Mustafá contestó con modestia: “Liberman solo me ama mientras yo esté en uniforme”.

 

Cuando la mayoría de la gente piensa en el conflicto del Oriente Medio, muy naturalmente imagina a judíos luchando con los árabes del Medio Oriente, musulmanes. Pero no a judíos de las comunidades musulmanas, drusas y cristianas en Israel  que prestan su servicio en las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) al lado de los vigías judíos.

 

Tras completar su entrenamiento básico, estos soldados juran su lealtad al Estado de Israel en lo que es una copia del Corán o del Nuevo Testamento en lugar de la Biblia hebrea estándar.

 

Pero soldados como Mustafá aún son muy raros, por varias razones (incluidas preocupaciones de seguridad), los árabes israelíes no son enrolados –aunque algunos en efecto prestan servicio voluntario. Un documental fílmico reciente titulado: “Ameer Got His Gun” (Amir obtuvo su arma), explora la decisión de un joven musulmán israelí de 18 años para enlistarse voluntariamente en las IDF. La cinta es un poco de sacarina, que sigue la trayectoria de idealismo sin prueba de Amir, pero el productor judío y director, por suerte rechaza la moralización fácil, y deja que los caracteres hablen por sí solos.

 

La escena más conmovedora sigue la intensa preparación de la familia de Amir para lo que se convierte en una fiesta de alistamiento muy parcialmente asistida. ¿Por qué lanzar una fiesta? “Para mostrar a todos que no tienes pena, que no te avergüenzas”, dice Amir. Después de todo, a los ojos de muchos árabes israelíes –palestinos, de acuerdo a su propia autodefinición-, Amir y sus compañeros soldados musulmanes en las IDF son todos menos que traidores.

 

Obviamente, esta actitud no es compartida por la mayoría de los grupos minoritarios. Los drusos ofrecen un contra-ejemplo radical. Una escisión del Islam shiita, los drusos que ascienden en Israel a unos 115 mil aproximadamente, y aparte de los drusos del Golán que todavía mantienen su lealtad al régimen sirio, la gran mayoría de hombres sirven orgullosamente en las IDF. Así ha sido desde 1949, cuando el liderazgo druso solicitó que fuera obligatorio el servicio militar.

 

No solo  sirven, sino que lo hacen con distinción. Cuando rompió la Segunda Guerra de el Líbano en el 2006, un batallón completo de drusos fue la primera unidad en entrar a territorio de Hezbolláh (el primer día de esa guerra) y fue el último en salir. Después de un mes de combate, el batallón derribó a 15 terroristas del Hezbolláh, con ninguna baja de su lado.

 

Como los drusos, los circasianos musulmanes sunitas (de los que unos 4,500 viven en Israel), también sirven lealmente en el ejército del Estado Hebreo. Los circasianos, que practican un Islam moderado, conciente y no nacionalista, han establecido muy buenas relaciones con los judíos en el país desde finales del siglo 19, gracias en gran parte al idioma y cultura que comparten con los judíos inmigrantes de Rusia. Desde 1958, una vez más y a pedido de sus líderes, todos los jóvenes circasianos ingresan como conscriptos en la milicia israelí.

 

El caso de los beduinos israelíes representa un hecho complicado. Siendo también musulmanes suníes, los beduinos se distinguen a sí mismos de la corriente principal de la sociedad árabe por su forma de vida más rural (y a veces nómada del desierto). En tanto no son obligados a servir en las IDF, se estima que entre 5 y 10 por ciento de beduinos en edad de conscripción se enlistan voluntariamente, muchas veces como rastreadores. Amos Yarkoni, uno de los más celebrados rastreadores en la historia del ejército, era en realidad un beduino de nombre Abdel el-Majid Hidr. En años recientes, el alistamiento ha fluctuado ampliamente por, se supone, la influencia del movimiento islamista entre las comunidades beduinas.

 

Todo ello nos trae de regreso a las más grandes comunidades árabe-israelíes. Cada año, solo pocas docenas de árabes cristianos se enrolan voluntariamente. El ejército, que considera que el número debía ser más alto, ha redoblado sus esfuerzos de reclutamiento en esa comunidad.

 

Un signo de que la política que se maneja está dando resultados es la carrera de la Cabo Elinor Joseph, la primera mujer árabe convertida en soldado combatiente. Pero entre los árabes musulmanes, como la familia de Amir, algunas con tres generaciones de combatientes en las IDF, el enrolamiento voluntario permanece bajo.

 

¿Qué es lo que motiva a las minorías a prestar servicio voluntario? A nivel individual, algunos son motivados por el sentido del deber para defender su país, una idea que ha permeado en el ambiente de la sociedad israelí. Los israelíes drusos y circasianos frecuentemente se identifican profundamente con Israel. Otros hacen cálculos pragmáticos de que sirviendo en las IDF se facilita su integración social y económica (tal y como las quejas de Mustafá lo demuestran, ya que esta expectativa algunas veces se ve frustrada). A nivel comunitario, algunos grupos que mandan a sus hijos a servir en el ejército pueden ganar más en sus demandas por recursos al gobierno.

 

En muchos aspectos, los esfuerzos de las IDF entre los grupos de minorías nos recuerdan los esfuerzos que aún se llevan a cabo con los sectores ultra-ortodoxos. Mientras están exentos del servicio militar, muchos en estos grupos envían a sus hijos a unidades especiales diseñadas para cumplir sus necesidades religiosas. En ambos casos, el ejército está acercándose a las comunidades localizadas en los márgenes de la sociedad israelí con miras a reducir la brecha por la falta general de fuerza humana. Es intrigante imaginar el día cuando los dos, los ultra-ortodoxos y, como especula Efraim Karsh, los árabes sean enrolados en las IDF. Pero ese día no llegará en el futuro cercano y, así, por ahora, jóvenes soldados como Mustafá permanecen siendo pocos y muy lejos de ellos en el justo medio.