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En el Shuljan Aruj (Or Hajaim 167) encontramos dos motivos para esta costumbre.

Primero para dar mejor sabor al pan que bendecimos, lo que demuestra nuestro aprecio por las berajot (bendiciones).El segundo motivo es que nuestra mesa se asemeja al altar del Gran Templo de Jerusalén y lo que comemos tiene la santidad de los Korbanot (sacrificios) que siempre venían sumergidos en sal.Según el primer razonamiento, si el pan ya lleva suficiente sal en la masa (como es común en nuestros días) no es necesario sumergirlo en la sal.

Sin embargo, conforme a la segunda causa todo pan debe ser sumergido.Hay gente que solo sumerge el pan durante las bendiciones de Shabat. Esto no tiene razón ya que según el primer motivo, en nuestra realidad, no hay que hacerlo en ninguna ocasión y por el segundo hay que hacerlo a cada vez que comemos. Tal vez el motivo de tal costumbre sea que con la santidad del Shabat es más fácil percibir nuestra mesa como un altar, lo que resulta muy difícil por el correteo de los demás días.

En el judaísmo, el acto de comer, que es un acto inherentemente materialista, recibe una nueva dimensión y significado. Al comparar nuestra mesa con el altar, insertamos santidad a la misma. ¡No comemos solo por gula! Lo hacemos para tener la fuerza necesaria para seguir una vida adherida a la santidad y repleta de buenas acciones.¡Buen Provecho!