IN MEMORIAM BETTY STENGEL DE SHTEREMBERG

MAY SAMRA/ IMAGEN DAVID

DIFERENTES ETAPAS EN EL VIAJE HACIA EL MÁS ALLÁ.

Nadie ha vuelto del “Más Allá” para contar su historia. Aún así, la literatura cabalística y talmúdica es rica en detalles acerca de este tema.

El siguiente artículo se basa en textos de las Escrituras, así como en testimonios de quienes han tenido experiencias de “casi muerte”, o sea personas que han sido diagnosticadas con muerte clínica, que fueron revividas más adelante.

Basándose en Daniel (4:13): “Siete tiempos pasan sobre él”, el Zohar afirma que son siete los juicios divinos al alma.

Por ello, se especula que son siete las etapas del viaje hacia el Más Allá.

A continuación intentaremos presentar una trayectoria secuencial, armada conforme al Zohar, de lo que podría ser este recorrido.

Una aclaración para la lectura del siguiente artículo: la Kabalá habla de cinco niveles del alma, todos interrelacionados. Son: Néfesh, conciencia física; Rúaj, conciencia emocional; Neshamá, o intelecto; Jayá o fuerza divina de vida y Yejidá, esencia o Partícula Divina.

De acuerdo con textos judíos antiguos, no hay dolor en el preciso momento de la muerte. El Talmud asevera que “la muerte de los justos se asemeja a sacar un pelo de la leche”. La experiencia práctica apoya esta aseveración, ya que los rasgos de que quienes fallecen están relajados, y no muestran ya sufrimiento sino paz.

EL MOMENTO DE LA MUERTE

*La experiencia de la Luz Intensa.

“Ningún hombre muere antes de ver la Shejiná (Presencia Divina)” –dice el Zohar-. Así, gran parte de los entrevistados hablaron sobre dirigirse hacia una Luz Brillante que les atraía.

*El encuentro con seres divinos o parientes difuntos.

Ejemplos de esta experiencia aparecen en muchas fuentes. Una de ellas es el Talmud, ya que en Berajot 22b, al morir Rabí Yojanán Ben Zakkai, sale a su encuentro el rey de Judea, Jizkiá, fallecido antes que él.

El Zohar también menciona: “A la hora de la salida del hombre de este mundo, lo rodean su padre y sus familiares… y acompañan a su alma a su morada”.

*El paso a través del túnel

Según el Zohar, el alma llega a la Cueva de Majpelá, que es un pasaje que desemboca al Gan Eden. En la Biblia, la Cueva de Majpelá es el terreno comparado por Abraham como cementerio familiar de sus descendientes y es una representación metafórica del “túnel” al que nos referimos.

Muchos de los que podemos llamar “testigos” de esta instancia, hablan de un túnel. Quienes vuelven a la vida no acaban de atravesarlo. Sin embargo, una vez que se cruza el túnel, el proceso de muerte es irreversible.

SEPARACIÓN CUERPO – ALMA

Esta etapa está designada en el Zohar como “Jibut Hakéver”, los “dolores de la tumba”, descrito como un período de tres a siete días, caracterizado por el sufrimiento del alma, ya que “suelta amarras” del cuerpo y del mundo material. En esta etapa, la parte del alma a la cual nos referimos es el Néfesh. De pronto, se encuentra fuera de su entorno –confundida- e intenta volver a su cuerpo o con sus seres queridos, lo que les es imposible.

Esta segunda etapa es de diferente duración en cada ser, según la “capacidad espiritual” de la persona en cuestión. Por ejemplo, quien le da demasiada importancia lo material, le costará más esfuerzo dejarlo. Aún así, esta etapa no excede 7 días.

Es interesante señalar que la duración de la “shivá”, la época ritual del duelo judío es exactamente de siete días, a lo largo de los cuales se recitan oraciones específicas para el reposo del alma del difunto y que terminan con una ceremonia luctuosa.

Estos rezos son útiles para quien sufre el duelo y así poder “asimilar” los sucesos y aceptarlos. A su vez, el alma se percata de lo sucedido, logra comprender que ya no pertenece al mundo material y puede seguir su viaje.

GUEHINAM, PURIFICACIÓN EMOCIONAL

Las fuentes medievales judías describen con mucho detalle el Guehinam. Muchas de estas descripciones son probablemente metafóricas: esta etapa, por lo tanto, sería de purificación del alma, la cual se desprende de todas las emociones negativas acumuladas y reprimidas, como el miedo, la culpa, el dolor, etc.

Un pasaje del Zohar (I, 22 6 a), habla del Guehinam como: “un momento de purificación del alma”, refiriéndose al alma como rúaj. Es –sin duda- dolorosa, pero indispensable para que el alma pueda sanar, olvidar el pasado y transformarse.

Según fuentes judías de todas las épocas, esta etapa dura a lo máximo doce meses. “Pasando este período, todo está en calma: el cuerpo en el polvo y el alma revestida de luz” (Zohar, I 22 6 a).

Esta etapa coincide con el año de duelo que, en nuestra tradición, guarda la familia. Un dato interesante es que el Kaddish, según el ritual judío, debe recitarse durante doce meses menos una semana –tres veces al día-. El Kaddish es un aporte que los vivos prestan a los seres queridos que han partido, para la “elevación de su alma”.

Al finalizar esta etapa, se lleva a cabo una ceremonia de recuerdo a la persona fallecida, en la que la congregación ora por el eterno descanso del alma, así como una Sehudá para pronunciar bendiciones en su nombre.

Acerca de esta etapa, el Talmud cuenta la historia de Rabí Akivá, quien tiene la visión de un hombre en el “Más Allá” cargando un pesado fardo. El hombre le explica que al fallecer él, su hijo era apenas un recién nacido pero, ahora, se había vuelto un hombre. Sin embargo, el joven no sabe pronunciar el Kaddish y, por ello, el alma del padre no puede ser absuelta. El rabino decide ir en busca del muchacho, lo toma a su cargo y le enseña la sagrada plegaria, asegurando así la liberación del alma de su padre. Concluye el relato del Talmud cuando aparece en sueños del rabino el hombre “redimido” y le agradece su gesto.

EL GAN EDEN INFERIOR

Afirma el Zohar que, en esta etapa, la conciencia del “viajero” entra a un espacio de gozo espiritual. Todas las emociones positivas como la felicidad, el éxtasis, el amor, el fervor, etc., pueden ser expresadas libremente, sin limitaciones.

En esta instancia, las experiencias del Rúaj son transmitidas a la Neshamá, que es un grado superior del alma. Hasta entonces, el viaje había sido personal y temporal. A partir de esta etapa, pasa a lo infinito, a lo Divino.

La importancia del Gan Eden Inferior es que completa la fase de la experiencia del “Más Allá” relacionada con la personalidad individual.

Las almas del Gan Eden Inferior pasan Shabat en el Gan Eden Superior.

EL GAN EDEN SUPERIOR

Antes de entrar al Gan Eden Superior, el alma vuelve a meterse en el Río de la Luz y vuelve a presenciar las escenas de su vida inmediata y de vidas anteriores.

En la Kabalá, el Gan Eden Superior está descrito como una esfera de gozo trascendental. Allí el alma recibe y experimenta las recompensas espirituales a las que sus actos lo hicieron merecedor. Es, finalmente, el paraíso, el universo integral, un reino de belleza, unidad, bienestar y bondad. Allí se acaban de borrar los límites entre lo individual y lo Divino.

Nuestros textos sagrados explican que la calidad de la experiencia lograda en el Gan Eden es el reflejo del grado de espiritualidad logrado en vida. Si una persona se ha dedicado sólo a lo material en la vida terrenal, no sabrá apreciar lo trascendental del Gan Eden.

En el Gan Eden Superior, el alma sigue su recorrido, ya que Gan Eden no es una experiencia estática, sino de transformación espiritual. El Midrash habla de siete estratos en el Gan Eden, a través de los cuales el alama va evolucionando.

Según la tradición judía, en cada aniversario luctuoso, el recitar el Kaddish en memoria de un ser querido hace que su alma vaya elevándose a lo alto de los siete estratos del Gan Eden.

TZOR HAJAIM, EL REGRESO AL MANANTIAL:

El Zohar habla de un “depósito de almas” (II, 209 a). Es la fuente divina de la vida, un reino diseñado para almas que han completado su recorrido. Si la etapa anterior puede ser descrita como el “ver a D-os”, esta etapa sería la de “estar con D-os”.

Las almas “completas” acaban aquí su recorrido y se fusionan al Creador, origen de toda la vida.

PREPARACIÓN PARA EL RENACIMIENTO

Esto es lo que los kabalistas llaman “Guilgul” o reencarnación.

Es el destino de las almas que no han completado su misión en la tierra.

Esta “vuelta al mundo” se describe en un texto medieval “Sefer Havlad” y la versión que citamos es muy popular entre los oriundos de Alepo. Dos ángeles acompañan al alma en su entrada al seno materno. Hay una luz que permite al alma ver al mundo de un extremo a otro. Los ángeles enseñan la Torá al alma, y le muestran las recompensas del Gan Eden como los sufrimientos del Guehinam. Luego, se le “proyecta” una visión  de cómo será su vida futura.

Más adelante, cuando el alma va volver a reencarnar, los ángeles apagan la luz, le dan al ser un pequeño golpe sobre el labio superior (de allí surgiría la hendidura que todos tenemos entre la nariz y la boca) con lo cual se le olvida todo lo aprendido. Llora al nacer porque ha perdido su hogar seguro, acogedor y caliente.

COMIENZA OTRA VIDA…

*Si quieres saber más sobre este tema, te sugerimos consultar el libro “Enfoques Judaicos del Más Allá”, del Rabino Simja Paull Raphael, ediciones Aronson.