JOE GEARY/CIF WATCH

Recientemente me he tomado la molestia de tratar de comprender y de hallar una explicación de ese fenómeno que representan los llamados “as jews” “como judíos”(en contra de Israel), esos que gracias a Howard Jacobson también llevan el nombre de “judíos avergonzados (por Israel)” o “Finkler’s“. Algunos los llaman los judíos que practican el “auto-odio judío“.

¿Qué es precisamente lo que puede transformar a un honesto y sensible miembro de la comunidad judía en un individuo delirante, al que los ojos se le salen de las órbitas cuando se habla de Israel, que formula las más fanáticas y absurdas tonterías en contra de Israel, y que para ello suele echar mano de las teorías de la conspiración de los Chomsky y demás amigos.

Sepan que yo no soy judío, pero que si lo fuera estaría sumamente orgulloso de lo que mis correligionarios han conseguido en un abrir y cerrar de ojos de la historia.

Yo sería un declarado pro-Israel, sacando pecho ante los demás: una democracia con derechos civiles para todos, con igualdad entre los sexos, con libertad de expresión, con libertad de fe. Un maná científico siempre repleto de maravillosos inventos, una fiesta sin fin a nivel cultural y artístico, con magníficos cineastas, músicos, escritores. Y todo ello en sesenta y tres años, y en una región sumida en la ignorancia por el despotismo, el estancamiento cultural y educativo y un pobre rendimiento en todos los ámbitos, excepto en lo que respecta a la violencia y la intolerancia. Sí, me gustaría ser un publicista de calibre de Israel. Al igual que Jacobson, aunque menos divertido.

Entonces, ¿cómo explica Jacobson la existencia de estos “Finkler´s (como judíos)“? Él los ve en parte como una expresión de la famosa y eterna disputa inter-judía, de su amor a llevar la contraria. Una especie de: “Yo soy judío, por lo tanto, ¿por qué esperan que esté orgulloso de Israel? Pues bien, no lo estoy, aunque sólo sea para enseñarles a no hacer presunciones“.

Jacobson también los ve en parte como una expresión de la eterna búsqueda judía, de ese continuo auto-interrogatorio sobre la esencia del judaísmo en un mundo de no judíos, lo que conlleva a veces un sentimiento de gran orgullo, pero que en otras ocasiones también da lugar a un sentimiento de culpa por ser judío en un mundo de no judíos. Y en parte como un sentido paradójico de decepción. Antes de que existiera, existía la posibilidad de que Sión fuera un sueño maravilloso hecho realidad. Ahora que Israel existe, ¿por qué no es perfecto en todos los sentidos?

Todo esto es muy cerebral y complicado. Pero bueno, Jacobson es un intelectual y los intelectuales a veces tienen cierta dificultad en llamar al pan, pan, y al vino, vino. Pero yo, el viejo y simple Joe Geary, simplemente, no estoy convencido.

¿Por qué no? Solo basta con mirarlos, a esos “como judíos” profesionales, los Richard Silverstein, Antony Lerman, Tony Greenstein… ¿De verdad ustedes creen que son capaces de todas las maquinaciones mentales que Jacobson les atribuye? ¿De verdad piensan que se auto interrogan tanto, que están en constante agitación lógico-emocional, siempre pensando y tratando de equilibrar sus ideas sobre identidad y pertenencia?

No. Mi explicación es mucho más simple.

El “como judío“, principalmente, desea ser amado. Desesperadamente desea ser aceptado en las aguas poco profundas e hipócritas de esa izquierda occidental que siente que el mundo es su hábitat natural (esa gente que en Gran Bretaña va a juego y es reforzada por el Guardian). Pero tienen un problema. Esas personas son judías. Y una de las marcas que deben poseer, esas marcas tribales necesarias para entrar en ese club hipócrita donde se congrega esa izquierda que se quiere mundial, es el odio a Israel, también conocido como el Estado judío.

Eso supone que para esa izquierda mundial los judíos, en principio, resultan sospechosos: primero deben pasar lo que Jonathan Freedland ha bautizado como el “test de Israel“. Deben afirmar despreciar ese país, y si no es así, no obtendrán un lugar en la mesa. “Confiésenos que siente algún tipo de afinidad (con Israel) y usted mismo deberá encaminarse hacia la puerta de salida“. Como Freedland comenta más sucintamente:

“Si los judíos se niegan a distanciarse de Israel, entonces serán presa fácil de los abusos y de los ataques hasta que se retracten públicamente. Los progresistas pueden tener razón al reivindicar la necesaria detención de esa presión constante hacia los musulmanes en general para que se expliquen y denuncien el yihadismo o el islamismo, y ello sin venir a cuento. Sin embargo, esa misma exigencia implícita cuando se realiza sobre los judíos (y su relación con Israel) está bien y no es criticada, a menos claro que sean sionistas (!! y por ello se quejan !!). El efecto buscado es lograr que los judíos de la sociedad británica se distancien de sus compañeros (y en muchos casos familiares) judíos, en este caso, de los israelíes”.

Ahí lo tienen. Los “como judíos” son aquellos que han renunciado “humildemente” al Pequeño Satán y a todas sus obras.

También, por supuesto, hay dinero (más entrevistas, más popularidad, libros más faciles de publicar…) y fama, si se puede llamar “fama” a publicar en el Comment is Free del Guardian.

¿Acaso no ven con que amor y dedicación esa hipócrita izquierda que se dice mundial se aprovisiona de sus “como judíos“, es decir, de sus “judíos del club“? ¿Qué podría ser más útil en la campaña para deslegitimar al Estado judío que sacar a relucir a uno de estos “judíos del club” que, prestos y esforzados, se dedican a recitar el guión?

Por lo tanto, lo siento Howard Jacobson, pero no compro sus argumentos intelectuales sobre estos “como judíos,  judíos avergonzados o Finkler’s“. Tu libro se llama “La cuestión Finkler, bien, dígamos que mi respuesta es la “Teoría de Geary“.