ELENA ACHAR EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
La meritocracia (del latín mereo, merecer, obtener) es un valor en el que los individuos se diferencian entre sí por su talento y motivación y de esta forma obtienen alguna distinción o posición social.
En un sistema político , la meritocracia puede chocar con la democracia, ya que el criterio de elección se basa en las preferencias políticas de los votantes y no necesariamente en los méritos de los candidatos a elegir.
Un gobierno meritocratico es el gobierno de los más capaces de gobernar, sin embargo, en una democracia el más apto para gobernar no es el que la sociedad elige a través de su voto; los gobernantes son electos en virtud de las preferencias políticas de los votantes.
La principal problemática de nuestra administración pública es que no se manejan premios y castigos bajo el valor de la meritocracia. En otras democracias, como Chile, EUA o Nueva Zelanda, los puestos de la administración pública son propuestos por el ejecutivo y ratificados por el ejecutivo, por lo que el congreso controla y ratifica la estructura que ejecuta los planes de gobierno.
El problema de la administración pública mexicana es que sus puestos se determinan por la designación del poder ejecutivo en turno y el criterio normalmente es el clientelismo y no el mérito.
Desgraciadamente la cultura clientelar permanece en el sistema educativo y su sindicato; en ese sentido, podemos tener algunas respuestas de por qué nuestra educación, siendo de las que mundialmente se le asigna mayor presupuesto, es de las que peor calidad mantiene.