SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA DESDE ISRAEL PARA ENLACE JUDÍO


Me encontraba hace dos días visitando a un viejo amigo actor del teatro Habima en Tel Aviv, cuando de repente divisé en su mesa de maquillaje una larga fila de amuletos, animales, y una antigua foto de lo que supuse algún miembro de su familia; todo esto, según me dijo, “para alejar el mal de ojo y asegurar la buena suerte”.

Yo personalmente no le tengo miedo a nada, excepto a las enfermedades, a la guerra, a los terroristas, a los terremotos, a los vampiros y a mi esposo. A raíz de mi conversación con el afamado actor, y porque muy pronto será Rosh Hasahaná y luego Yom kipur, decidí hacer una pequeña y rápida investigación acerca de las supersticiones judías, y he aquí lo que descubrí.

Los jugadores de básquet del equipo Macabí Tel Aviv, visitan semanalmente y antes de cada partido que les corresponde jugar, a la madre de uno de ellos quien, según dicen, posee fuerzas mágicas. Y los jugadores del equipo de fútbol Beitar Yerushalayim, ex campeones en la liga israelí en el 2007 y 2008 y hoy en día con serios problemas económicos, solían desparramar polvo (obtenido frente al Muro de los Lamentos), delante de su arco, antes de cada partido. Así, pensaban ellos, cerraban la entrada de los goles de sus adversarios. Personalmente creo que sus éxitos se debían al hombre de negocios Arcadi Gaydamak, ex director del equipo. Hoy tienen una deuda de 400.000 dólares. Tal vez más polvo podría ayudarlos.

Mi vecina Dalia me asegura que si descubres un gato negro en la casa, déjalo que se quede, porque trae buena suerte; pero yo siempre pensé lo contrario, así que ahora ya no sé qué hacer con el gato negro que anda rondando por el jardín, tenerle miedo o hacerlo mi cuate y darle un poco de leche.

Mi mamá que en paz descanse, siempre buscaba alguna llave oxidada, pues consideraba que eso simbolizaba que era afortunada y que recibiría una herencia considerable. Nunca la encontró, y fuimos siempre pobres. Desde niña sé, porque me lo dijeron los adultos, que debo cuidarme de las maldiciones, de los cementerios, de las aves de mal agüero, del encuentro con ataúdes, y de los viernes 13.

Tampoco soy capaz de abrir un paraguas dentro de la casa. No me atrevo a pasar debajo de una escalera, y más y más y más. ¿Cómo puedo vivir así? El mundo de las supersticiones es macabro, con un profundo encanto sobrenatural, es cierto, y lleno de bendiciones, de claves para la felicidad y secretos que encierran poder y dinero, pero también tragedia y muerte.

Pero todo esto no es nuevo. Toda la historia de la humanidad está llena de creencias, leyendas y mitos, que han aterrorizado o conmovido a los hombres, que los han ilusionado, divertido o sembrado en ellos terribles inquietudes. ¿Pero qué es la superstición? ¿Por qué debo tenerle miedo a un pobre gatito negro que nada me ha hecho? (todavía). Los académicos dicen que la superstición es la creencia de que un determinado fenómeno o situación, tiene una explicación mística, mágica o simplemente asumida cultural, social o religiosamente, sin ningún tipo de demostración científica.

Me convence, pero a pesar de que no se puede demostrar que algo terrible va a pasarnos caminando debajo de una escalera… una fuerza mayor me impide hacerlo.  ¿Qué es lo que me imposibilita pasar debajo de ella? Tradición, tradición, cantaba Tevye en el Violinista sobre el tejado, película basada en una novela del escritor ruso Sholom Aleichem titulada Las hijas de Tevye. Eso es, supersticiones, que son producto de las tradiciones populares. Las personas supersticiosas como yo, pensamos que ciertas cosas o acciones tales como rezos, conjuros, hechizos, maldiciones, actos o rituales, influyen de manera trascendental en nuestra vida. Por eso aunque quiera… me da miedo pasar debajo de una escalera, o acariciar al gato negro.

Esta manera de proceder es contraria a la teoría científica, basada en la razón, que analiza las causas de todo y trata de descubrir las leyes naturales de causa y efecto. Hace frío porque es invierno. Un objeto cae por la ley de la gravedad, es decir, hay una correlación entre una cosa y otra.

En algunas sociedades las supersticiones ya no son tan populares como antes. Pero, por otro lado, cada vez hay más exorcistas, aún en los países “desarrollados” en Europa. Y es que la superstición cumple una función. Como que nos protege; es un mecanismo de defensa. Por ejemplo, cuando decimos “salud” porque alguien estornuda, estamos de alguna manera seguros que ese “salud” ahuyenta la mala suerte. O tocamos madera, cruzamos los dedos, o decimos “Dios no lo quiera”.

Todo esto tiene una función de curar la mente, es un pensamiento mágico, que es la base de la superstición,  una forma de pensar y razonar que genera opiniones carentes de fundamentación, o de lógica, desde el punto de vista científico, pero que nos ayuda si creemos en ellas.

Alguien me dijo que los gatos negros eran símbolo de muerte y yo me lo creí. Así de simple.

Los diccionarios a los que recurrí atribuyen el término superstición a personas carentes de cultura. Me opongo. Mis amigos ashkenazitas, muchos de los cuales son o se las dan de intelectuales, universitarios, académicos, y demás yerbas, me aseguran que eso del mal de ojo es cosa de algunos judíos orientales, de negros y de indios. Y que sólo éstos creen en espíritus, fantasmas y mal de ojo. Puedo demostrar su error.

Es más, estoy segura que la visita que hacían hace años antes de las elecciones, medio séquito del gobierno israelí, al Rabino cabalista Yisrael Abuhatzeira, conocido como Baba Sali, quien falleció en 1984, y que hacía milagros a través de sus rezos, no sólo conllevaba propósitos políticos o propagandísticos.Recuerdo que mi tía Sali, que en paz descanse, que no era sefaradí sino totalmente Polaca, mató una gallina a la entrada de la casa de su hija Hana cuando ésta se casó, para alejar el mal de ojo, y eso que la boda fue en California. No estoy segura que la muerte de la pobre gallina surtiera efecto alguno, ya que Hana se divorció al año de estar casada.

La frase “un martes trece ni te cases ni te embarques”, se repetía constantemente en México. Fue ahí donde desde niña aprendí que no debía pasar por debajo de una escalera, cosa que no he logrado superar, al igual que pasar de mano la sal en la mesa. Cuando fui novia de Andrés, mi hermana Orly no dejaba de advertirme: Shula, déjalo, hazme caso, ni rojo, ni cojo ni con un ojo. Y cuando alguien me decía “mejor no viajes en Aeroméxico, que se acaba de caer uno en Acapulco”, yo le respondía: “Oye, no me eches la sal”.

La superstición obviamente no es un monopolio judío, como piensan algunos, quienes también creen que lo son tantas otras cosas como el humor, la genialidad, el sufrimiento y la riqueza. En Estado Unidos por ejemplo, el número 13 significa mala suerte y casi no existen hoteles con un piso o una habitación con ese número.En nuestros días afortunadamente las supersticiones pueden ser muy simples, y para ahuyentar la mala suerte o simplemente el miedo, hay muchas recetas, aparte del Valium. Por ejemplo, se puede tocar tres veces un pedazo de madera, como lo hace mi tía Irene, quien al mismo tiempo pronuncia la mágica fórmula que en inglés sería Touch Wood, y que al parecer le ha dado muy buenos resultados, porque siempre la veo tocando sillas y mesas, como si estuviera ciega.De entre los políticos latinoamericanos, hay algunos que tratan de no hacer nada durante ciertos meses, especialmente en diciembre, enero y febrero, lo cual es un buen método, pues según parece, todas sus desgracias suceden en ese período. Prefieren por lo tanto estar de viaje.

May, nuestra directora de Enlace, no tiene problemas al respecto, pues tiene excelentes colaboradores trabajando con ella, encargados de alejarle el mal de ojo y brindarle bendiciones.

Mi amiga Cindy, que vive en Chicago, me ha comentado en varias ocasiones que también a ella le da terror cuando ve un gato negro, no por el color en sí, ya que no es racista, sino por el elemento negativo asociado al color, relacionado con el duelo y el maullido del animal. Vive rodeada de perros.

Aunque ustedes no lo crean, son los políticos de todos lados del mundo los que llevan la delantera a los demás seres terrestres en cuanto a las supersticiones. Ningún político serio, que le importe su país, y se supone que a los políticos antes que nada les importa su país, pasará por debajo de una escalera, por temor a la mala suerte.El fallecido escritor Bashevis Singer contaba que en el teatro idish, en Polonia, se acostumbraba tocar la joroba de algún lisiado antes del estreno, y contaba acerca de un actor, que habiendo fracasado su presentación, buscó a otro jorobado.

Existen cábalas (sistema teosófico medieval y moderno judío), que puestas al alcance de la gente, sirven para interpretar los sueños, aplicándoles el cifrario de 100 números, para tentar la fortuna luego en la lotería. Estos libros aseguran que se puede conseguir formar, sobre la lotería que se juega, una interpretación exacta. Los soñadores no tienen otra cosa que hacer que abrir el libro, y ya sea por su sueño o por cualquier otra condición, averiguar el número que le corresponde, jugarlo, y su fortuna está asegurada. Lo abro al azar y leo: Abogado: encontrarse con uno es una mala nueva, calamidad. Número a elegir en la lotería: 03162. Abrigo: revelación de un gran secreto. Aceite: si se derrama por el suelo, desventaja en el juego. Aceitunas: paz y amistad. Ajo: comerlo es un pronóstico de pelea. Una violeta sola: querer quedar soltera.

Para que se tranquilicen, les notifico que además existen ahora decenas, tal vez centenares de rabinos, magos y expertos en estos asuntos, tanto en Israel como en otras partes del mundo, que pueden ayudarnos. Aquí en Israel muchos, además, son dirigentes comunitarios y están en todas partes del país.Para todos aquellos que como yo, sufren de la enfermedad del miedo, del mal de ojo, y otras variantes de las denominadas científicamente supersticiones, les aseguro que no deben avergonzarse ni preocuparse, pues éstas son milenarias. Además, siempre podemos hacer kaparot, ese ritual controversial practicado la noche antes de Yom Kipur, revoloteando una gallina tres veces encima de nuestra cabeza, pasándole así a ella nuestros pecados.

Como ven, siempre hay una solución para que podamos seguir pecando.