AARON DAVID MILLER/CNN NEWS

18 de septiembre de 2011 _ Pocas veces se ha dedicado tanto tiempo, energía y atención a un asunto de tan poca trascendencia como la tentativa palestina de adquirir la condición de Estado en las Naciones Unidas, un episodio caracterizado por la hipérbole y pensamientos confusos por parte de casi todos.

La verdadera crisis ─la única por la cual vale la pena preocuparse─ es la improbabilidad de un acuerdo entre Israel y los palestinos que ponga fin al conflicto.

Desde hace tiempo, este septiembre ha venido a representar no solo un mes o una unidad de tiempo en el calendario anual, sino una posible catástrofe, un suceso de proporciones tan grandes que ha consumido a los involucrados en el proceso de paz en Washington, Ramallah, Jerusalén, así como en muchas capitales del mundo.

La inminente “crisis” parece ser algo así: Los palestinos buscarán la afiliación a la ONU a través del Consejo de Seguridad o intentarán elevar de categoría su estatus a través de la Asamblea General.  Esa campaña pondrá en movimiento una serie de consecuencias que va desde un veto de Estados Unidos (si es en el Consejo de Seguridad) que inflamaría a todo el mundo árabe en un encendido frenesí. La posición de Irán sería fortalecida y la de EU se debilitaría.

La alternativa, que EU no pueden bloquear, sería una resolución de la Asamblea General, que elevaría el estatus de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) de una entidad no miembro a un Estado no miembro. A su vez, esto daría acceso a los palestinos a la Corte Internacional de Justicia y a la Corte Penal Internacional, donde emprenderían una campaña para deslegitimar a Israel. Esto obligaría al Congreso a suspender la ayuda a los palestinos y a provocar una crisis con el gobierno de Obama.

Aún hay más. La campaña palestina en la ONU, en Nueva York, incrementaría la posibilidad de manifestaciones entre palestinos en la Ribera Occidental y en Gaza. En el peor de los casos, cientos de miles de palestinas marcharán en contra de los asentamientos y los puestos de control, detonando la posibilidad seria de violencia con los israelíes. Israel entonces retendría ingresos fiscales necesarios para los palestinos; la cooperación israelí-palestina en seguridad sería socavada y toda la estructura de la construcción de un estado de la Autoridad Palestina, tan exitosa en años anteriores, podría colapsar.
Salvo algunos esfuerzos de última hora de EU o Europa de convencer a los palestinos de desistir, la iniciativa de la ONU avanzará, muy probablemente en la Asamblea General. Y no hay duda de que esto no será útil a un ya de por sí lastimado proceso de paz.

A la par, palestinos, israelíes y estadounidenses claramente han contribuido a hacer de una mala situación algo todavía peor. La Autoridad Palestina ha hecho una propaganda exagerada sobre el impacto de la iniciativa de las Naciones Unidas y ha sentado las bases para profundas desilusiones entre los palestinos en los territorios. En tanto, los israelíes han exagerado las amenazas e inconvenientes de una iniciativa de la ONU, lo que sólo ha convencido a los palestinos de que tienen buenas cartas para jugar.

Los estadounidenses, frustrados por el fracaso del proceso de paz, han elegido evadir (al menos hasta hace poco) intentar elaborar algún tipo de compromiso. El presidente tampoco necesita un conflicto con los israelíes en estos momentos, por lo menos no por una iniciativa de la ONU que critica a sus aliados cercanos.

Cualquiera que sea el resultado en la ONU –y resulta poco probable que derive en el Armagedón, como la histérica multitud piensa– al día siguiente seguiremos enfrentando al mismo problema monótono. Los palestinos no estarán más cerca de su Estado; los israelíes estarán resentidos por la acción de la ONU, y el gobierno tendrá menos voluntad que nunca de arriesgar algo para emprender negociaciones.

En efecto, lo que sucede en Nueva York es un síntoma del problema principal, que muchos no quieren enfrentar: En estos momentos, y elijo cuidadosamente mis palabras, no existe acuerdo posible que ponga fin al conflicto entre el gobierno de Israel y la Autoridad Palestina.

Puede que haya un sinfín de posibilidades, incluido el relanzamiento de las interminables negociaciones, logrando un arreglo provisional o un acuerdo sobre fronteras y seguridad. Pero si buscas un acuerdo de paz que incluya Jerusalén y refugiados, olvídalo.

Ése es el verdadero asunto que debería preocupar a todos. En un iluminado universo paralelo (en una galaxia lejana, muy lejana), los estadounidenses, israelíes y palestinos tomarían riesgos y actuarían con prudencia y audacia. Pero no vivimos en ese universo.

Y así esperamos y vamos sin rumbo, y observamos a las fuerzas de la historia concurrir para aplastar a la diplomacia. Sin un liderazgo real, de forma lenta pero segura los panoramas y las posibilidades para una solución bilateral al problema de la tierra prometida se evaporan. Israelíes, palestinos, y el resto de nosotros, sufriremos las consecuencias.