DANIEL KUPERVASER

Durante una conferencia ante público norteamericano, Maen Areikat, Embajador de la Organización para la Liberación de Palestina en USA, declaró que el futuro Estado Palestino estaría libre de judíos (USA Today 13-9-2011).

Esta inadmisible expresión causó asombro general y dio lugar de forma inmediata a una serie de declaraciones de repudio, en especial de instituciones judías y de parte del Gobierno de Israel.

Para Angel Barman, vicepresidente en ejercicio de la presidencia de AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) dicha afirmación “es una expresión más del terrorismo de algunos que dicen que tiene que haber un mundo sin judíos” (Iton Gadol 16-9-2011).

La OSA (Organización Sionista Argentina) censuró las polémicas declaraciones de Areikat en un comunicado especial que entre otros términos afirmaba: “Condenamos este tipo de comentarios Judenrein (libre de judíos del alemán) que no han sido escuchados desde los tiempos de la Alemania nazi” afirmando posteriormente que “tal contenido antisemita es una señal de alerta para  el mundo y no debe ser ignorada por la sociedad argentina” (AJN 16-9-2011).

Sin entrar a discutir el uso de cierta terminología problemática, se puede evaluar hasta aquí una actitud correcta y coherente que sin duda refleja los profundos valores democráticos y humanos que aparentemente rigen la dirección de las instituciones judías en Argentina. Lamentablemente el mensaje que estos organismos se proponen hacer llegar al pueblo argentino no tiene ningún efecto pues ya es de público conocimiento que estos entes judíos argentinos padecen de un profundo síndrome de sordera selectiva. Al igual que un niño que interpreta perfectamente el mensaje y hace una fiesta cuando los padres le prometen un regalo, y  por otro lado no escucha una palabra cuando le exigen ordenar su habitación, de la misma manera las instituciones judías de Argentina se regocijan en festines de solicitadas ante expresiones racistas y antidemocráticas de árabes o palestinos mientras que tienen sus oídos y ojos tapados ante declaraciones de igual o peor calaña de parte de distinguidos representantes del judaísmo o del Estado Judío.

Cuatro días atrás, en una típica arenga a los judíos religiosos fundamentalistas de Cisjordania en la Colonia Migrón que fue erigida sobre tierra usurpada a palestinos (según decisión del Tribunal Superior de Justicia) el Rabino Dov Lior, una de las personalidades sobresalientes dentro del judaísmo nacionalista de Israel, instó a sus oyentes a “limpiar esta tierra de árabes enviándolos de vuelta a Arabia Saudita” no sin antes catalogarlos, según la conocida tradición judía de “salvajes”, “jinetes de camellos” “lobos”, “malvados” (Walla, YNET, 19-9-2011). El rabino Lior no es un funcionario de cuarta. En realidad se lo puede considerar como uno de los comandantes del poderoso ejército de Israel en donde sus soldados responden cada día más a rabinos que a sus generales.

Las instituciones judías de argentina callan. Aquí se le terminaron los valores democráticos y humanos. A un rabino no se le discute, no importa si se trata de expresiones racistas y discriminatorias, tal vez mucho peor de aquellas que se le adjudican a un representante u otro de los palestinos o árabes. El liderazgo judío de argentina no presta la suficiente atención que con su incondicional apoyo a Israel y con su silencio ante tan aberrantes expresiones de racismo y discriminación, lo más razonable es que el público argentino termine por considerarlos cómplices y ser parte de un establishment que protege y trata de esconder la discriminación del no judío.

Nadie se debe sorprender de la apatía y los oídos sordos de la opinión pública de Argentina frente a este tipo de banquetes de solicitadas huecas de las  instituciones judías. En tanto y en cuanto estos organismos continúen con un reconocido comportamiento guiado por la hipocresía política, más aun sentirán el evidente y cada día mas profundo aislamiento de la colectividad judía de todo contacto con el público argentino. Esto no debe confundirse con el diario codeo y los lujosos banquetes con las autoridades gubernamentales que están guiadas más por intereses de la política local o internacional que por su identificación con la problemática de la colectividad judía.

La arrogancia de los líderes judíos se apoya en el descomunal poderío político y militar que Israel proyecta al mundo. Todo esto va llegar un día a su fin y lamentablemente serán los descendientes de estos líderes quienes tendrán que pagar la factura que le pase la historia por los errores de sus antecesores.

Ojala me equivoque