ENRIQUE GRINBERG/ HORIZONTE WEB

Es en estas fechas cercanas a Rosh HaShaná y Iom Kipur (Año Nuevo y Día del Perdón) en donde exaltamos el concepto de renovación espiritual. Es el tiempo que hurgamos en la intimidad profunda de nuestro propio ser y revisamos una a una nuestras acciones pasadas. Esto debe hacerse hoy y aquí, en el presente.

Esta introspección debe tener como corolario un cambio de rumbo hacia los días por venir; debe propiciar un nuevo renacer espiritual, ético y moral basado en el aprendizaje del tiempo pretérito, que se aplica hoy para propiciar otro tipo de futuro, uno que nos haga más coherentes frente al decir y al hacer.

Renueva nuestros días como antaño.

Uno de los pasajes que más me llama la atención es el que reza “jadesh iameinu ke kedem” (renueva nuestros días como antaño). El mismo es parte del servicio de retorno al arca de la Torá (rollo del Pentateuco).

Podríamos creer que es un oxímoron esta propuesta del texto. La frase encierra uno de los conceptos más apelados en la tradición y la ritualidad judía: la idea de cambio y renovación basada en la propia esencia del pasado. La resignificación del ayer con sus cargas conceptuales atravesadas por otras matrices de tiempo y espacio. Es como el ejercicio mismo de la permanente relectura del texto que va cobrando nuevos sentidos y vuelos en distintas situaciones y contextos pero sin desligarse del origen primigenio. El desafío de nuestras congregaciones, es también aquello que le da vida y que esa tensión que genera la permanente búsqueda y en ese incesante encontrar de renovados sentidos y vivencias cruzados por los cardinales del pasado, presente y futuro.