ETHEL BARYLKA/MUJER Y JUDAÍSMO

La lectura de la Torá en el servicio de Minjá de Iom Kipur es considerada como muy especial por su cercanía al punto culminante de la oración de Yom Kipur, poco antes de la oración final de cierre, la Neilá.

Esa lectura, referida al incesto y al abuso sexual intrafamiliar, se abre con la advertencia “Y el Eterno continuó hablando a Moisés, y dijo: “Habla a los hijos de Israel, y tienes que decirles: ‘Yo soy el Eterno el Dios de ustedes.  De la manera como hace la tierra de Egipto, en la cual moraron, no deben hacer ustedes; y de la manera como hace la tierra de Canaán, en la cual voy a introducirlos, no deben hacer ustedes; y en los estatutos de ellos no deben andar.  Mis decisiones judiciales deben poner por obra, y mis estatutos deben guardar de modo que anden en ellos. Yo soy el Eterno su Dios.  Y tienen que guardar mis estatutos y mis decisiones judiciales, los cuales, si el hombre los hace, entonces tendrá que vivir por medio de ellos. Yo soy el Eterno”. (Levítico 18, 1-5).

¿Por qué la persona debe cuidarse particularmente de todas las conductas que ve en otras culturas justamente de la transgresión del incesto?  ¿Qué vieron nuestros sabios en este tema que decidieron leer estos versículos abiertamente frente a toda la comunidad justo en un espacio tan central y sagrado como Iom Kipur? ¿Por qué repasarlos justo cuando miles y miles de personas ayunan y sufren por sus pecados y tratan de arrepentirse?
Como sabemos, no se dictan leyes donde no hay amenaza de conducta desviada ni de delito. La severidad del castigo particularmente a esta prohibición de la Torá y el énfasis puesto por los sabios, parecen marcar que el fenómeno es de más alta frecuencia que lo que creemos generalmente y que nos animamos a reconocer.

Se trata esencialmente de un agravio que tiene una dimensión existencial profunda y significativa. El incesto es un ultraje al otro no sólo por afectar los derechos de su privacidad,  como el que se tiene sobre el cuerpo, su mente y su libertad, sino a la esencia misma de la vida humana, de quien fuera creado a Imagen divina. Al igual que el asesinato de una persona no es sólo tomar su vida y su libertad, sino una lesión a la misma divinidad, como dice el versículo: “Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre, su propia sangre será derramada, porque a la imagen de Dios hizo al hombre”.

El incesto es mucho más que una prohibición destinada a mantener el orden social. El incesto fue comparado al asesinato como está escrito (Deuteronomio 22:26)  “porque tal como cuando un hombre se levanta contra su semejante y verdaderamente lo asesina, así es en este caso” (Rambam, Hiljot Iesodey Hatorá, capítulo 5, halajá 7).

Acerca de la gravedad de estas faltas, testifican otros conceptos como la frase “Yo soy Dios” que finaliza el primer versículo. Si quisiéramos pensar que estos quebrantamientos son sólo un asunto entre el hombre y su prójimo, la frase “Yo soy Dios” nos recuerda que aunque parece un asunto privado, dentro de la familia, sobre el cual  no es necesario hablar, que no se debe denunciar y del cual no hay que ocuparse, ello no es así. Este tipo de daño afecta directamente a la imagen de Dios. Es un pecado contra el hombre y contra su Creador.

No en vano se incluye  al incesto como uno de los tres delitos que una persona debe dar la vida y no transgredirlos (Ver Iore Dea, 127, 1).  Si se tratara  únicamente del mantenimiento del orden social, se supone que hubiera sido probablemente suficiente un duro castigo en lugar de la fijación de la pena de muerte, por un lado, y la inclusión de quien se viera obligado a llevarlo a cabo forzadamente  en la categoría excepcional del martirio.
Los sabios analizaron lo que los psicólogos modernos conocen bien: la prohibición del incesto no sólo se aplica exclusivamente al coito: “Las Escrituras advierten acerca de la posibilidad de aproximarse al incesto, aún sin penetración, sino a través de abrazos y besos y otras acciones semejantes, basándose en el texto: “No deben acercarse ustedes, ningún hombre de ustedes, a nadie que sea parienta carnal próxima de él para poner al descubierto desnudez” (Lev. 18:6)… cuando se trata  de un abrazo y de un beso con intención sexual…” Y continúa el Shaj “todo aquel que mantienen relaciones con las personas incluidas en la prohibición de incesto, ya sea a través de sus órganos [sexuales], o que abrazó o besó con lujuria y voluptuosidad y gozó de ese contacto, debe recibir la pena de flagelación establecida por la Torá…” (Shaj, en Iore Dea, 127, inciso 10)

Es importante marcar que de hecho, la categoría de incesto en la Torá, tiene características más amplias incluso que las que se tienden a definir hoy día. En nuestro tiempo se tiende a definir al abuso sexual intrafamiliar como toda conducta sexual (desde la caricia, el toqueteo, la manipulación y/o exhibición de los órganos sexuales delante de un menor hasta la violación) impuesta a un menor por un adulto miembro de la familia.

El incesto es una de esas situaciones que la gente no quiere hablar y peor aún “nadie las ve ni las oye”.

Las agresiones sexuales a los niños de la familia, utilizados como objetos para satisfacer las necesidades de los adultos no son un fenómeno raro. Alrededor del 40% de las denuncias de asalto sexual se basan en el incesto.  Pero los expertos estiman que más del 90% de los casos de abuso sexual en el seno familiar  o de incesto no son denunciados.

Personas que han sufrido de abuso sexual intrafamiliar a menudo no pueden romper el “mandato de silencio” de la familia y viven como “supervivientes” cargando la culpa de las acciones de las que fueron víctimas. Ellos sobrevivieron a pesar de que el lugar y los adultos que se suponían debían protegerlos y darles calor y amor los traicionaron, dejándolos vulnerables ante el peligro de la agresión en el seno del hogar y de sus propios familiares. Para sobrevivir tuvieron que desarrollar muchos mecanismos psicológicos que les permitan seguir adelante para llegar a la vida adulta.

En la discusión de los tres delitos que no deben cometerse aún  a costa del martirio, Maimónides dice,  “y ¿de dónde aprendemos que  incluso cuando hay peligro de muerte no se violan ninguno de los tres delitos? porque está escrito: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital”, aun en el caso que te quite el alma, y matar a una persona para curar a otro o para salvarlo de un violador, cosa que uno podría pensar como aceptable, sin embargo no se mata a una persona por otra,  y el incesto fue comparado al asesinato como está escrito “la muchacha no tiene pecado merecedor de muerte, porque tal como cuando un hombre se levanta contra su semejante y verdaderamente lo asesina, sí, a un alma, así es en este caso” (Deut. 22:26), [Rambam, Hiljot Iesodey Hatora cap. 5 halaja 7]

Los Días de Penitencia están en su cúspide.

Que logremos escuchar la advertencia. Que sepamos proteger a quien necesita nuestra protección.
Rompamos el silencio. Tenemos el ejemplo que nos da la Torá, planteándonos un desafío y una orden.

No es de extrañar que en el día más sagrado del año, los sabios decidieran dedicar atención a este tema.
Es nuestra opción ser merecedores de estar a su altura.