DAVID HARRIS/JERUSALEM POST Y HUFFINGTON POST
TRADUCCIÓN DE MARIO NUDELSTEJER T, EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
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Estimado Nicholas Kristof

Recientemente usted escribió una columna en el The New York Times intitulada “¿Es Israel su peor enemigo?” Pensando en que el suyo es un “acto de amistad”, desató un torrente de críticas contra Israel reclamando, entre otras acusaciones, que el Estado Judío está “en peligro mayormente por sus líderes y posiciones maximalistas”.

Me permito diferir. Y  no lo hago como oponente a un acuerdo de dos Estados o como fanático de los asentamientos a lo largo de la Margen Occidental. Sucede que no soy partidario de ninguna de éstas.

En tanto en ningún momento he argumentado que Israel debe ser amurallado del escrutinio crítico, simplemente pienso que usted ha utilizado una narrativa que es altamente selectiva en su supuesto análisis.

Reducido a su esencial mínimo, usted cree que la paz con los palestinos estará solo a la vuelta de la esquina si únicamente Israel tuviera un liderazgo más iluminado hoy en día.

Su argumento principal es que el Primer Ministro israelí Netanyahu prefiere los asentamientos –“un suicidio político nacional”- a la paz.

¿Así lo ve?

Sí, es cierto que un paso fue tomado en un momento inoportuno: el referente a más construcciones en Gilo, el cual, por cierto, es un vecindario bien desarrollado de Jerusalén,

Pero, en su columna, usted anotó: “Un negociador conoce la estructura de un acuerdo de paz”. Esos negociadores entienden que Gilo permanecerá parte de Israel, en cualquier arreglo concebible.

No, no soy uno de esos que usted desparrama como creyente en que “Jerusalén debe toda pertenecer a Israel en cualquier arreglo de paz”. Pero sí sé que en cualquier acuerdo final, Jerusalén necesariamente tendrá que verse diferente de lo que fue en la víspera de la Guerra de los Seis Días de 1967, tomando en cuenta sus realidades históricas y demográficas.

Pero lo más impactante es que usted haya exentado a la Autoridad Palestina (AP) de cualquier responsabilidad por el actual estado de no progreso.

En tanto vayan detrás de Israel con un dos por cuatro (referencia a un garrote, N. de la E.), y grotescamente infiera que “a los de línea dura como Netanyahu” deberán juntarlos con la “línea dura como Hamás”, la AP se gana un pase gratuito.

¿Será que usted genuinamente cree que son absolutamente limpios de pecados, o más bien, como va el cliché político, son la parte débil y, por tanto, deben ser protegidos?

De cualquier forma, le está faltando una parte esencial de la historia que busca usted describir.

Primero, ¿por qué la AP no está en la mesa de negociaciones frente a Israel? El Presidente Abbas estuvo ahí hasta principios del 2009 cuando, debe ser notado, ningún lado impuso precondiciones sobre el otro en la búsqueda de esas pláticas.

Importante también, es que los israelíes pusieron sobre esa mesa el acuerdo alcanzable de dos Estados –no era la primera oferta de este tipo, por cierto- solo para que fuera nuevamente desechada.

¿Algo qué aprender de esta experiencia?

Segundo, si los palestinos ahora pueden buscar imponer precondiciones sobre Israel para reanudar las pláticas, ¿por qué Israel no puede hacer lo mismo?

Más aún, cuando el Primer Ministro que usted vilipendia se convirtió en el primer líder en aceptar la moratoria a las construcciones en asentamientos por diez meses, ¿dónde estaban los palestinos?

Tercero, ¿captó usted el discurso del Presidente Abbas en la Asamblea General de la ONU el 23 de septiembre, como parte de su gambito unilateral? Si así fue, ¿lo caracterizaría como ofreciendo una rama de olivo? Si usted fuera israelí, sin que tenga que ver con el infructuoso intento del entonces Presidente Clinton categorizando la etno-religiosidad de los ciudadanos israelíes, ¿estaría confortable con las fieras palabras de los líderes palestinos?

Cuarta, ¿vio usted, si tuvo oportunidad, la Editorial abierta del Presidente Abbas, el 15 de mayo en su periódico? ¿Notó usted su reescritura de la historia del Oriente Medio, donde de alguna manera faltaban los hechos clave? ¿Sería que esa pieza pretendía enviar un mensaje de aliento a Israel, la otra mitad de la ecuación, sobre la credibilidad de la AP como socio de paz?

Quinta, ¿leyó usted el comentario del Presidente Abbas a principios de septiembre: “Vamos a quejarnos de que los palestinos hemos estado bajo ocupación por 63 años?”

Eso, por supuesto, lleva la “ocupación” tan atrás como 1948, el año de establecimiento de Israel, en lugar de a la Guerra de los Seis Días.

Esto significaría a los ojos palestinos, que ¿el conflicto es territorial o existencial?

Sexta, ¿notó usted el comentario del Embajador palestino en Líbano, Abduláh Abduláh, como lo reportó el Daily Star de Líbano? El Embajador dijo: “incluso los refugiados palestinos que viven en [campos de refugiados] en el interior del Estado [Palestino], siguen siendo refugiados. No serán considerados ciudadanos”.

En otras palabras, dijo, el nuevo Estado palestino “absolutamente no” emitirá pasaportes a refugiados palestinos.

¿Acaso la AP rechazó sus comentarios? Si fue así, me lo perdí.

Ysi un nuevo Estado Palestino no es la respuesta para el asunto de los refugiados, entonces ¿qué exactamente lo es?

Séptima, en Brasil, el Embajador palestino ahí, Alzebin Ibrahim, fue parafraseado en la prominente revista Veja-Brasil diciendo ante un contingente de estudiantes universitarios que “Israel debe desaparecer”, expresando su preferencia por el resultado final. ¿Lo vio usted?

Nuevamente, si la AP repudió las palabras de los embajadores, se me escapó.

Octava, usted anotó que los “palestinos están divididos”, pero le faltó mencionar cómo en el acuerdo de reconciliación AP-Hamás o de cualquier otra afirmación en forma el factor Hamás será respaldado en el contexto del embrollo diplomático en curso.

Saltárselo, sin embargo, no lo hará desaparecer –y no es asunto pequeño, tampoco.

Novena, usted omite cualquier referencia a otra acción de la AP que ha suscitado preguntas sobre los prospectos para la paz –la glorificación de los terroristas palestinos.

Entre los más ilustrativos ejemplos de esto último fue la visita a principios de este año por el Presidente del Gabinete de la AP, Issa Karake, a la familia de Abbas Al-Sayed.

Al-Sayed fue el cerebro de Hamás del ataque terrorista en el Seder de Pascua en Netanya, una ciudad costera de Israel. Treinta personas fueron asesinadas en el asalto. El 28 de marzo del 2011, Isake le presentó a la familia de Al Sayed una placa conmemorativa marcando el noveno aniversario de la carnicería.

Si a los asesinos a sangre fría la AP los ha de idealizar, ¿esto dará avance a los prospectos de resolución pacífica de los conflictos?

Y finalmente, conforme el Primer Ministro Netanyahu ha dicho más de una vez, si la AP fuera a reconocer las metas de dos Estados para dos pueblos, entonces, desde el punto de vista de Israel, el la ruta sería pavimentada para una solución veloz.

Pero el Presidente Abbas no puede reconocer el nexo entre Israel y el pueblo judío,por ejemplo, la inherente legitimidad del Estado. De hecho, ha dejado claro que no está dispuesto a reconocerlo.

¿Cómo esa posición ayuda a inspirar confianza para moverse hacia delante en el proceso de paz?

Respetuosamente, el pueblo israelí no necesita lecciones sobre el imperativo de la paz. Después de 63 años, le aseguro, entienden el significado de la ausencia de paz mucho mejor de lo que usted y yo podemos.

Pero ellos también saben- y aquí tomo  prestada una frase del autor y ganador del Premio Pulitzer, Robert Caro  en otro contexto-, que “el malentendido en la prensa es meramente una predilección debida al deseo de ser padre del pensamiento”.

Tal vez un mejor entendimiento de la realidad en el terreno pudo haberlo alejado de su “wishful thinking” –y de su giro tendencioso.