ESTHER SHABOT/TRIBUNA ISRAELITA

Tras cinco años de cautiverio a manos del Hamas y sin que nunca esta organización haya permitido visita alguna de la Cruz Roja Internacional para corroborar su estado, el soldado israelí Guilad Shalit está a punto de ser liberado. En efecto, la información oficial habla de que el gobierno de Israel y el liderazgo del Hamas gobernante en Gaza llegaron a un acuerdo –mediado por egipcios y alemanes- en virtud del cual dentro de un par de días Shalit, ahora con 24 años de edad, regresará a casa, al tiempo que como precio a pagar Israel excarcelará a más de mil presos palestinos, 479 simultáneamente a la liberación del soldado, y el resto dentro de dos meses.

La noticia del acuerdo corrió como reguero de pólvora dentro de la sociedad israelí involucrada emocionalmente de una manera intensa con este caso. El regocijo suscitado fue así mayúsculo, aunque se trató de una alegría marcada por un sabor agridulce en la medida en que el acuerdo levantó también inquietudes graves acerca del riesgo de dejar libres a tal cantidad de presos entre los que se encuentran muchos acusados de brutales actos terroristas que cobraron la vida de decenas y decenas de civiles. De cualquier manera, el alivio colectivo por la finalización del drama de la familia Shalit –que se había convertido en un drama nacional- superó las objeciones al canje que se expresaron, por ejemplo, en el voto negativo de tres de los veintinueve ministros que forman el gabinete israelí.

El tema de por qué justamente ahora se llegó al acuerdo gracias a una mayor flexibilidad en los dos bandos arroja luz sobre el estado de cosas en el conflicto palestino-israelí. Por un lado, y como se dijo en este espacio la semana pasada, el Hamas había entrado en una etapa de declive debido a la centralidad que adquirió la Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas al haber llevado a la ONU la petición de reconocimiento del Estado palestino, además de que la primavera árabe ha sido un factor decisivo para el decremento del apoyo recibido tradicionalmente por el Hamas de parte de Siria, Irán y Hezbolá. En tales condiciones, el liderazgo islamista de la Franja de Gaza encontró en el operativo del canje un excelente mecanismo para recuperar puntos en la sociedad palestina y para reposicionarse en un escenario del que estaba siendo cada vez más marginado. La cifra de más de mil presos palestinos liberados a cambio de un soldado israelí le brinda a Hamas un halo de poder, eficiencia y astucia capaz de competir con la popularidad obtenida por Abbas mediante su gestión diplomática en la escena internacional.

Por el otro lado, el gobierno de Netanyahu también obtiene ganancias concretas e inmediatas al traer a casa a un soldado que por su largo y doloroso cautiverio se había convertido prácticamente en el hijo adoptivo de toda la nación. Hay que recordar que en la tradición judía tuvo siempre gran importancia cumplir con el precepto de “rescate de los cautivos” y al así hacerlo Netanyahu recobra su carácter de líder capaz de tomar decisiones de peso sin que le tiemblen las piernas. Con ello, diluye en cierta medida los embates provenientes de la protesta social israelí expresada a través de las manifestaciones de sus “indignados”, y también refuta las voces críticas internas y externas que lo acusaban de pasividad y carencia de iniciativas al enfrentar la campaña diplomática de Mahmoud Abbas en los foros internacionales.

Sin embargo, es un hecho que el repentino fortalecimiento de un organismo radical e intransigente como el Hamas vía el operativo del canje no beneficia a la causa de la paz entre los dos pueblos. Ésta sólo podrá avanzar mediante acuerdos entre partes que se reconozcan mutuamente y estén dispuestas a negociar y hacer las concesiones necesarias a fin de garantizar los derechos esenciales y la legitimidad de los proyectos nacionales de estos dos pueblos en disputa desde hace tanto tiempo.