ENRIQUE RIVERA

 

El 16 de octubre, la Sinagoga de Justo Sierra abrió nuevamente sus puertas a un público variado y sediento de saber y escuchar historias; de sentir en la piel ese pequeño escalofrío que la recorre cuando nombres de personajes, calles, personas de carne y hueso son evocadas en este extraordinario espacio que ha sido recuperado para la memoria y la cultura.

Y dos mujeres con M mayúscula, no sólo porque sus apelativos inician con esa letra, Margo Glanz y Myriam Moscona, ambas escritoras, mujeres sensibles, apasionadas de la palabra en cualquiera de sus formas, se apoderaron de ese salón, elegante y sobrio que dio cabida a alrededor de un centenar de personas.

Ahí los nombres de Jacobo Glanz, Isaac Berliner, así como de Frida Kahlo y Diego Rivera, surcaron el umbral de la memoria y de la mente. Para algunos los nombres y apellidos con dos o más consonantes juntas eran por lo menos conocidos; para otros, un tanto sorprendentes y tal vez impronunciables.

Pero, todos, saboreando esta plática que nos llevaba a recorrer imaginariamente las calles de lo que sería más tarde esta gran urbe, Margo fue testigo de los cambios de los nombres de las calles y de cómo esto coadyuvó a cambiar el rostro de una ciudad que cada día se transforma y muestra aristas desconocidas: algunas violentas, otras amables, pero todas contenidas en ellas. De San Juan de Letrán a Eje Lázaro Cárdenas, por ejemplo.

La palabra de Margo, tomando como eje su imprescindible libro de Genealogías, nos lleva a momentos precisos de la historia. La muerte del líder bolchevique León Trotsky, acaecida en México, y el capítulo donde ella y su padre son apedreados por las Camisas Doradas, sólo por ser judíos.

Y, cuando Enlacejudio.com le pregunta sobre el hecho de regresar y hablar en el Centro sobre esas memorias, ella responde: “Es muy importante regresar a los orígenes, a estos barrios donde los judíos comenzamos a ser mexicanos … Yo regresé seguido, estudié la “Prepa” en San Idelfonso”.

En tanto, Myriam comenta que siempre es un gran placer estar al lado de su amiga Margo y conversar y que está latente el decir: “No fue así, como tú dices”.

En tanto, el Sr. Álvaro Díaz, quien estudió la secundaria en la Benito Juárez, recuerda que ahí había niños judíos, “sus apellidos no los recuerdos y de nombre sólo me acuerdo de Atri, Moisés Atri. Me gustaría juntarme con ellos otra vez”.

La tarde crece y las puertas de Justo Sierra se emparejan. Ha terminado este capítulo y sin embargo,  queda mucho más que decir .