BRENDA DIAZ Y LEONARDO VALERO/ REFORMA

29 de octubre 2011- Avihai tiene al menos 70 hermanos. Dos viven con él, y conoció a otros 11 en Nueva Jersey. Su madre sigue buscando al resto.

A sus 12 años vive en Jerusalén, donde, al igual que en México, la ley no obliga a los bancos de esperma a dar información sobre la identidad de sus donadores.

“Muchas de estas madres viven en las mismas colonias y después no saben si sus hijos están creciendo junto a medios hermanos, o si su hijo se enamorará de una niña que es en realidad su hermana”, advierte Orna Raviv Raiz, creadora del documental Los niños del banco de esperma que denuncia los vacíos legales de un fenómeno en crecimiento en los países más desarrollados.

“¿Quieres ser mi padre?” Durante su adolescencia, Yonatan Parnass hizo esta pregunta en la calle a los hombres que, juzgaba, se parecían a él. “Desde que tengo memoria, siempre he buscado un padre”, agrega el joven israelí que ha creado una página de Internet para conectar a hermanos potenciales.

Aunque todas estas historias que la periodista Orna Raviv Raiz recoge en su película suceden en Israel, el vacío legal para estos niños en este País es el mismo.

“En México, como muchas cosas, esto no está legislado. No hay una norma oficial, entonces se maneja de manera discrecional”, explicó Arturo Ortega, investigador titular del Departamento de Genética y Biología Molecular del Centro de Investigaciones Avanzadas del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav).

“Como no está contemplado en ninguna norma oficial, entonces (dar o negar información) prácticamente es a criterio del banco o empresa de reproducción asistida”, amplió Ortega.

“Hay casos en que estos niños crecen y tienen cierta enfermedad o simplemente engordan y no saben si es hereditario o es algo que puede tratarse. Ni siquiera tienen algún teléfono al que puedan llamar anónimamente y preguntar si hubo alguna enfermedad en la familia”, advirtió Raviv Raiz en entrevista telefónica desde Israel.

El documental Los niños del banco de esperma se proyectará mañana en el marco del Festival de Cine Judío.

“Estos niños son la única categoría de personas en la población que no tienen idea de su identidad, ni conocimiento absoluto de quién es su padre o sus hermanos, y no hay ley que defienda eso”, lamentó Orna.

A los trastornos psicológicos derivados de esta situación, los investigadores le han denominado el Síndrome del Agujero Negro. Incluye padecimientos como soñar recurrentemente con una imagen paterna, o experimentar dificultades para entablar relaciones sentimentales.

Con 23 años, Lior Milo necesita tener información sobre su padre. Aunque no sabe nada de él, le reprocha haber donado esperma sin detenerse a pensar en el impacto que causaría en sus hijos la falta de identidad.

A escondidas de su madre, Lior contrató un detective privado para localizar a su progenitor o al menos recabar cierta información sobre su pasado.

Raviv Raiz, socióloga además de periodista, aclara que ella no está en contra de la donación de esperma o de la posibilidad de que mujeres se conviertan en madres por esta vía.

Su intención es que en la legislación internacional se reconozca el derecho a la identidad de los niños y, por ende, se regule la operación de los bancos de esperma para que proporcionen cierta información sobre el donante que permita a los hijos identificar a sus medios hermanos.

Esto ya sucede en algunas regiones de Estados Unidos, donde cada donador es identificado con un número que se proporciona a las madres y otros bancos de esperma. En Suecia está prohibido donar esperma de manera anónima.

Raviv Raiz destacó que al ser estos procedimientos muy caros, los segmentos de la población que tienen acceso a ellos son muy pequeños, lo que aumenta el riesgo de incestos.

“Es un proceso relativamente caro por lo que se da principalmente en las grandes ciudades donde hay grandes hospitales. En muchos países tienen a muchas madres del mismo donante viviendo en las mismas áreas”, alertó.

Hace menos de un mes, el diario The New York Times publicó la historia de una persona que rastreó a su padre donador y encontró, hasta ahora, que tenía 150 hermanos.

De acuerdo con la socióloga israelí, el obstáculo que enfrentan quienes buscan promover este tipo de cambios en el mercado de la reproducción asistida radica en la capacidad lucrativa de estos negocios.

“Las donaciones son una muy buena fuente de ingresos para los hospitales, y existe el miedo de que si las donaciones no son anónimas, el número de hombres dispuestos a donar disminuya”, explicó.