ANA JEROZOLIMSKI/POR ISRAEL.COM

La semana pasada, en medio de la profunda emoción por la liberación de Guilad Shalit de las manos de Hamas tras cinco años y cuatro meses de encierre, surgían también las dudas, el dolor. Pero ahora, con Guilad ya tranquilo en su casa, retornando paulatinamente y sanamente a cierto tipo de rutina en el seno de su familia y su pueblo, es momento de hacer algunas aclaraciones.

Las dudas no eran acerca de si acaso el peligro existe en la liberación de terroristas, sino acerca de en qué medida podemos estar seguros de que ese peligro se concretaría. Ni el más entusiasta defensor del acuerdo entre Israel y Hamas que hizo posible la recuperación de Shalit, dudaba que el riesgo exista. Es que, recordemos: los excarcelados no eran presos políticos ni objetores de conciencia de nada principista sino asesinos, criminales responsables de haber quitado la vida a mucha gente. No todos, pero sí casi 300 de los 477 liberados en la primera etapa.

Es verdad que puede haber gente responsable de serios crímenes, que recapacita…aunque no lo haga en términos “morales”, diciendo algo tan clave como “no se mata”, o esa no es forma de conseguir nada legítimamente”. Si en la práctica recapacita comprendiendo que mejor seguir otro camino, también eso está bien. Pero difícilmente quien es capaz de matar niños a sabiendas, quien busca intencionalmente un lugar público repleto de gente para colocar allí una bomba, salga de la cárcel habiendo cambiado totalmente de visión.

Y ya ahora queda confirmado que al menos parte de los asesinos, justificarán que Israel esté alerta y tenga quizás que volver a actuar contra ellos en algún momento. Algunos ya han salido a proclamar que la “resistencia” continúa (palabra con la que intentan disimular “terrorismo”), exhortando inclusive a niños palestinos a seguir su “ejemplo” y crecer adorando la “shahada”, el martirologio.

No por Israel, sino por los propios palestinos, me pregunto…¿Qué creen que conseguirán con ello, más que sufrimiento extra para su propia gente y ningún horizonte de esperanza?

Y esto nos lleva a compartir con los lectores parte de una carta que escribió Frimet Roth, a la que entrevistamos en nuestro número anterior, en relación a una filmación con la terrorista que fue una de las responsables de la muerte de su hija Malki en un atentado suicida en Jerusalem.

“Escribo estas palabras momentos después de ver un video grabado puesto al aire por el Canal 2 de las noticias de Israel, de la noche del viernes. Este muestra que a la terrorista de Hamas, Ahlam Tamimi, se le preguntó: “¿Te sientes mal por lo que hiciste?”

Ella responde a su entrevistador sin dejar rastro de duda. “No. ¿Por qué debo sentir pena?”

El entrevistador insiste: “¿Lo harías de nuevo si tuvieras la oportunidad?”

Su respuesta fue firme: “Sí”.

Frimet Roth quería que el nombre de Tamimi fuese quitado de la lista de terroristas a ser liberados. Pero la mujer salió de prisión.
Y algo nos dice que no será para trabajar por la paz y la concordia entre los pueblos.

Esta situación coloca a Israel ante un imposible dilema. El relacionado a Shalit, ya ha sido respondido…No decimos resuelto, ya que la alegría de verlo en casa, va de la mano de la preocupación por el futuro.
Es cierto que, tal cual han dicho numerosos defensores del intercambio con Hamas, la disposición a liberar 1027 terroristas para salvar una vida, es una muestra de fortaleza espiritual y social de Israel.

Lo que nos preocupa no es la motivación israelí, sino la interpretación de los enemigos del estado judío. De aquellos que siguen sin valorar la vida. De aquellos que seguirán buscando la oportunidad para atacar y causar daño a Israel, sin pensar en el precio que ello cuesta en moneda palestina.

“Así como Israel ama la vida, nosotros amamos la muerte”, dijo hace pocos años, durante la guerra en Gaza, Fathi Hamad, hoy ministro del Interior en el gobierno de Hamas en Gaza. Para él, era un autoelogio..una determinación de los principios básicos de su enfoque.

El gran problema, es cómo combinar el orgullo de Israel por ser diferente, con su inevitable necesidad de vivir consciente del peligro que significa que su enemigo respira un aire tan distinto y se nutre de valores tan distantes de los que se inculcan a la ciudadanía de Israel.