ROY MENDEL/ CIDIPAL

En octubre de 2005, anunció la comisión de Premios Nobel en Noruega, el otorgamiento del Nobel de la Paz al Dr. Mohamed El-Baradei, ex presidente de la Agencia Internacional de Energía Atómica, por su accionar para evitar el uso militar de la tecnología nuclear. “Es una inyección de valor”, dijo Baradei, emocionado. “El premio transmite un mensaje claro; continuar haciendo lo que hice”.

El mundo se apuró a felicitar. Israel, por el contrario, envió una agria reacción que puso al descubierto, en gran medida, su opinión hacia El-Baradei: “Esperamos que la organización que encabeza logre enfrentar los difíciles desafíos y, en particular, desarticular el riesgo, con origen en países irresponsables del mundo en general y en Medio Oriente, en particular, que violan sus compromisos internacionales”. Ni felicitaciones ni un telegrama al ganador egipcio.

Transcurridos dos años, la agria reacción se convirtió en un mensaje firme y, tras años de apretar los dientes, Israel se quitó el guante. “En lugar de ser un organismo que aporta al esfuerzo internacional, la Agencia actúa como un factor que frustra y, sus posiciones, son usadas como excusa para que, algunos países, se abstengan de sumarse al esfuerzo internacional”, afirmó el Director de Cancillería sobre El-Baradei en una sincronización planificada, con anticipación. Ese fue el momento en el que la tensión y la falta de confianza, por parte de Israel hacia el jefe de la Agencia, el hombre que, quizás, tuvieron entre sus manos la posibilidad de eliminar el programa nuclear iraní, fue revelado a todos.

La AIEA, con la conducción del actual presidente, Yokiya Amano, publica conclusiones claras y firmes, mucho más que aquellas difundidas durante el período de su antecesor en el cargo y, quizás, en esta oportunidad, conduzcan al agravamiento de sanciones contra Teherán. 12 años se mantuvo El-Baradei en la presidencia de la AIEA. En ese tiempo consideran, en Israel, El Baradei les permitió a los iraníes, a través de una política tartamuda, débil y orientada, concretar un salto significativo en el proyecto nuclear y frustrar el intento de agravar las sanciones internacionales, capaces de frenar la persecución iraní tras su poderío nuclear.

“El-Baradei no solo nos frenó a nosotros. Frenó al mundo sensato en su totalidad”, dice Uzi Eilam, quien se desempeñara, en el pasado, como Director de la Comisión de Energía Atómica en el despacho del Primer Ministro. “Durante su gestión, no se condujo en forma recta no hacia nosotros ni hacia los norteamericanos y europeos que quisieron ver a Irán frenándose. Fue él, con su propia mano, quien impidió al Consejo de Seguridad, cristalizar sanciones graves y les otorgó, a los iraníes, un tiempo preciado”.

Durante los días de la revuelta en Egipto, surgió el nombre de El-Baradei como candidato a conducir el país en el período pos Mubarak. El-Baradei, hijo de una familia de abogados, vinculada a El Cairo, diplomático y profesor de Derecho Internacional, retornó a su tierra, Egipto, tras largos años durante los cuales vivió en el exterior como diplomático y, al finalizar su larga gestión como presidente de la AIEA ¿Gestión exitosa? Depende a quien se le pregunte.

En el período de su gestión, como presidente de la AIEA, exhibió una clara posición hacia Israel, al llamarla, una y otra vez, a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear. Dos veces visitó Israel. Su pedido de visitar Dimona fue respondida en ambas oportunidades con una negativa. “Durante su visita a Israel, deliberé con él sobre medicina nuclear”, recuerda el ex Ministro de Salud, Danny Neve. “El diálogo se centró en el programa conjunto, con la AIEA, para la investigación en el área, el diálogo fue puntual y técnico y la cooperación correctísima”.

Según Neve, “Grandes expectativas, en todo lo relativo a una postura firme en la lucha internacional por frenar a Irán, no tuvimos. El diálogo en la cuestión iraní estuvo libre de ilusiones”. El gran temor en Israel era, entonces, que El-Baradei aproveche la oportunidad de atacarlo, públicamente, y llamara a firmar el Tratado de No Proliferación de armas nucleares. Sin embargo, el presidente de la Agencia, diplomático veterano, supo muy bien lo que debía hacer.

“Esa declaración reforzará mi firmeza y ayudará a la Agencia a enfrentar los temas pendientes como Corea del Norte e Irán”, declaró El-Baradei al recibir el Premio Nobel en 2005. Pero, la realidad, demostró justamente lo contrario.

Durante su gestión, una y otra vez, los esfuerzos, por cristalizar sanciones se vieron frustrados contra Irán, por los informes clasificados que publicó la Agencia bajo su gestión. “Como presidente de la AIEA, actuó como escrupuloso abogado”, analiza Eilam. “Incluso si existen pruebas interminables en el terreno, mientras no haya una prueba que vincule a los principales sospechosos con la falta, no hay respuesta. Aprovechó ese aparato –la ley exacta – impidiendo, una y otra vez, los intentos de sus inspectores por sacar a la luz los hallazgos en el tema de Irán”.

El informe, publicado por la AIEA en 2006, representa un ejemplo concreto de la posición de El Bardei. Se dice que Irán aumentó el enriquecimiento de uranio, en oposición al pedido del Consejo de Seguridad y las condiciones del ultimátum, sin cooperar con los inspectores de la Agencia y molestando, en más de una oportunidad, su tarea, impidiéndoles el acceso a sus agendas operativas.

Los inspectores sostuvieron que encontraron, en el terreno, restos de uranio enriquecido en alto nivel y, al mismo tiempo, el informe de El-Baradei determinó, que no se encontraron pruebas que, Irán, enriquece uranio para la construcción de la bomba nuclear.
“El-Baradei no actuó con honestidad”, dijo Eliam. “Puede ser más o menos valiente, un juez más preciso o menos, pero no se comportó con honestidad porque los informes de los inspectores fueron absolutamente técnicos y las evidencias saltaban a la vista. Se abstuvo intencionalmente”.

En el transcurso de los años, Israel actuó con precaución con respecto a El-Baradei, por temor a romper las relaciones con la AIEA, que afectaría el gran objetivo: el freno a Irán. Sin embargo, en los últimos años de su gestión, se rompieron los platos. La confrontación pública llegó a su punto culmine cuando, en 2009, el embajador israelí ante la AIEA, Israel Michaeli, acusó a la Agencia de retrasar, con intención, la inspección del programa nuclear sirio, debido a cálculos políticos y agraviando a Israel.

“Temimos atacar al jefe de ese organismo tan importante porque supusimos que eso nos dañaría pero la realidad impone una respuesta”, dice Aaron Abramovich, Ex Director de la Cancillería. “En lugar de ser neutral y objetivo, recibiendo evidencias en el terreno y traduciéndolas en los informes que revelan una situación dada, El-Baradei publicó informes suavizados, con pocos datos, La sensación era que hacía uso de los informes como instrumentos para el alejamiento de sanciones hacia Irán. Los publicados pesaron a los organismos que intentaban liderar sanciones y obstaculizaron sus pasos”.

“El cambio en la AIEA, desde la partida de El-Baradei”, sostiene Abramovich, “se advierte mucho”. “Es claro para todos que, el nuevo informe, será más claro y tajante y más pesado sobre quienes intentan eludir las sanciones. La sensación es que la AIEA es más objetiva”.

“El-Baradei dio a los iraníes la preciada libertad de acción y calma y neutralizó a Estados Unidos y Occidente para imponer sanciones”, agrega Eilam. “Cabe suponer que el proyecto iraní avanzó durante su gestión. Y él aportó a ello, indirectamente. La percepción ahora es que la realidad cambio”.