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La investigación de la serie de crímenes neonazis descubiertos en Alemania compromete cada día más a las fuerzas de seguridad: un agente encubierto estuvo presente en seis de los diez asesinatos que se atribuyen a la célula, según indicios publicados ayer. La noticia abre aún más sospechas sobre la inteligencia alemana, que durante más de diez años no impidió al trío de neonazis matar a nueve inmigrantes y a una policía.

En el ojo del huracán está la Oficina Federal de Protección a la Constitución (BfV), un órgano del Ministerio del Interior encargado de vigilar actividades terroristas y con múltiples infiltrados en sectores extremistas. Según el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, un agente encubierto de la BfV de Hessen estaba en el cibercafé donde los neonazis mataron a un turco en el 2006. La policía lo identificó porque fue el único testigo que no se presentó a declarar.

Agente infiltrado y suspendido

El diario Bild asegura que el mismo infiltrado estuvo cerca de la escena del crimen en otros cinco asesinatos, y apunta otro dato alarmante: después de que el agente fuera suspendido en el 2007 terminó la ola de crímenes.

El papel de los enlaces e infiltrados es polémico. Uno de ellos, Tino Brandt, fundó en 1998 el grupo extremista Thüringer Heimatschutz, que él mismo debía vigilar mientras recibía dinero del Estado. A ese grupo pertenecía el citado trío de neonazis. El responsable del contraespionaje alemán en Turingia hasta el 2000, Helmut Röwer, negó ayer que esos neonazis fueran informantes suyos. Entretanto, los investigadores creen que tenían más cómplices, ahora en busca y captura. «Hay pruebas de que hubo otros cómplices. No quiero decir más», señaló ayer el diputado Thomas Oppermann, jefe de la comisión parlamentaria de control de la inteligencia.

Ahora, una comisión, a cargo del exjuez del Supremo Gerhard Schäfer, investigará la relación de la BfV con la célula neonazi. La policía investiga la implicación en otros crímenes.