LEÓN OPALÍN

Las revueltas de la primavera árabe del inicio del 2011 crearon expectativas favorables a la población de los países en los que se logró un cambio en el poder; sin embargo, en virtud de que las instituciones en esas naciones son débiles y/o presentan ausencia de una cultura democrática, sólo se observó una substitución de gobernantes, quedando pendientes las reformas económicas, políticas y sociales. De aquí, que en el caso particular de Egipto, tras el derrocamiento del Presidente Hosni Mubark, las protestas públicas perdieron fuerza por varios meses, empero, resurgieron y fueron reprimidas nuevamente por el Consejo Militar gobernante causando decenas de muertos y centenares de heridos. La oposición política al gobierno de Egipto ha demandado la salida inmediata de la Junta Militar, que está integrada por funcionarios que en su momento sirvieron y apoyaron a Mubarak, y el traspaso del poder a civiles. El Ejército ha descartado la entrega inmediata del poder, por ello se prevé que la inestabilidad en esa nación continuará en el futuro.

Asimismo, en Yemen, el país más pobre del Medio Oriente y con una población de 25 millones, vive prácticamente una guerra civil. El Presidente, Ali Abdula Sale, después de 33 años de mantener una férrea dictadura, firmó un acuerdo con la oposición política, con el beneplácito de Arabia Saudita y el Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico, en el que comprometió a transpasar el poder a su Vicepresidente y que se llamaría a elecciones. En el documento se garantiza inmunidad a Sale y a su familia, al igual que a funcionarios de su gobierno, lo que provocó descontento de los rebeldes que criticaron a la oposición parlamentaria, demandando que se juzgue al mandatario “por sus crímenes y corrupción”. En este contexto, es previsible que los levantamientos populares continúen.

Por otra parte, en Libia, un gobierno interino “asumió el mandato de llevar al país a elecciones dentro de siete meses, mientras emerge de la guerra civil que derrocó al líder Muamar Kadhafi”; no obstante, algunos de los múltiples clanes existentes en Libia, han expresado que no reconocerán al gobierno; sobre todo por que no obtuvieron puestos claves en el mismo; así, es factible que Libia experimente un proceso de reconstrucción difícil en el que no se descarta el resurgimiento de conflictos bélicos.

En el contexto de los levantamientos populares en el mundo árabe, destaca el que se registra un Siria en donde tras más de ocho meses de protestas de la ciudadanía y 4,500 civiles muertos, continúa el baño de sangre desatado por la represión de el Presidente Bashar el Assad (BA), representante de una saga de crueles dictadores que han manejado ese país por más de 40 años. La oposición a BA ha quedado aglutinada, por una parte, en el Consejo Nacional Sirio, que BA se niega a reconocer como interlocutor, y los disidentes del Ejército Sirio que se oponen a que continúe la masacre de civiles; los disidentes han formado el denominado Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto por más de 20,000 soldados profesionales que tienen su cuartel en el Sur de Turquía, próximo a la frontera con Siria. El ESL se ha pronunciado a favor de bombardeos aéreos por parte de fuerzas extranjeras contra objetivos estratégicos del régimen de BA, empero, se oponen a la presencia de tropas foráneas en territorio Sirio. En este sentido, Rusia y China, que han apoyado a Siria, también cuestionan una acción militar de la OTAN como sucedió en Libia; empero, de cara al creciente repudio internacional a BS, también han moderado su apoyo a Siria. No obstante, no se descarta que Turquía, vecina de Siria, tradicional aliada de esta última nación, pudiera intervenir militarmente en Siria, si considera sentirse amenazada su seguridad y/o para fortalecer el liderazgo regional que pretende disputar a Irán. Turquía ya ha advertido a BA “que deje de alimentarse de sangre”. Por lo demás, el gobierno de Turquía ha tenido fricciones con el de Siria por el ataque de su sede diplomática en Damasco y de sus Consulados en las ciudades de Aleppo y Latakia, Turquía canceló planes de exploración de petróleo en Siria.

La imagen internacional de Siria ha sufrido un golpe importante de La Liga Árabe que la ha suspendido de ese organismo y ha exigido que BA permita la entrada a su territorio de observadores internacionales para que den cuenta de lo que está pasando en Siria. Analistas consideran que el régimen de BA empieza a derrumbarse, su permanencia en el poder es cuestión de tiempo, más breve de lo que muchos suponen.