BBC MUNDO

La historia de los judíos en Irak no data de hace siglos sino miles de años: desde que fueron traídos en cautiverio en 597 aC.

En ese entonces se llamaba Babilonia, como recuerdan los salmos.

Y florecieron.

Durante siglos fue el centro de estudio judío.

“Bagdad se convirtió en el núcleo de todo. Empezaron a escribir el Talmud (uno de los libros en los que se cimienta esa fe) en 550dC. Tomó entre 250 y 300 años completar este increíble volumen de conocimientos, que es el fundamento de todo lo que sabemos hoy”, le dice a la BBC Edwin Shuker, un judío iraquí que huyó de Bagdad cuando era un adolescente, en 1974.

“Recientemente celebraron 2.600 años de vivir en Bagdad”, añade Shuker, quien es un experto en la historia de los judíos en Irak.

Gran parte de ese tiempo, árabes y judíos vivieron en armonía.

“La era de oro fueron los 20s y los 30s. Se evidencia en las estadísticas: negocios, farmacias, etc. Tanto que se decidió que el día de descanso fuera el sábado pues como era sabbat, el bazar y el zoco se paralizaban”.

Y así fue incluso después de que, en 1921, se instalara una monarquía como primer paso hacia la independencia en 1932.

“Nacía un nuevo Estado, y el nacionalismo árabe incluía a los judíos iraquíes como parte del tejido de la sociedad árabe”, explica Shuker.

“Éramos iraquíes”, afirma Doreen, una iraquí exiliada en Londres. “Éramos una comunidad bien integrada. Teníamos amigos musulmanes. Había pequeños incidentes de tanto en tanto, pero en general teníamos una buena vida”.

Paraíso perdido

A principios del siglo XX, en Bagdad había más de 40.000 judíos en una ciudad de 140.000.
Y a medida que la capital creció, con ella la comunidad judía: para 1947, cuando la capital iraquí era el hogar de medio millón de personas, 118.000 de ellas eran judías.

Los que sobreviven, recuerdan que hasta antes de los finales de los ’30 la vida en Bagdad se caracterizaba por la integración, diversidad religiosa y coloridas tradiciones.
“En 1940, después de que rompimos el ayuno, mi hermano, mi hermana y yo salimos a caminar. De repente, sentí que algo me quemaba la espalda y vi a alguien en una bicicleta. Mi hermano vio que me había tirado ácido y me rasgó el vestido inmediatamente. No fue tan grave, pero le pasó a otras chicas en esa época”, le cuenta a la BBC Eileen, cuya familia emigró a Londres.
Cuatro años antes, el libro “Mi lucha”, de Adolf Hitler, había sido traducido al árabe y publicado en Bagdad.
El nazismo, el nacionalismo árabe y el sentimiento antisionista crearon una ola de antisemitismo.

Se desencadenaron violentos pogromos, jóvenes judíos fueron colgados en plazas públicas, los judíos perdieron sus empleos.

Una de las expresiones más extremas fue cilicla matanza conocida como Farhud, cuyas víctimas, heridos y muertos, se cuentan en los cientos.

La creación del Estado de Israel exacerbó la situación: la distinción entre israelí y judío nunca fue clara.

Fin de la historia

Los judíos pasaron de ser iraquíes a ser, alternativamente, traidores, espías y enemigos.

Para la década de los años ’70, casi todos se habían ido, muchos en 1951, cuando 110.000 fueron trasladados a Israel para su protección.

Ahora, los que quedan viven escondidos, temerosos de revelar su identidad.

Ninguno puede compartir su historia. Pero Alan Yentob, de la BBC, descendiente de judíos iraquíes, logró comunicarse con el canon Andrew White. Conocido como “el vicario de Bagdad”, es un pastor protestante que le ofrece apoyo y protección a los últimos judíos de Irak.

“Uno de los graves problemas es que la tarjeta de identidad dice ‘yejudi’ -judío-, y a la sociedad iraquí sólo le han enseñado cosas negativas sobre los judíos: que matan árabes”.

Según cuenta, en 2003 había 13 judíos en Bagdad, pero “uno fue secuestrado y lo mataron, otros murieron. Hasta donde sabemos, quedan siete”.

Vivían de incógnito hasta que en Wikileaks publicó un documento de la embajada de Estados Unidos en el que aparecían los nombres y direcciones de los judíos que quedaban en Irak.

“Dos (de los siete de Bagdad) son muy ricos, ambos trabajan en el campo de la medicina, tratando a iraquíes todo el tiempo. Nadie sabe que los está tratando un judío. Eso porque creen que todos los judíos son malvados y están en contra de ellos”, señala el pastor.

“¡Si conocieran su propia historia! Es imposible hablar de la historia de Babilonia sin hablar de la historia judía”, exclama.

La mayoría de los que conforman la pequeña comunidad que queda en Irak son viejos, y por eso “piensan que no pueden vivir en ningún otro lado: siempre han vivido aquí, éste es el lugar al que pertenecen”, dice el vicario para explicar por qué no se van.

El canon apunta que la relación es aún más antigua y fundamental: “el padre de las tres religiones monoteístas, Abraham, era de Ur, que está en Irak, así que la historia empieza aquí, desde que empezaron a existir como pueblo”.

Desde que se reveló la identidad de los judíos de Bagdad, uno está tratando de huir del país, pero los otros están decididos a quedarse en la tierra de sus ancestros, a pesar del peligro.

Serán sin duda los últimos de la antigua línea babilónica judía, anticipa, con tristeza, el canon Andrew White, el “vicario de Bagdad”.