PETER KATZ

El pasado 30 de noviembre tuvo lugar un concierto de rock intitulado “Klezmerson”.  El evento fue en la sala principal de lo que era el Cine Plaza en la colonia Condesa. Lugar que había caído en desuso, durante un tiempo fue Casino pero ahora está acondicionado con un amplio escenario, y para el público, mesitas con cómodas sillas, como en un Kabaret en Europa.

Desde la entrada, más bien, desde las taquillas, había gran concurrencia de jóvenes, en edades que fluctuaban entre 15 y 35 años. Colas para entrar y seguridad policíaca por doquier. No faltando los revendedores.

En el interior del teatro tocaba una banda también de rock, para entretener al público hasta la llegada del grupo “Klezmerson”.

El público, los jóvenes, se movían en sus asientos al ritmo de la música, como es ahora la costumbre. Yo ya había oído el conjunto “Klezmerson” hace dos meses, en Acapulco No. 70, en uno de tres conciertos organizados por la Comunidad Ashkenazi, la Kehila.  Ahora, el grupo traía más músicos, toda una brigada femenina de cuerdas, la misma cantante y el mismo saxofonista.

En aquel concierto, lo único “Klezmer” era el nombre, ya que la música era rock. Esta vez, el programa contenía melodías judías, pero nada que se pueda clasificar como “Klezmer”, de acuerdo al nombre de la banda.

El público aplaudía vigorosamente, acompañado de agudos gritos aprobatorios. El teatro se había llenado. A nadie le importó que el espectáculo empezara tarde. Calificaría el evento como un gran éxito.

Los “Klezmorim”, del hebreo “k’li zemer”, instrumento musical, y  “zamir”, cantante y melodía, son originarios de Europa Oriental, del siglo XIX, de países como Rusia, Polonia, Lituania, Latvia y Estonia, países con numerosa población judía. Generalmente se forman de 5 músicos, un violín, dos clarinetes, un saxofón y un bajo. Su número puede variar y eran contratados para proveer un fondo musical en las bodas. En estos casos, eran acompañados por un “Badjen”, quien actuaba como maestro de ceremonias.

El escritor Sholem Halejem, utilizó uno de estos conjuntos para la boda de una hija de Tevie el lechero, en “El violinista en el tejado”.

El grupo de “Klezmorim” se alquilaba como aquí acostumbramos hacer con los mariachis.

Después de la Segunda Guerra Mundial, después del Holocausto, músicos judíos que sobrevivieron, organizaron con mucho éxito grupos “Klezmer”, algunos de ellos como solistas, en Alemania, donde este género es popular hasta el día de hoy.

Donde más conjuntos “Klezmer” eran populares, antes de la guerra, fue en regiones como Los Carpatos, Moldavia, Bessarabia y Transilvania. Si el público quería, también podían tocar “Polkas” o bien aires gitanos, “Zigansky”, o “Staccato Rumano”.

Además de los grupos “Klezmer” en Alemania, tenemos un conjunto muy bueno en México, el del Maestro Abraham Rechthand.

Mundialmente, para mi gusto, el mejor es “Klezmer Conservatory”, cuya base está en la ciudad de Nueva York, y que recientemente estuvo en México. Le deseo mucho éxito al Maestro Beni Shwartz, y a su conjunto, muchos éxitos.