ANDRÉ MOUSSALI

Mubarak se fue y deja al país como estaba en 1952, en manos de un gobierno militar como el que quedó en el poder cuando la revolución de Nasser derroco al rey Farouk I.

Desde 1952, Egipto ha tenido a militares en el poder. También lo fue Mubarak, quien era vicepresidente cuando Sadat fue asesinado en octubre de 1981 por fundamentalistas musulmanes opuestos a la firma del tratado de paz con Israel en 1979.

La realidad para el resto del mundo es que la autoritaria y represora dictadura militar egipcia proveyó de 30 años de relativa paz, que permitieron que el Estado de Israel viviera con relativa calma.

Fue ese gobierno que, después del asesinato de Sadat, hace casi 30 años, declaró un estado de emergencia (que permite, entre otras cosas privar de la libertad a los ciudadanos, sin mayor explicación) y que se ha quedado sin motivos para mantenerlo.

Quienes creen que la caída de Mubarak señala el comienzo de un proceso democrático, pronto se darán cuenta que el poderosísimo ejercito egipcio quiere permanecer en el poder y no tiene la más mínima intención de dejar de estarlo. Ésta es la institución más poderosa del país, propietaria de carreteras de cuota, complejos turísticos, fábricas de muebles y televisores, una marca de agua embotellada e incontables entidades que le provee de estatus y riqueza. Sigue siendo la institución mas respetada y admirada de Egipto.

El alto mando militar cree en la economía cerrada y dirigida por el Estado, en los subsidios y controles de precios. El mariscal de campo Tantawi, líder máximo de las fuerzas armadas, y muchos de los generales que están a cargo fueron entrenados por los soviéticos en los setenta y, por ello, también se identifican con el modelo económico estatista.

Mubarak intentaba heredarle el poder a su hijo Gamal y este ultimo había ido forjando su propio imperio y emprendió numerosas reformas. Una reforma que modernizaba al país, pero que también les cerraba la puerta a los militares para que hicieran de crédito en condiciones preferenciales. No es casual que después de que la calma se ha recuperado, los bancos sigan cerrados.

Como es de esperarse en un país autocrático y corrupto, las reformas acarrearon una fuerte dosis de corrupción, pues quienes se beneficiaron de privatizaciones y concesiones fueron amigos y familiares.

Las protestas dejarán una clara secuela económica, dado que los ingresos provenientes del turismo (10% del PIB) se desplomaron al ocurrir justo en la temporada alta. A esto hay que agregar el aumento de 15% a los sueldos de los burócratas que ofreció el gobierno de Mubarak para tratar de enfriar las protestas.

El ejército egipcio desea que el “status quo” prevalezca. Son las segundas fuerzas armadas mejor financiadas de Medio Oriente. Han recibido abundante entrenamiento en Estados Unidos y miles de millones de dólares de apoyo económico a lo largo de los años. Se disolvió el parlamento y entran en un lento proceso de poner la mesa para elecciones “libres”. ¿Lo serán realmente? Es difícil decirlo. Hasta ahora, la raison d’etre de la dictadura militar ha sido el mantener a las fuerzas políticas islamistas al margen del proceso electoral; el partido Nacional Democrático- el partido “oficial”- sobrevive a las motivaciones sociales, aunque están en medio de intenso cuestionamiento. La fraternidad musulmana, prohibida teóricamente, pudiera tener una modesta participación, saliendo de la marginación legal.

Claramente, ésta ha sido una revolución con demandas en dos niveles. Entre la clase media más joven letrada, entre aquellos que utilizan redes sociales y hablan inglés, las demandas son políticas buscando mas libertad, mayor participación electoral y democracia real; entre la enorme proporción de la población que vive con menos de dos dólares diarios, las demandas son económicas. Lejos de lo que se piensa, Egipto estaba en pleno boom económico, en parte por haber atraído la inversión de empresas multinacionales como resultado de las reformas de Gamal.

Su economía creció alrededor de 7 % al año entre 2007 y 2009, mas de 5% el año pasado y se esperaba creciera cerca de 6 en éste. A veces, es precisamente la prosperidad lo que subraya las enormes diferencias sociales; y la mala distribución de ésta lo que más irrita a quienes menos tienen. La parte mas pobre de la sociedad ha sido ahorcada por los incrementos en los precios de alimentos; en particular el precio del trigo, el cual se duplicó. Egipto es el principal importador mundial de ese cereal. A diferencia de países como Estados Unidos, donde los estadounidenses gastan 7% de su ingreso disponible en alimentos, los egipcios gastan 40% del mismo. El encarecimiento de los alimentos ha sido un factor fundamental de la revuelta.

Y es justo ahí donde están potencialmente las consecuencias económicas de este evento. Primero, si bien Egipto es un exportador menor de petróleo, la importancia geopolítica del Canal de Suez no es menor y la posibilidad de contagio a países productores como Yemen lleva a que grandes importadores como China, salgan a comprar para hacerse de inventarios ante la posibilidad de que haya desabasto. Desafortunadamente, la combinación del incremento en el precio de los alimentos, debido a los problemas globales de cambio climatico, con mayores costos de energía, es mas inoportuna.

Si bien es potencialmente una buena noticia que se de un proceso de democratización en el país árabe mas poblado del mundo, quedan demasiadas preguntas por resolverse, porque el dueño del poder no era Mubarak- era y sigue siendo el ejercito y mucha sangre se tendría que derramar si en verdad se empeñan en quitárselo.

La paz con el Estado judío fue hecha entre gobiernos pero el pueblo egipcio la rechaza, debido a que los medios egipcios son terriblemente anti-israelíes.

Lo ocurrido en Egipto tiene enorme importancia geopolítica por la relación entre este país e Israel. El entorno cambia radicalmente si Israel deja de tener su frontera de Gaza protegida por un Estado amigo y secular, con ejército a cargo, con el cual ha intercambiado inteligencia por décadas. Aún en el mejor escenario posible, una democracia egipcia implicaría la representación de grupos islamistas en el gobierno, que probablemente serían mucho más críticos del trato con Israel.