FRANCISCO SAEZ DE ADANA/COMUNIDAD JUDÍA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Cuando se habla de obras sobre el Holocausto en forma de cómic, evidentemente lo primero que viene a la cabeza es Maus. Pero antes de Maus e, incluso, antes de la aparición de la novela gráfica, existe una historia corta llamada Master Race que apareció en el número 1 del comic-book Impact de la editorial EC en marzo de 1955 en la que ya aparecen escenas del Holocausto.

Master Race es una historia dibujada por Bernard Krigstein (autor de ascendencia judía) en la que se narra la historia de una persona que en el Nueva York de 1955 se siente perseguido. Según avanza la historia se nos muestra un flashback en el que se nos cuenta que el protagonista estuvo en el Holocausto, y en el que aparecen escenas de la persecución de los judíos (aunque nunca se menciona en la historia la palabra judío).

El autor va aumentando el suspense intercalando escenas del pasado con escenas del presente dónde se nos da a entender que el protagonista es perseguido por alguien de su pasado. Al final descubrimos que el protagonista es un soldado alemán y que está siendo perseguido por un prisionero judío que al final de la guerra juró venganza contra él. Es fundamental en esta historia la estructura narrativa que usa el autor donde haciendo creer al lector que el que realmente es el verdugo, es una víctima, para finalmente sacudir al lector mostrando el horror de los hechos cometidos y por los que merece castigo.

La importancia de esta historia, además de por su calidad al nivel de muchas otras de la EC de la época, es que es la primera que muestra el horror del Holocausto en cómic y afirma la postura de los judíos norteamericanos sobre el tema, pidiendo castigo para los verdugos.

A partir de ahí, y como se ha comentado, debido a la prohibición de mostrar escenas de contenido no apto para niños en el mundo del cómic, ese tipo de temática desapareció de forma explícita en el cómic norteamericano, hasta la aparición de la novela gráfica y concretamente hasta la aparición de Maus de Art Spiegelman.

Maus comenzó como una historia de tres páginas en el número 1 de la revista Funny Animals en 1972, revista underground cuya condición era publicar historias cuya temática fuera más madura que los cómics que aparecían en aquella época en el mercado, pero utilizando animales antropomórficos. Spiegelman siente la necesidad de contar la historia de su padre y en esas tres páginas se da cuenta que necesita llegar más a fondo de la misma, también como forma de liberación personal. Así nace Maus como historia larga, en principio publicada por entregas en la revista Raw, autoeditada por el autor, y posteriormente publicada en libro en dos partes, en 1986 y 1991. La edición conjunta de la obra le valió a Spiegelman el premio Pulitzer en 1992.

Maus es una obra ejemplar en todos los aspectos, tanto en contenido, contando la historia de Vladek, su padre, en el Holocausto, sin hacer de él un héroe, sino más bien tratando de comprender a la persona, como en la forma, siendo un prodigio del uso de la narrativa en forma de cómic, incluso utilizando el recurso de los animales antropomórficos, tradicionalmente utilizado por el cómic infantil, para transmitir su mensaje y llegar a todo tipo de lectores.

Maus abrió la vía de la posibilidad de contar historias sobre el Holocausto en forma de cómic. Posteriormente han aparecido otras obras, entre las que se puede citar un memoir como We are on our own de Miriam Katin publicada en 2006. Miriam Katin como la protagonista, junto con su madre, se fugó cuando era una niña de la invasión nazi en Budapest, llegando incluso a tener que fingir sus muertes. La aproximación gráfica que usa Katin es distinta a la de Speigelman con un dibujo totalmente realista, aunque sin caer en la tentación de mostrar el horror de forma demasiado explícita. Katin está más interesada en expulsar sus propios traumas y se centra más en narrar el periplo suyo y de su madre, para entender su relación y como las experiencias vividas han marcado su vida posterior, mostrando un relato conmovedor de supervivencia ante las adversidades.

Otra obra importante es Mendel’s Daughter. En esta historia también de 2006, Martin Lemelman, nos cuenta la historia de su madre, una superviviente del Holocausto, y de su familia. Lemelman, en su necesidad de entender, grabó en vídeo a su madre, Gusta, en 1989 contando sus experiencias en el Holocausto en un pequeño pueblo de Polonia. Estas cintas, en principio destinadas sólo al propio Lemelman son desempolvadas porque el autor siente la necesidad de contar la historia de su madre. Mendel’s Daughter es una historia muy emotiva, más aún porque dedica 50 páginas (un cuarto del libro) a contar cómo era la vida de su madre antes del Holocausto.

El título viene por el nombre de su abuelo, una persona de gran reputación en su pequeña comunidad antes de que los Nazis les quitaran todo. Esa presentación de los personajes tan elaborada hace que el lector se identifique más con el sufrimiento de la familia (los padres y tres hermanos no sobrevivieron al Holocausto), especialmente por el cambio de tono del libro a partir de la invasión Nazi.

Finalmente, comentar que en 2003 apareció una obra curiosa tratando el tema del Holocausto como es Yossel de Joe Kubert. Joe Kubert es un dibujante de cómics desde los años 30 (empezó con 13 años dibujando superhéroes y obtuvo fama como dibujante de cómics bélicos), cuya familia emigró a EEUU en 1926 desde Polonia. La familia de Kubert huyó a Inglaterra y, en principio, trató de cruzar el océano cuando la madre de Kubert estaba embarazada de él. Debido a ese embarazo no les permitieron viajar y tuvieron que esperar varios meses para intentarlo de nuevo hasta que al final pudieron llegar a América.

Con esos precedentes, Kubert cuenta la historia de lo que hubiera sido su vida si sus padres hubieran abandonado después del primer intento y hubieran regresado a Polonia (Yossel es el nombre judío de Joseph, que sería, probablemente el suyo de haber nacido en Polonia). La historia se centra en los levantamientos del gueto de Varsovia del 19 de abril de 1943, pero con un desasosegador flashback para contar la experiencia de uno de los personajes en Auschwitz.

Con un dibujo publicado directamente a lápiz, para dar a entender que serían los bocetos que haría Yossel en el gueto, la historia consigue narrar todo el horror del Holocausto con un juego de luces y sombras que no por no ser demasiado explícito, es menos desasosegador. Algunas escenas, por ejemplo de las cámaras de gas, consiguen transmitir el horror del Holocausto con unos pocos trazos, gracias a la naturalidad con la que el autor afronta la obra.