GUIDO MAISULS

“El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, […] hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder, que el mal puede desencadenarse. El odio racial, la violencia y las idolatrías todavía proliferan”.

Elie Wiesel

Hoy me embarga una sensación de repudio al triste episodio de que uno de los periódicos argentinos que fue modelo en la lucha por los Derechos Humanos en los recientes, complejos y dramáticos tiempos de la historia argentina haya permitido la publicación en sus páginas de una tira cómica donde se banaliza y se burla grotescamente de la terrible tragedia producida por la barbarie nazi.

Hoy también cabe mi enérgico repudio, a la lamentable reedición 2012 en Alemania del libro “Mi lucha” (“Mein Kampf”) de Adolf Hitler, prohibido desde 1945 cuando fue aprobada la ley que impide divulgar ideas nazis. Esto significa una espantosa puerta abierta a la previsible y múltiple reedición de este libelo de odio a lo largo y ancho de este sufriente planeta.

Aclaro para evitar falsas interpretaciones que la palabra repudio que viene del latín “repudium”, significa lisa y llanamente el rechazo condenable o acto de repulsión a todo aquello que nos causa vergüenza e indignación.

Sabemos que la discriminación abre inexorablemente, las compuertas del odio y la violencia hacia el otro ser humano a quien se pretende considerar como inferior ya sea por supuestos motivos raciales, religiosos, de sexo, de clases sociales e ideológicas.

Está realmente comprobado que los pobres no son pobres porque no les guste trabajar, que las minorías étnicas y religiosas enriquecen la diversidad social, que las diversas ideologías hacen en un todo a la pluralidad y democracia y que las mujeres maltratadas no hacen nada significativo para merecer la violencia recibida.

Es natural y saludable que todo grupo humano pretenda incluirse socialmente en condiciones dignas e igualitarias y nadie puede disfrutar del hecho de ser arrojado por otros a la marginalidad a menos que esté muy enfermo de sado-masoquismo.

Yo soy un testigo generacional de las discriminaciones y los genocidios, a fines de 1890 llegaron a la Argentina los Maisuls, dejando atrás los pogromos y las persecuciones que diezmaban a las poblaciones judías de Europa Oriental, separándose por la distancia y el desarraigo de muchos parientes y amigos que decidieron permanecer en su originaria ciudad de Minsk, Bielorrusia.

Minsk en 1926 tenía una población judía de 53.686 personas, el 28 de junio de 1941 cuando se produce la ocupación de la ciudad por los nazis esa cifra había crecido hasta 80.000 personas, llegando a ser más de la tercera parte de la población total. Cuando Minsk fue liberado por las tropas soviéticas, el 3 de julio de 1944, sólo unos pocos judíos permanecían aún vivos. Ningún pariente nuestro sobrevivió.

El genocidio armenio significó la deportación forzosa y masacre de un millón y medio a dos millones de civiles inocentes, durante el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial. Este trágico acontecimiento ha quedado históricamente impune y negado por los actuales gobiernos turcos y gran parte de la comunidad internacional.

El genocidio ruso en Chechenia también ha quedado impune. El ejército ruso ha exterminado alrededor de 100.000 chechenos, uno de cada diez civiles, ante la permisividad y connivencia del mundo occidental. Los líderes que se dicen defensores de la paz y de los derechos humanos, no tienen ningún reproche hacia los herederos del KGB, hacia los Vladimir Putin y sucesores, que ejecutaron en Chechenia uno de los mayores genocidios de los últimos tiempos, mirando hacia otro lado y recibiéndolos con gran pompa en las cumbres internacionales.

Desde hace pocos años en Darfur, la región al oeste de Sudán, se ha perpetrado otro tremendo genocidio, ante la indiferencia generalizada de la opinión pública y los líderes de Occidente y la habitual y previsible impotencia de la ONU. En el último dato oficial de 2007 se considera que el número de muertes por el conflicto se aproxima a las 750.000 fallecidos por el hambre y la masacre. Para los líderes del mundo, las víctimas del genocidio (negros y pobres) han pasado simplemente al anónimo y silencioso rincón universal del olvido.

Y la más imponente tragedia en la historia de la humanidad fue la Segunda Guerra Mundial con sus más de cincuenta millones de muertos en todo el mundo, incluidos seis millones de judíos, 800.000 gitanos, millones de prisioneros de guerra y víctimas civiles, presos políticos, homosexuales, discapacitados físicos o psíquicos, delincuentes comunes, etc.

“¿Cómo explicar, tantos años después, con tantos esfuerzos hechos para rescatar, desarrollar, difundir la memoria de la Shoah, un incremento de actos antisemitas? ¿Cómo explicar este incremento después de la Shoah misma? ¿Qué catástrofe será necesaria para erradicar el antisemitismo?”

“Frecuentemente pienso que hemos fracasado. Si en 1945 alguien nos hubiera dicho que todavía veríamos guerras por motivos religiosos en casi todo continente […] no lo habríamos creído”

Estas preguntas y reflexiones son de Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, escritor y sobreviviente de los campos de concentración nazis, un hombre que ha dedicado toda su vida a escribir y a investigar sobre los horrores del genocidio nazi para evitar que se repita nuevamente.

La psicóloga y escritora Diana Wang responde así:”La pregunta de Elie Wiesel es también desgarradora porque todo sobreviviente después de lo que ha vivido, emergió con la idea de que esto fue definitivo, ahora sí el mundo cambiará, al ver el grado al que se ha podido llegar, será el momento de una encrucijada que tomará otro giro, más humano, más ético. Y, como todos sabemos, eso no pasó”

Jean Paul Sartre nos dice: “Pero me niego a llamar opinión a una doctrina que apunta expresamente a determinadas personas y que tiende a suprimirles sus derechos o a exterminarlas… El antisemitismo no entra en la categoría de pensamientos protegidos por el derecho de libre opinión”.

Escribe Jack Fuchs en “La naturalezade las guerras”:
“Ni Auschwitz, ni Maidanek, ni Hiroshima, ni los Juicios de Nuremberg sirvieron de ejemplo o de advertencia para los años que siguieron. Basta con leer los periódicos para comprobarlo. En los últimos sesenta años se han seguido cometiendo innumerables atrocidades alrededor del planeta, violaciones a los derechos humanos, crímenes de todo tipo, justificados por argumentos insostenibles de toda índole, que confirman la crueldad del ser humano contra sus semejantes”

La ONU, a través de la Resolución 60/7 declara al 27 de enero como “Día Internacional del Holocausto”: “a los Estados Miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las futuras generaciones las enseñanzas del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro…rechaza toda negación, ya sea parcial o total, del Holocausto como hecho histórico”.

¿”El mundo civilizado tendrá la voluntad, el deber y la capacidad para prevenir otros genocidios futuros?

¿Es posible una nueva Shoah?