VICTORIA DANA
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

¡Cuadrito! ¡Paseo! ¡Acordeón con vuelta!

No, no están gritando una especie nueva de lotería, son algunos de los pasos del danzón que pueden apreciarse o practicarse en La Ciudadela los fines de semana.

De inmediato llama la atención el atuendo. Éste tiene sus reglas: para los hombres, sombrero de carrete, zapatos de dos colores, traje de “pachuco” o guayabera. Las mujeres se engalanan, en su mayoría, con vestidos de coctel, aunque ya no porten las exóticas zapatillas de “tacón de aguja”, ésas ya han pasado a la historia, al menos en su historia personal. Mujeres de alrededor de 60 años se mueven ágiles, como jovencitas, en un tiempo detenido, dispuestas a coquetear con los galanes. El rubor exagerado, los adornos en el cabello, el perfume embriagador…lo que sea con tal de encontrar pareja y bailar ese fin de semana para que valga la pena soportar los días subsiguientes hasta salir a bailar de nuevo.

Un caballero que baila con categoría, llama mi atención. Sin despegar los pies del suelo, forma figuras inmerso en cada compás. En el “descanso” su pareja coqueta se abanica, lo que me da oportunidad de acercarme y hacer unas preguntas.
-Usted, ¿tiene mucho que baila?

El hombre sonríe, posiblemente recuerda su juventud. Viste guayabera y pantalón blancos, lleva un paliacate oscuro que combina con su sombrero de carrete y sus zapatos de dos colores.
-¡Qué elegancia! –Lo adulo.

Me contesta después de una pausa de tristeza. “Yo me visto así en memoria de mi mujer”.
-¿Era de Mérida? –Insisto.

Me relata, entrelazada con su propia historia, los inicios del danzón. De origen cubano, se mezcla con los ritmos de esclavos provenientes de Haití y de sones franceses. Su nacimiento se le adjudica a Matanzas, donde se crea la primera melodía danzones.
Tal vez por eso el nombre de la Sonora Matancera –pienso-. La música continuó y la mirada de reclamo de su compañera, lo hizo regresar al baile.

Por cierto, un señor se acercó a “sacarme a bailar”, y lo más amable que pude, le expliqué que sufro de una enfermedad físico – neurológica traducida en “dos pies izquierdos”.
-Debería venir cada fin de semana y apuntarse en las clases –respondió-, la práctica hace al maestro. Además, usted es muy joven.

Yo comenté que él también parecía ser bastante joven, a lo que añadió: ”¡Si yo soy desde la Matancera! Si supiera que ese grupo musical se formó desde los años veintes, se hubiera cuidado de afirmar algo así, aunque me imagino que se refería a los 40’s, época de oro del grupo.

Minutos más tarde se acercó mi esposo y el galán se despidió apenado. En cambio, mi prima Rahel, una turista israelí, sí se animó a probar sus habilidades en el baile y ejecutó varios pasos, acompañada de un “maestro”, un hombre mayor, de gran experiencia en el asunto.

Lo que más me gustó de estar en medio del parque fue la buena vibra, como decimos aquí, en México. Se percibe una energía distinta, un dinamismo inusitado. Debe ser la juventud de aquéllos que jamás la perderán, porque a pesar de la cronología, se mantienen llenos de vida, al son de un ritmo eterno, sin edad ni tiempo.