ANDRÉ MOUSSALI EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Estimados amigos

Hace años escribí un artículo en donde mencioné que la primera lección que recibía el alumno de una escuela de periodismo a principios del siglo pasado era que, cuando un perro muerde a un hombre no es noticia, pero cuando un hombre muerde a un perro sí. Por lo tanto, el periodista se lanzaba a recorrer las calles en busca de un hombre que mordiera a un perro y, después de hacerlo infructuosamente, cuando regresaba cansado a su escritorio, pensaba: “No hace falta caminar y perder el tiempo para encontrar a un hombre que muerda a un perro”. Ahí mismo, en su maquina de escribir, podía hacer que los hombres mordieran a los perros y los perros a los hombres; y no sólo podía hacer que los mordieran, sino también que se los comieran. Así es como se trasforman las noticias a través del periodismo.

En el caso llamado “el caballero de las Lomas”, el señor Moisés Sacal se convirtió en la noticia sensacional de aquel momento, pues encajó en un cuadro que se ajusta a todos los prejuicios antisemitas que existen. Es un industrial adinerado, prepotente, que golpea a un indefenso portero de su edificio y pronuncia epítetos racistas. Los medios de comunicación se apoderaron de esta noticia, sensacional para ellos, y la hicieron llegar hasta la cadena CNN en español, que proyecta sus programas en toda Latinoamérica y los países de habla hispana.

El mismo día, fueron encontrados los restos decapitados de una pareja a la entrada del Centro Comercial Santa Fe, pero eso no fue considerado un hecho excepcional. México ha padecido en el curso de este sexenio el asesinato de 50 mil personas, por eso ya no es noticia. Todos los días, sin excepción, aparecen cadáveres humanos en todos los rincones de la República Mexicana. Pero que un judío prepotente y adinerado golpee e insulte al portero de su edificio que se negó a ayudarlo a cambiar la llanta de su automóvil, ésa sí es una noticia que hay que difundir en todos los medios. Y luego seguir insistiendo, hasta pedir a la Interpol que lo localice en 176 países, haciendo que lo nuestro se vuelva objeto de burla por parte de las naciones civilizadas.

Pero esto qué importa, ya otras veces hemos sido blanco de ataques y de burlas. Pedir a una organización policiaca internacional que localice al industrial judío, se presta a la mofa de todas las policías de los países afiliados, que están bastante más ocupadas localizando a criminales de alta peligrosidad.

Volvemos a lo mismo de siempre: por la conducta de un judío se hace responsables a todos los judíos. Y, hasta el momento, no veo cómo esto se puede impedir. Es más, creo que hasta me siento orgulloso de ello. Es esta acusación colectiva la que nos ha mantenido unidos durante siglos. A los judíos constantemente se nos acusa de muchas cosas; somos sujetos de sospecha.

Creo que los medios tendrían que recapacitar y darse cuenta de que lo único que están haciendo, es precisamente fomentar el racismo; lo mismo de que acusan al señor Moisés Sacal. Y, en lugar de heber derramado tanta tinta sobre este molesto incidente, dichos medios deberían enfatizar los grandes problemas que agobian a nuestro país y que deben resolverse, como el desempleo, la recesión económica y la falta de bienestar para la gran mayoría de la población.

Recientemente, los medios de comunicación resaltaron los chistes de unos humoristas ingleses sobre México, burlándose de nuestra ineficiencia y pereza al hacer las cosas. Estos comentarios ofendieron sobremanera a los mexicanos, pero hicieron reír a los británicos. Las autoridades de México se enojaron tanto, que incluso obligaron a los actores a disculparse por sus comentarios negativos, cosa que éstos hicieron.

Los judíos también son materia de burla por parte de los ingleses en una pieza teatral que se representa en el teatro Aldama. En ella los autores hablan de la dominación judía sobre Broadway, y de que los adinerados productores judíos son indispensables para que triunfe una obra de teatro, ya que sin su apoyo no habría los medios económicos para su realización. Asistí a esta obra y me sorprendí de los comentarios que se hacen refiriéndose a mis correligionarios estadounidenses.

Francamente, me ofendieron, porque cuando hablaban de los judíos, los actores hacían con las manos un ademán refiriéndose al dinero, como si nosotros fuéramos económicamente los más poderosos del planeta. Puede que yo sea extremadamente sensible a este tipo de expresiones, pero me dijeron que en Inglaterra la obra causó mucha risa y que no hubo comentarios negativos sobre ella.

Pero en un país como el nuestro, donde los judíos forman una minoría ínfima, cualquier comentario nos parece ofensivo. Sin embargo, no ha habido protestas de la Comunidad. Tampoco Israel o los órganos judíos mundiales han hecho comentario alguno sobre esta misma obra en México.

Según parece, eso ya depende de la sensibilidad y el punto de vista de cada uno de los espectadores.