ITONGADOL

Alejandra tiene 22 años y vive en Miami desde finales de 2008 cuando decidió dejar a sus padres en Caracas en parte por la inseguridad pero también por los ataques a la comunidad judía.

En esta entrevista con la Agencia Judía de Noticias (AJN), la joven cuenta cómo fue su vida en Venezuela, su paso por la escuela comunitaria y los sueños que quedaron frustrados tras radicarse en Estados Unidos.

“Me gradué en la escuela comunitaria y me tuve que ir de Venezuela, tengo dos hermanos que viven Estados Unidos”, relata Alejandra que dos veces al año viaja a Caracas para visitar a sus familiares.

En su voz aún se puede palpar la espontaneidad de la mujer venezolana al mezclar el “chico” en cada respuesta. “Cuando vivía en Venezuela estaba siempre en el colegio, no salía mucho, incluso cuando viajo tampoco salgo mucho por el miedo a la inseguridad, pero tenemos Hebraica, que es un buen lugar para la comunidad, con la piscina y el bowling”, explica.

Al hablar de Hebraica, el periodista lo asocia con el allanamiento de 2004, pero la joven aclara que ocurrió un día que no había que ir a la escuela.

Alejandra es soltera, está de novio con un joven de Venezuela, y pese a estar a miles de kilómetros siempre se mantiene en contacto con los afectos que quedaron en Caracas. “Hoy habló con mis amigos y podría decir que ellos se acostumbran. Hace un mes hable con un amiga y me dijo que le hicieron un secuestro express a uno de sus hermanos”, comenta.

En este punto, la joven aclara que “cualquiera, esté o no de acuerdo con el gobierno, puede ser víctima de la inseguridad”. “Pero los secuestros más grandes se dan con gente que saben que tiene dinero o gente de la comunidad porque saben que en la comunidad siempre se ayudan si secuestran a alguno de sus miembros”, asegura

Para Alejandra, que estudia enfermería, en Venezuela “no hay mucha opción para los jóvenes”.

Alejandra asegura que “muchísimos jóvenes se fueron de Venezuela” en los últimos años y señala que “los que se graduaron el año pasado, la mayoría se fue al exterior y más pasan los años, más gente se va”. “De mi promoción hay muchísima gente afuera”, agrega.

La mayoría de los jóvenes judíos que dejan Caracas viajan solos, sin sus padres porque ellos tienen trabajo en Venezuela.
“Obvio que me preocupa lo que pasa en Venezuela. Mi mejor amigo no está contento con quedarse en Venezuela y lo que le frena es que están sus padres porque sus dos hermanas ya se fueron”, cuenta.

Irán y Ahmadinejad

La relación con Irán no escapa de la conversación y la joven confiesa que no le sorprende la reciente visita del presidente Mahmoud Ahmadinejad a Caracas. “La gente lo ve como algo triste, pero no es sorprendente y es algo de esperarse porque se sabe que es normal”, argumenta.

La respuesta no hace más que describir la fuerte relación que el gobierno de Venezuela mantiene con Teherán desde hace años, lo que le permitió al régimen iraní tener un fácil acceso a América Latina, donde está acusado de haber planificado y financiado los ataques contra la AMIA y la Embajada de Israel en la Argentina, en la década del ’90.

¿Cómo ayudar?
Los jóvenes venezolanos que se encuentran en Miami enfrentan un grave problema ahora porque con la expulsión la cónsul venezolana en Miami, Livia Acosta, se terminó la posibilidad de la compra en negro de dólares.

“Teníamos un sistema que se llamaba CADIVI (Comisión de Administración de Divisas de Venezuela) para los estudiantes pero como hubo un problema con la cónsul ahora no hay consulado y no se pueden gestionar esos dólares”, explica Alejandra.

El tema de fondo es que esos dólares se compraban a mitad de su valor lo que permitía a los estudiantes poder solventar sus gastos. “El problema es que se descubrió que la cónsul tenía contactos con Irán y que estaba pasando información de Estados Unidos y la botaron”, precisa la joven.

Alejandra confirmó que a “muchos de los jóvenes venezolanos no les es fácil mantenerse los estudios”.
La falta de una organización en la zona hace difícil que esa ayuda le pueda llegar a los jóvenes. “No veo cómo puede haber una ayuda de la kehila, no veo que puedan hacer algo”, dice.

La charla se termina y la pregunta resulta inevitable. ¿Sienten que viven un exilio? “Sí, es como un exilio, separarse de la familia del país… De chiquita pensaba estar en Venezuela, iba a las bodas en la Unión Israelita y soñaba con casarme ahí y poder llevar a mis hijos a Hebraica, y ahora ni ganas tengo”, confiesa Alejandra antes de colgar el teléfono.

Se estima que la comunidad judía de Venezuela se redujo a la mitad en un poco más de una década y en su mayoría los que abandonaron el país son jóvenes.