GINA ZABLUDOVSKY COOPER EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDIO

El pasado 9 de enero se presentó en la ciudad de México, el Informe del Banco Mundial sobre la desigualdad de género. Por la importancia que este tiene para entender la situación de las mujeres en el mundo, en este artículo presentaré algunos de sus hallazgos más importantes.

Durante el último cuarto de siglo, las condiciones de las mujeres y las niñas han mejorados notablemente. En muchos países, la esperanza de vida al nacer se ha incrementado entre veinte y veinticinco años siendo incluso superior a la de los varones (para el año 2007, esta era de 71 y 67 años respectivamente).

En el mismo periodo, se han producido cambios significativos en la reducción del número de hijos(as), y en el aumento de la participación de las mujeres en la economía y en una diversidad de profesiones. En la actualidad ellas representan más del 40% de la fuerza de trabajo a nivel mundial.

Uno de las transformaciones más significativas es la que se ha producido en el área de la educación. En las escuelas primarias ya hay una paridad de género, y en las de enseñanza secundaria y universitaria, se han invertido los patrones históricos ya que, en muchos casos, el número de mujeres supera al de los hombres.

El avance en los niveles en la escolaridad de las madres no sólo se traduce en un aumento de su propio capital humano, sino también ha repercutido de forma notoria en el bienestar de sus hijos(as) incrementando el rendimiento en sus estudios y reduciendo las tasas de enfermedades y muertes infantiles.

Sin embargo estas conquistas no son válidas para todas las regiones y clases sociales. En los niveles económicos más bajos y en los grupos más desfavorecidos, las disparidades continúan siendo muy drásticas.

En varios países, las tasas de mortalidad materna continúan siendo muy altas. Tal es el caso de Afganistán, Chad, Guinea-Bissau, Liberia, Malí, Sierra Leona y Somalia, donde una de cada 25 mujeres fallece por complicaciones relacionadas con el parto.

En lo que se refiere a la educación, casi dos terceras partes de las niñas que no tienen oportunidad de asistir a la escuela pertenecen a grupos étnicos excluidos. Así por ejemplo, el porcentaje de analfabetismo entre las mujeres indígenas de Guatemala alcanza el 60%, veinte puntos más que el de los hombres, y el doble de la tasa correspondiente a las mujeres no indígenas.

Hay otros patrones que han cambiado poco a través del tiempo. Incluso en los países con mayores ingresos, persiste una segregación ocupacional que hace que las mujeres se concentren en las áreas “propiamente femeninas “que suelen ser las de menor productividad y con menos probabilidades de acceso a los recursos económicos. Muchas desempeñan trabajos no remunerados en el campo o dentro de su familia y cuando dirigen su propio negocio, suele tratarse de empresas muy pequeñas en sectores poco rentables.

Uno de los aspectos que menos ha cambiado, tanto en los países más pobres como entre los más ricos, es la de la distribución de las responsabilidades en las tareas del hogar y el cuidado de los hijos(as) donde la brecha entre hombres y mujeres continua siendo enorme y aún son muy pocos los varones que se hacen cargo de las tareas domésticas.

Por otro lado, las mujeres todavía tienen una menor participación en la toma de decisiones. Esta situación no sólo afecta su propio bienestar, sino también la de sus familias y la de la sociedad en general ya que la mayor capacidad de acción y decisión de las mujeres suele tener un efecto transformador en la mejoría de la población. Así por ejemplo, En Estados Unidos el voto femenino hizo que se diera una mayor atención a la salud infantil, logrando reducir las tasas de mortalidad en la primera infancia. En India, el acceso al poder a las mujeres ha contribuido a mejorar los servicios de agua y disminuir la corrupción y en los países más ricos el aumento de la participación femenina en cargos de liderazgo político ha permitido promulgar leyes más favorables para la conciliación familia- trabajo.

Las diferencias que aún persisten y que se muestran en áreas como la de responsabilidades y uso del tiempo, acceso a propiedades y fuentes de crédito, también se expresa en la persistente desigualdad en los salarios. Según las cifras del informe del Banco Mundial, por cada dólar que gana un hombre las mujeres ganan 34 centavos en Etiopia, 50 centavos en la India y 80 centavos en México.

Como lo muestran estos datos, en términos de la equidad de género es mucho lo que se ha logrado pero todavía es mucho lo que falta por lograr.

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