EL PAÍS

Lejos de servir para cerrar filas, la primera conferencia internacional sobre Siria ha hecho aflorar divergencias. Arabia Saudí, Catar, Túnez y la oposición siria se han pronunciado, con matices, por la intervención armada para proteger a la población civil hostigada por el régimen del presidente Bachar el Asad. Pero los países occidentales y Turquía se mostraron más bien partidarios de hacer llegar ayuda humanitaria y de asfixiar a Damasco con más sanciones.

Unos 60 países se han dado cita hoy en la capital del país en el que estalló la primavera árabe para discutir del conflicto que Siria vive desde que hace casi un año así como, por primera vez, una nutrida delegación del principal grupo de oposición sirio, el Consejo Nacional Sirio (CNS), encabezada por su presidente Burham Ghalioun.

La mayoría de las delegaciones presentes en este foro bautizado Amigos de Siria, empezando por la de EE UU, estaban lideradas por sus ministros de Exteriores, pero no así la de España que dirigía el número dos de la diplomacia española, Gonzalo de Benito. El titular español de Exteriores, José Manuel García-Margallo, sí estuvo, el jueves, en Londres en la conferencia sobre Somalia. Rusia y China han declinado acudir a Túnez.

“La conferencia no cumple con las expectativas del pueblo sirio”, ha declarado decepcionado Ghalioun al finalizar la reunión. Poco antes, el jefe de la diplomacia saudí, el príncipe Saud al Fayal, ha abandonado el encuentro para mostrar su descontento. Armar a la oposición es una “excelente idea”, recalcó una vez fuera. “Mi país no puede participar en una actuación que no desemboque, de manera rápida y eficaz, en medidas de protección del pueblo sirio”, ha recalcado Saud al Fayal, según la agencia de prensa saudí SPA.

Túnez y Catar han ido más allá y han abogado explícitamente por una intervención armada. El jefe de Estado tunecino, Moncef Marzouki, ha hecho de entrada un llamamiento a favor de la creación de “una fuerza árabe” para garantizar “el mantenimiento de la paz y de la seguridad”. Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Oman y Bahréin se alinean con esta posición.

Ghalioun ha distribuido un documento en el que pedía apoyo por el Ejército Sirio Libre, compuesto por desertores y de civiles armados, que poco a poco se ha convertido en el brazo armado de la oposición. La comunidad internacional no debe, según él, impedir a los países que lo deseen enviar a la oposición siria “asesores militares” y proporcionarle “entrenamiento” militar y armas para defenderse.

Los occidentales han respondido por boca del ministro de Exteriores francés, Alain Juppé: “Es el Consejo de Seguridad el que debe dar la luz verde a esa operación”, ha recordado a los que apuestan por la intervención militar. El veto de Rusia y China ha impedido en dos ocasiones la adopción de resoluciones por el máximo órganismo de la ONU.

Los occidentales y Turquía son más bien partidarios de intentar suministrar ayuda humanitaria a los civiles sirios. La secretaria de Estado Hillary Clinton puso de entrada 10 millones de dólares sobre la mesa. El ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha hecho más bien hincapié en la necesidad de “reforzar el embargo de armas” al régimen de Damasco. Juppé ha anunciado, por su parte, la congelación, el lunes, de los haberes del banco central de Siria.

“La vertiente humanitaria es una mínima parte del conflicto sirio y es decepcionante que se centren tanto en ella en detrimento de la substancia”, ha comentado a este periódico desde Túnez Mouayad Chozlan, un ingeniero sirio residente en Castellón al que la revolución ha convertido en secretario del gabinete de prensa del CNS.

Esa coalición de la oposición no logró, en contra de lo que pedía en su documento, ser reconocida como el “legítimo representante del pueblo sirio”. Solo Libia ha dado ese paso.

“Consideramos al CNS como un interlocutor legítimo, el polo alrededor del cual debe organizarse la oposición”, ha afirmado Juppé. Otros grupos de la oposición, minoritarios con relación al que capitanea Ghalioun, no están representados en Túnez. La unidad de la oposición está aún lejos.

El CNS ha plasmado en su documento su enfoque de cómo debe ser la transición en Siria tras la caída de Bachar el Asad al que, según el presidente tunecino, hay que ofrecer inmunidad para facilitarle la salida.

Ghalioun ha abogado por crear una especie de presidencia colectiva, compuesta por los principales líderes de la oposición, y un Gobierno de militares y tecnócratas que no hayan combatido a la revolución. El comité presidencial “trabajará para reconciliar y restaurar el sentimiento nacional y los valores humanos de los que tanto se ha carecido durante esta crisis”.