En Purim festejamos que el pueblo judío se salvó del exterminio de los Persas bajo el dominio del Rey Ajashverosh (Asuero).

Lo celebramos enviando regalos a los amigos, haciendo donaciones a los pobres y con un banquete de abundante bebida y comida.

Purim es una fiesta muy popular, más que todas las otras festividades. Tal vez sea porque se refiere a la existencia misma del pueblo judío al recordarnos que cuando nos mantuvimos unidos ante una amenaza conseguimos salvarnos de una catástrofe.

Purim es la única festividad que no requiere un marco religioso. Se hace una pausa de los pensamientos austeros y profundos del resto del año y se da rienda suelta al aspecto lúdico, amable de la vida. Se permite la diversión, y hasta una copita de más, (“ad-lo-iadá”, “hasta no saber… discernir” – “bein arur Hamán uvaruj Mordejái”, entre el malvado Hamán y el bendito Mordejái.

Los niños hacen un desfile público llamado “Adloiada” (“Hasta no saber”), con máscaras y disfraces, por las calles de Israel.

En ídish dicen “Púrim iz kain ióntev nit” (Purim no es ninguna fiesta). Significa que Purim no es un día sagrado, sino un día de esparcimiento; que no se celebra con oraciones sino más bien con algarabía. Se hacen sonar las matracas, se bebe una copa, se canta, y las comparsas de enmascarados recorren las calles.

Algunos judíos orientales festejan Purim con un tumultuoso desfile alrededor de una figura que representa a “Hamán Harashá” (Hamán el Malvado). Por la mañana, luego de la lectura del Libro de Ester (llamado “Meguilá” por hallarse escrito en un rollo), los niños clavan una estaca en medio del patio y cuelgan de ella un muñeco relleno de paja y trapos. Luego rodean al muñeco, baten palmas y gritan: “¡Hamán Harashá!” (¡Hamán el Malvado!). También durante la lectura del texto bíblico “Meguilat Ester”, el rollo que contiene el bíblico Libro de Ester, los niños, junto con el resto del público, baten palmas, dan golpes con los pies y hacen sonar sus matracas cada vez que se menciona el nombre de Hamán.

Si el pueblo judío hubiese llevado una vida tranquila, tal vez, con el tiempo, Purim habría perdido popularidad. Pero siempre surgen nuevos Hamanes, como aquel ministro persa del que habla el Libro de Ester, deseosos de oprimir a nuestro pueblo. Es lo que contribuyó a afianzar la festividad de Purim en el sentimiento popular.

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