“Holocausto, prejuicios y tolerancia en un mundo globalizado” fue el título que convocó a más de un millar de asistentes.

ESTHER SHABOT/EXCELSIOR

Un extraño y sacudidor evento se llevó a cabo el martes 21 de febrero en la Universidad Anáhuac de la ciudad de México, dentro del marco de la Cátedra Shimon Peres por la Paz, que funciona en dicha institución. Holocausto, prejuicios y tolerancia en un mundo globalizado fue el título que convocó a más de un millar de asistentes para escuchar lo que al respecto tenían que decir cuatro invitados al acto: el profesor Michael Berenbaum, director del Museo del Holocausto de Washington D.C.; Katrin Himmler, sobrina-nieta de quien fuera jefe de las SS nazis y de la Gestapo; Bedrich Steiner, judío checoslovaco, sobreviviente de los campos de exterminio, radicado en México desde hace muchos años, y Sali Hardagh, miembro de una familia musulmana de Sarajevo a la cual se le ha otorgado el título de “Justos de las Naciones”, con que Israel honra a quienes con riesgo de su propia vida salvaron judíos de la maquinaria de muerte del nazismo.

Durante cerca de dos horas, el público escuchó atento cuatro discursos que tuvieron en común la denuncia de ese oscuro capítulo de la historia, donde se registraron los más abyectos crímenes contra la humanidad. Sin embargo, cada quien lo hizo desde una perspectiva distinta, fruto de la identidad personal de cada uno de los ponentes, lo que en conjunto armó un panorama amplio para fortalecer el aprendizaje sobre las gigantescas catástrofes humanas a las que conducen la intolerancia y el odio racial. La erudición del Dr. Michael Berenbaum tuvo el mérito de concentrar de manera clara y bien fundamentada la naturaleza de ese macabro episodio, conocido hoy como “Holocausto” o “Shoá”, en hebreo. Su disquisición logró profundizar en sus rasgos más característicos; en su evolución desde las primeras semillas del pensamiento nacionalsocialista hasta su clímax, cuando se urdió el proyecto de la “solución final del problema judío”, sinónimo de exterminio total de ese pueblo.

La intervención de Katrin Himmler fue sin duda la que más expectativas despertó. No es común que una descendiente de uno de los más activos asesinos dentro del régimen hitleriano se presente a hablar de su familia, de los oscuros secretos que rodearon su vida desde niña, de sus sospechas, de sus descubrimientos avasalladores y del doloroso proceso de saberse parte de un linaje que fue capaz de la máxima barbarie de haber asesinado a millones de seres humanos: judíos, gitanos, homosexuales y presos políticos de distintas nacionalidades. Ella nació en 1967 y narró cómo después de haber sido educada con la idea de que su tío abuelo Heinrich había sido la oveja negra de la familia, fue enterándose poco a poco a través de pesquisas hechas por ella misma, de que prácticamente toda la generación de los Himmler de aquella época había participado en algún circuito importante de la maquinaria nazi. Fruto del doloroso enfrentamiento con ese pasado familiar ha sido su libro Los hermanos Himmler, cuya edición en español apareció en 2011 en España bajo el sello de “Libros del Silencio”. Tanto el libro como su participación en foros como éste son producto de una decisión de contribuir al combate de las ideas del nazismo, así como de las teorías negacionistas del Holocausto, que aún ahora son sostenidas por agrupaciones neonazis y por corrientes islamistas radicales como las que detentan el poder actualmente en Irán.

Conmovedoras fueron también las intervenciones de Bedrich Steiner, único sobreviviente de su familia de los horrores de los campos de exterminio, y de Sali Hardagh, quien relató sus memorias de infancia cuando su familia en Sarajevo escondió y salvó a una familia judía. Ésta, a su vez, tuvo la oportunidad a principios de los años 90 de rescatar a miembros de la familia Hardagh de la Sarajevo bajo fuego, trasladándolos a Israel para escapar de los horrores de la guerra en la ex Yugoslavia. Profundamente aleccionadora fue sin duda la expresión del principio ético que ha guiado la vida de Sali: el de ser capaz siempre, ante las ofertas de corrupción y de participación en actos deleznables, de decir con toda contundencia “yo no”.