JULIÁN SCHVINDLERMAN/ REVISTA COMPROMISO

El pasado mes de noviembre, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) hizo público un escalofriante informe referido al estado del programa nuclear iraní. Titulado Implementation of the NPT Safeguards Agreement and relevant provisions of Security Council resolutions in the Islamic Republic of Iran, denunció que Teherán trabajó “en el desarrollo de un diseño local de un arma nuclear”. El gobierno iraní respondió a la publicación del reporte de modo desafiante, rechazando sus conclusiones y acusando al director-general del organismo, Yukiya Amano, de ser un lacayo del imperialismo norteamericano. El embajador iraní ante la AIEA, Alí Asghar Soltanieh, afirmó que “este reporte no es balanceado, ni profesional, y preparado con motivación política”. En realidad, todo lo contrario. El informe es altamente profesional, equilibrado, preciso y ampliamente documentado. Si algo, ha sido justamente un déficit de determinación política global lo que ha permitido que Irán avanzara hasta este punto en su proyecto nuclear.

Desde que, a fines del 2002, fue denunciada la existencia de un programa nuclear iraní clandestino, la AIEA ha sido el órgano del sistema de las Naciones Unidas encargado de monitorear las actividades -lícitas e ilícitas- de las autoridades iraníes en este campo. Según su Director General ha relatado, el seguimiento ha sido problemático desde el primer día.

Entre 2003 y 2004, la AIEA detectó que Irán no estaba cumpliendo sus obligaciones como estado-miembro. Las revelaciones de que estaba construyendo una gran planta nuclear subterránea en Natanz y una planta procesadora de agua pesada en Arak, ninguna declarada ante la AIEA, disparó la alarma entre los oficiales e inspectores del organismo. Se determinó que había inconsistencias e incumplimientos por parte de Teherán en reportar la adquisición y procesamiento de material nuclear y en declarar la existencia de plantas en las que tal material había sido almacenado. La AIEA descubrió que desde los años setenta, atravesando los ochenta, y extendiéndose en los noventa y la primera década del nuevo milenio, Irán había usado material no declarado para testear y experimentar con la fabricación, conversión y enriquecimiento de uranio, así como en actividades relacionadas con la irradiación y la separación de plutonio, en varias ubicaciones no declaradas.

En octubre del 2003, el gobierno iraní informó al organismo de la ONU que había decidido cooperar y blanquear todas sus actividades relacionadas al ámbito nuclear. Permitió acceso a los inspectores de la AIEA a los sitios requeridos de evaluación, dio información, ofreció aclaraciones respecto del origen del equipamiento y consintió a que sus funcionarios fuesen entrevistados. Por los siguientes tres años, Teherán presentó informes de inventarios y alteraciones habidas, diseños de las plantas donde actividades no declaradas habían acontecido y puso a disposición de la AIEA material nuclear para que éste fuese verificado. Irán reconoció haber tenido contactos con una red de provisión nuclear clandestina desde 1987 y haber recibido información relativa al proceso de enriquecimiento de uranio. Dada la admisión iraní de haberse relacionado con el mercado negro nuclear, la agencia de la ONU solicitó información a otros estados miembros, se contactó con integrantes de la red clandestina señalada por las autoridades iraníes y pidió más explicaciones a propósito del estado y orientación del desarrollo nuclear de la república islámica. Para el año 2005, la AIEA sabía que Irán había realizado estudios para probar explosivos de altura y de reingeniería de un misil capaz de transportar ojivas nuevas. Esa información despertó la preocupación acerca de lo que la AIEA denominó las “posibles dimensiones militares del programa nuclear de Irán”.

Con el correr de los años, la agencia de la ONU continuaba recibiendo información de inteligencia, además de la que por sus propios medios obtenía, y pedía aclaraciones a Irán. En mayo de 2008, las autoridades iraníes confirmaron parte de las aseveraciones de la AIEA pero mayormente desecharon los hallazgos y acusaron al organismo de inventar o trucar datos. La agencia intentó, sin éxito, seguir conversando con Irán a propósito de sus actividades no declaradas. “Entre 2007-2010”, informó la AIEA, “Irán siguió ocultando actividades nucleares”. Específicamente omitió reportar en tiempo su decisión de construir una nueva planta nuclear en Darkhovin y una tercera planta de enriquecimiento cerca de Qom. Entre 2009 y 2010 Irán anunció su decisión de construir diez nuevas plantas y que poseía tecnología de enriquecimiento de láser. “La agencia todavía está esperando respuestas sustantivas de Irán a las solicitudes de la agencia de mayor información sobre sus anuncios”, informó su director general. Durante un largo tiempo, la AIEA intentó entrevistar a Mohsen Fakhrizadeh, el coordinador general de la investigación nuclear-militar iraní, sin poder lograrlo.

Para el año 2011, explicó la AIEA, “varias de las respuestas dadas por Irán a preguntas presentadas por la agencia en relación a los esfuerzos para resolver las preocupaciones de la agencia han sido imprecisas y/o incompletas, y la información ha tardado en llegar y ha sido por momentos contradictoria”. Eso, “y un patrón de reconocimiento tardío o posterior al hecho de la existencia de partes del programa nuclear de Irán previamente no declarados, han llevado a aumentar las preocupaciones de la agencia, en lugar de disiparlas”. La AIEA se abocó a reunir información sensible que el gobierno iraní le negaba, basándose en imágenes satelitales, verificaciones limitadas a las plantas nucleares, entrevistas a integrantes de redes clandestinas de provisión nuclear y en documentación presentada por más de diez países miembro del organismo de la ONU. Así reunió datos -apoyados en más de mil páginas de material- acerca de viajes internacionales de individuos relacionados al programa nuclear, transacciones financieras, documentaciones sobre técnicas de fabricación de ciertos componentes, etcétera, y -finalmente y armada con ello- la AIEA publicó el último noviembre su reporte revelador.