BBC MUNDO


Lea Kovensky, en el afiche del acto conmemorativo del aniversario.

Hacía mucho calor el día que le cambió la vida por completo a Lea Kovensky.
Recuerda que estaba emocionada y distraída porque iba a emprender un comercio con su hermana y ese día, al salir de la oficina, iban a comprar la joyería que venderían.

Faltaban pocos minutos para las tres de la tarde. A ella se le antojó un cigarrillo. Invitó a una colega de trabajo, y se les unió el esposo de ésta, quien estaba de visita. La enorme explosión que ocurrió inmediatamente después nubló todo.

Era el 17 de marzo de 1992. La embajada de Israel en Buenos Aires, donde trabajaba (aún lo hace) Kovensky, fue blanco del mayor ataque a una delegación diplomática judía que se tenga memoria. Murieron 29 personas y unas 200 resultaron heridas.

Una furgoneta cargada de explosivos fue estrellada contra la misión diplomática, destrozando el edificio y provocando graves daños -humanos y materiales- alrededor.

Este sábado se cumplen 20 años del incidente, que aún es considerado el peor ataque contra una representación israelí en el mundo.

También era el más grave atentado de este tipo en América Latina, hasta que dos años después ocurriese una explosión similar en la Asociación Mutual Israelita Argentina, que dejó 85 muertos y cientos de heridos.

Kovensky se convirtó en el retrato de este incidente. Una fotografía de ella, sacada en el lugar de la explosión, es la imagen emblemática del atentado aún hoy en día.

Sin embargo, el ataque, dice, prácticamente le robó instantes en su memoria.

“Lo último que recuerdo es que estaba sentada y salí expulsada hacia atrás y salí volando. Pensé fugazmente que había recibido un shock eléctrico. Pero no tengo memoria ni de la explosión, ni de los olores”, le dijo a BBC Mundo.

“Cuando recobré el sentido lo primero que pensé es que tenía que buscar cómo salir de ahí. Con una compañera empezamos a recorrer el lugar, en completo estado de atontamiento, hasta que encontramos un boquete donde se estaba evacuando a la gente. De ahí me llevaron al hospital y ese mismo día me dieron el alta”, recuerda.

Rezago

A dos décadas del atentado no hay ningún condenado por el hecho.

En 1999, una investigación judicial del Tribunal Supremo de Justicia, de Argentina, indicó que el grupo extremista Yihad Islámica habría estado detrás del ataque. La propia agrupación, luego, se atribuyó el hecho.

Los jueces además acusaron a un entonces jefe de operaciones de Hezbolá de haberse encargado de la planificación e indicaron que el gobierno de Irán era el responsable político.

Argentina emitió una orden de captura internacional contra el mencionado jefe de operaciones de Hezbolá, Imad Mugniyah, de origen libanés, a quien se señalaba como el autor del ataque a la embajada y a la AMIA.

Pero, en 2008 Mungniyah murió como consecuencia de un atentado a su persona en Damasco, Siria. Una versión supone que fueron los servicios secretos de inteligencia israelíes los que efectuaron el asesinato, pero el gobierno de Israel lo negó de manera oficial.

En Argentina, tanto el poco avance que tuvo la investigación del hecho en la embajada en 1992, como el de la AMIA, en 1994, es criticado ampliamente por diferentes sectores.

Esta semana, Eugenio Zaffaroni, magistrado de la Corte Suprema, le dijo a una radio local que “los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA son dos grandes agujeros de la Justicia argentina”.

El caso no tuvo mayor avance desde 1999 e incluso pudo haber prescrito. No obstante, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner lo considera un delito de lesa humanidad por lo que se prometió reiteradamente mantener abierta la tramitación de la causa. Sin avances, pero abierta.

“Argentina tiene todo el interés en llegar al fondo del tema. Tengo confianza en que la Corte Suprema está haciendo todo lo posible para esclarecer los atentados”, le señaló a BBC Mundo el embajador de Israel en Buenos Aires, Daniel Gazit.

“Sí, han pasado 20 años (desde el hecho), pero (la investigación) no es tan fácil”, agregó.

El embajador dice que detrás del ataque estuvo el grupo Hezbolá.

Según el diplomático, quien trabajó unos pocos años antes del atentado en la misma embajada en Buenos Aires, “Yihad Islámica tomó la responsabilidad abiertamente, pero detrás de ellos sabemos que estuvo Hezbolá e Irán. Hay que tomar a los individuos y juzgarlos, pero más importante son aquellos que dieron las órdenes”.

Estados Unidos e Israel consideran a Hezbolá como una organización terrorista que recibe apoyo de Irán, y fue un cabecilla de esta agrupación quien fue acusado de planificar y ejecutar los ataques contra objetivos judíos en Argentina.

BBC Mundo contactó a la embajada iraní en Buenos Aires para conocer su opinión sobre las acusaciones israelíes sobre el ataque, sin embargo, no hubo respuesta a las reiteradas solicitudes de entrevista.
Sin embargo, en otras ocasiones el gobierno de Irán ha negado ser responsable por el atentado contra la misión diplomática, o el de la AMIA.

La justicia argentina acusa a funcionarios iraníes por el caso AMIA, pero Irán nunca aceptó que declarasen ante los jueces en el país sudamericano.

Dos décadas después

Las idas y venidas del caso, y sobre todo la falta de responsables, puede ser un tema delicado para quienes perdieron seres queridos o incluso estuvieron a punto de morir en el ataque a la embajada hace 20 años.

Lea sigue trabajando en la embajada.

“En algún punto tienes alguna esperanza con la investigación, pero por diferentes razones que escapan a mi entendimiento la causa no avanzó”, señaló Kovensky.

“Por eso llegó un punto en que a mí me pareció mejor poner mi energía en otra cosa, que mirase hacia el futuro, y no seguir buscando algo que por una razón u otra no avanza”, añadió.

Kovensky relata cómo ha sido durante dos décadas su propio transitar de semejante experiencia traumática, en la que perdió varios conocidos, hasta la postura reflexiva de hoy en día.

“Lo que sentía después no era odio o revancha, sino profunda tristeza. Con el tiempo vas comprendiendo la tristeza del sin sentido de semejante acto que produjo tanto dolor en tanta gente”, dice.

“Cualquier causa es valida y legítima. Todos tenemos derecho a ser reconocidos, pero no hay derecho en pos de ese ideal cuando se atenta contra la vida de otros. Se descalifica el pedido cuando se valora la vida de uno por encima de la de otro”, apunta.

Dentro de lo increíble que resulta de por sí sobrevivir a un atentado de tal magnitud, también producen asombro las pequeñas historias derivadas del atentado.

Por ejemplo, Kovensky no volvió a saber del hombre que la sacó en brazos de la embajada, minutos después del estallido.

Supo que era un estadounidense, “muy lindo”, y militar; estaba de visita en Buenos Aires, terminó socorriendo a heridos y quedando plasmado en la imagen más conocida del peor ataque a una misión diplomática israelí en el mundo.

“Nunca más lo vi. Y es que lo que vivimos generó cosas muy interesantes. Por ejemplo, por un lado te despides para siempre de gente cercana con la que convivías a diario, pero por otra parte tengo una relación entrañable con otra gente a raíz de esto”, aseveró Kovensky.