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Los cristianos de Egipto están más desamparados que nunca tras la muerte de su Papa Shenuda III, que les ha dejado solos en un momento especialmente difícil. Miles de fieles lloraban la muerte del que era no sólo un guía espiritual, sino también un representante político y un protector para los coptos, que representan el 10% de la población egipcia. La minoría está más temerosa que nunca tras el auge de los islamistas, que controlan el Parlamento y amenazan con querer imponer su ley en Egipto.

«El Papa Shenuda estaba preocupado por la deriva islamista», asegura a LA RAZÓN su consejero jurídico, Mamduh Ramzy, «y acabó muriendo con esa preocupación». Su salud no era buena desde hacía tiempo y el patriarca falleció el sábado a los 88 años, tras 40 años al frente de la Iglesia copta ortodoxa, una de las más antiguas de Oriente Medio.

Adorado por la mayoría, pero también criticado por su postura conciliatoria y en ocasiones sumisa frente al régimen de Hosni Mubarak, y más recientemente frente a la Junta Militar que gobierna Egipto desde la caída del dictador. Según Ramzy, el Papa Shenuda siempre intentaba evitar una escalada de la violencia y la tensión con la mayoría musulmana por su sentido patriótico: «Prefería sacrificar la sangre de los coptos para mantener vivo a Egipto, miraba por el bien del país y no sólo de su comunidad». Tras la última matanza en octubre a manos del propio Ejército, muchos coptos se sintieron abandonados por la Iglesia, la cual no levantó suficientemente la voz.

Hani, un joven cristiano, estaba indignado por que el Papa incluso recibió a los generales en la catedral de Abbasiya, pero ayer mostraba su pesar por la pérdida de una figura destacada, que con su diplomacia defendió los intereses de los cristianos de forma silenciosa. «Pocos entendían su postura, pero Shenuda siempre elegía la vía mejor aunque fuera la más difícil», asegura su asesor.

Al principio de su carrera, sí se enfrentó al presidente Anuar al Sadat, que firmó el tratado de paz con Israel en 1979. «Le dijo que no traicionaría a los palestinos y a los árabes», recuerda Ramzy, y de hecho prohibió a sus fieles que peregrinaran a Jerusalén hasta que no lo pudieran hacer libremente también los musulmanes. Sus mandatos eran órdenes para los coptos, tres de los cuales murieron ayer en El Cairo en las aglomeraciones que se formaron para despedir al patriarca.