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Cuando a Jesús o Moisés se les acercaba un perro por la calle a mendigar un trozo de pan o a olisquearles los bajos de la túnica no se trataba un pastor alemán, ni un bulldog francés, ni un pequinés. El perro de la Biblia tenía aspecto de mestizo de dingo y border collie. Eran los perros de Caná o raza cananea y se les conoce porque se mantienen sobre la faz de la tierra pese a que ahora estén en peligro. Hoy solo quedan algunos cientos en la zona y un par de millares por todo el mundo.

El perro sagrado se encontró en yacimientos arqueológicos del siglo V a. C en la zona, y también en enterramientos fenicios. En aquellos días realizaban labores de guarda, pastoreaban rebaños, cuidaban de las caravanas de nómadas y hasta ayudaron a cazar leones a Alejandro Magno. Se sabe que pervivieron hasta nuestros días sin apenas cruces, como una rareza genética que hoy está en peligro. Actualmente, la mayoría vive en estado semisalvaje en el desierto del Neguev, en el sur de Israel. Allí han mantenido su código genético casi intacto en manadas que se juntaban a los campamentos de los nómadas. Con el cambio de vida de las tribus y su éxodo a las ciudades, la vida moderna se lo ha puesto difícil y su mundo se ha complicado.

Varias organizaciones han dado la voz de alarma, y denuncian que el gobierno israelí ha suspendido los fondos para campañas de preservación que tomaban ejemplares autóctonos para refrescar la sangre de otros criaderos del mundo. Si no siguen llevando a cabo esta labor, la cosanguineidad terminará por crear enfermedades congénitas en la raza. Hasta ahora, se tomaban perros asilvestrados y se enviaban al extranjero para su cruce, pero esta labor cada vez resulta más complicada.

Los perros de Caná, de carácter desconfiado y protector, fueron nombrados en los años 30 por los biólogos judíos empeñados en rescatar y proteger los animales bíblicos, pues se sabe que sirvieron al pueblo y al ejército judío desde hace miles de años. A mediados de este siglo poblaron hogares de judíos de todo el mundo y se hicieron más populares cuando John F. Kennedy Junior se hizo con uno en 1990. Se pusieron más de moda y hoy pueblan los salones de hogares en Estados Unidos, Europa o Sudáfrica. Nunca han estado en los ‘40 principales’ de las razas de moda, pero su vida silvestre ha sido capaz de sacarlos adelante. Ahora no lo tienen tan claro.