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A siete semanas de unas históricas elecciones presidenciales, los islamistas egipcios acarician el sueño de suceder a Hosni Mubarak. Tres estilos encarnan la alternativa a los rostros de la dictadura que pugnan por ocupar el sillón de su antiguo jefe: El rigor populista de Hazem Salah Abu Ismail; el ansia de poder omnímodo de los Hermanos Musulmanes representado en Jairat el Shater y la vía más aperturista de Abdel Moneim Abul Futuh.

Que las urnas opten por un «rais» alejado del corsé militar de los autócratas anteriores y próximo a pasiones más piadosas resulta cada vez menos utópico. El antecedente directo es la última cita electoral, que entregó más de dos tercios de la cámara Baja a las fuerzas islamistas. Según una encuesta difundida esta semana por el Centro de estudios políticos y estratégicos Al Ahram, el 57,6% de los egipcios prefiere a un islamista en la presidencia.

El sondeo, realizado a partir de 1.200 entrevistas, señala como favoritos al ex secretario general de la Liga Árabe Amro Musa, con un 31,5% de los sufragios, seguido por el salafista Abu Ismail (22,7%). El ex primer ministro y militar Ahmed Shafik (10,2%) o Abul Futuh (8,3%) son otros candidatos destacados. La encuesta, sin embargo, no recoge el efecto que pudiera tener la decisión de la Hermandad, el movimiento político más influyente, de designar como candidato a su ‘número dos’ Jairat el Shater.

La tercera vía del islamista tranquilo

Abul Futuh saluda a los asistentes a su mitin. | F. C.

«Cualquier tentativa de imponer una ideología ajena al pueblo fracasará», advirtió hace un año Abul Futuh en una entrevista con EL MUNDO. El lunes, este médico de 61 años lanzó su campaña electoral desde el parque de Al Azhar, un pequeño pulmón verde en mitad del ruido de la ciudad de los mil minaretes. En un acto marcado por los fuegos artificiales, el alarde tecnológico y la mercadotecnia, el doctor enarboló su pasado de opositor contra la dictadura y su islamismo moderado para proponer una tercera vía a mitad de camino del bando islamista y el liberal, huérfano de líder desde la renuncia el pasado enero del premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei.

«Tras la revolución hemos presenciado divisiones políticas muy fuertes. Necesitamos un presidente independiente que consiga unirnos», declaró a este diario Nahla el Hadad, una joven universitaria que escuchaba a Abul Futuh cerca del escenario. «Es más abierto que el resto de candidatos islamistas. Es patriótico y sufrió cárcel durante la dictadura», enumeró El Hadad, un antigua militante de los Hermanos Musulmanes que abandonó la agrupación «cuando las víctimas se volvieron verdugos».

Ante un variopinto auditorio de hombres de traje o galabiya (túnica tradicional) y mujeres con cabello al descubierto, velo o niqab (prenda que subre todo el cuerpo excepto los ojos), Abul Futuh prometió destinar el 40% del presupuesto estatal a educación y sanidad y presentó a su equipo de campaña integrado por un tercio de féminas. El acto, que se cerró con cánticos de «¡Abajo el régimen militar!», contó incluso con interpretación simultánea de lengua de signos.

Abul Futuh, que pasó más de cinco años entre rejas en la década de 1990, es un viejo conocido. Adalid del ala reformista de la Hermandad, forjó su militancia en su época universitaria. Fue entonces cuando le soltó al presidente Anuar el Sadat que estaba «rodeado de hipócritas».

Una grave crisis interna que escenificó el ascenso de la corriente más conservadora le apartó en 2009 del consejo ejecutivo de la congregación. Fue expulsado del movimiento el pasado verano tras infringir la decisión adoptada por la cúpula de prohibir a sus miembros optar a la jefatura del Estado.

La Hermandad

La cofradía, establecida en 1928 y que cuenta en la actualidad con alrededor de un millón de militantes y una poderosa red de asociaciones de beneficencia, mantuvo la resolución que precipitó la salida de Abul Futuh hasta que el pasado sábado acordara la nominación de El Shater. Un sorpresivo cambio que, en declaraciones a este diario, el hijo del fundador de la agrupación Seif el Islam Hasan el Banna, justifica por la necesidad de garantizar el cumplimiento del programa reformista de su brazo político Libertad y Justicia. «Hemos comprendido que no podemos cumplir con las demandas del pueblo sin ostentar todo el poder. El presidente tendrá potestad para nombrar el Gobierno y disolver el parlamento», explica.

La designación, aprobada por el Consejo Consultivo de la Hermandad, fue posible por un puñado de votos: 56 contra 52 miembros. «Por supuesto que hay una división interna pero no se debe olvidar el valor de disciplina exigido a sus miembros», precisa el periodista e histórico opositor Abdel Halim Qandil. Con una mayoría simple del Hemiciclo, su asalto a la presidencia representa –según Qandil- «una oportunidad única de administrar el país».

El impacto del recién llegado sobre el comportamiento del electorado es todavía incierto. «Su candidatura perjudica a la propia Hermandad y a los otros dos islamistas, Abu Ismail y Abul Futuh», añade el periodista. Un daño que beneficiaría –al menos en la primera vuelta- a las figuras asociadas con el régimen depuesto. Y del que, trasladado a la coyuntura política, se hacen dos lecturas opuestas: El Shater -que salvó el último escollo al ser indultado el pasado domingo por la Junta Militar- es la prueba de la existencia de un pacto oculto entre los generales y la Hermandad para repartirse el poder o una declaración de guerra para controlar todos los resortes del poder en un momento de confrontación con la autoridad castrense y las fuerzas laicas y liberales a propósito de la hegemonía islamista en la comisión constituyente y su insistencia en derribar el actual Gobierno y liderar un nuevo gabinete.

El salafista Abu Ismail, el más temido

«El bloque islamista se ha resquebrajado. Hasta el sábado tenía claro que Abu Ismail ganaría a la primera. Esta incorporación forzará una segunda vuelta», opina Qandil. Si ninguno de los candidatos en liza obtiene el 50% de los sufragios los próximos 23 y 24 de mayo, los dos más votados se volverán a enfrentar los días 16 y 17 de junio.

Con un ideario ultraconservador, Abu Ismail es un carismático abogado de 50 años. El pasado viernes encabezó una marcha de 10 kilómetros que concluyó con la presentación de más de 250.000 firmas ante la Comisión electoral. Toda una demostración de músculo. Como la marea de pasquines y carteles con la que su legión de voluntarios ha llenado la capital egipcia. Su defensa de una estricta aplicación de la «sharia» (legislación islámica) y su apasionado discurso contra el imperialismo americano y el vecino Israel supone una amenaza a la hegemonía de los Hermanos Musulmanes y una inquietud cada más real para la diplomacia occidental.