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Están en todo el mundo y cada día son más. Son los neonazis, seguidores de Hitler y del rock nazi, parecido al rock pesado, pero con temas de odio que alientan la violencia contra las razas no blancas, contra los homosexuales y los inmigrantes para imponer el dominio político de la extrema derecha.

Sus logros están a la vista de todos con actos terroristas de alto impacto, como el cometido en julio de 2011 por Anders Behring Breivik en Oslo, o la tortura contra un joven chileno que le provocó la muerte la semana pasada.

“Esta música, notablemente violenta, ha logrado lo que décadas enteras de difusión de teorías racistas jamás pudieron hacer a favor de la derecha radical: dar un lenguaje común a los racistas de cabeza rapada (los skinheads) y a los extremistas radicales de cualquier parte. Su propaganda es la mejor para reclutar a jóvenes racistas”, escribió Heidi Beirich del Southern Poverty Law Center, una defensoría de los derechos civiles de Alabama.

Propaganda a través del rock, de videojuegos como Ethnic Cleansing de Resistance Records donde un skinhead debe matar a negros, latinos y judíos, o de libros como The Turner Diaries, el best seller neonazi del que aparecieron fotocopias en el auto de Timothy McVeigh, coautor del atentado de Oklahoma en 1995, uno de los peores actos terrorista dentro de Estados Unidos que dejó 168 muertos y más de 800 heridos.

“Esta música es peligrosa. Los padres deben estar conscientes de que sus hijos no sólo están escuchando música rebelde. Es música con mensaje y ese mensaje es de odio, con letras que glorifican el racismo, el antisemitismo y que pueden alentar actos de violencia”, alerta la estadunidense Liga contra la Difamación (ADL) en su página electrónica.

Desde Ottawa, la capital canadiense, directivos de Media Awareness Network, un centro que monitorea la propaganda en los medios masivos, dijeron que los científicos coinciden en que la exposición al entretenimiento con violencia hace que niños y jóvenes pierdan la sensibilidad y compasión cuando ven la violencia en la vida real.

Breivik, el mayor ejemplo

Europa, hundida en una profunda crisis económica y política, fue escenario de terrorismo racial el 22 de julio de 2011, cuando el noruego Anders Behring Breivik masacró a 77 personas, en su mayoría jóvenes que le imploraron compasión.

Breivik, de 33 años, participó en el foro neonazi sueco Nordisk y publicó un manifiesto antes de la masacre donde dijo que le interesaba “usar” al Cártel de Tijuana para comprar las armas de su “cruzada antiislamista, antimarxista y antimulticultural”.

Del 11 al 19 de marzo de 2012 en la ciudad francesa de Toulouse, Mohamed Merah asesinó con notable frialdad a tres jóvenes militares; a un hombre y a tres niños de una escuela judía.

El procurador de París, François Molins, dijo que Merah se pasaba las horas viendo videos de violencia con escenas de decapitaciones.

La prensa reportó que cuando su víctima de siete años, Myriam Monsonego, intentó escapar, Merah la tomó del cabello y le disparó, pero la pistola falló. Entonces tomó otra arma y la mató con un disparó en la sien.

Al ser detenido Merah, que grabó sus crímenes con su propia cámara, dijo ser un combatiente
contra los infieles y que lamentaba no haber acabado con más víctimas.

“La propaganda más dañina es la que esconde su verdadera naturaleza, pues los jóvenes no saben que están recibiendo mensajes de odio”, dijo vía telefónica a Excélsior desde Ottawa Mathew Johnson, director de Educación de Canadá Media Awareness Network que ofrece clases gratuitas en línea para detectar esos mensajes.

Latinos, otro blanco

La campaña de odio neonazi que transformó el rock pesado en una incitación a la violencia, también cosechó frutos en Chile, donde Daniel Zamudio, de 24 años, fue golpeado salvajemente por ser homosexual.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos reportó que el joven agonizó durante tres semanas a causa de las lesiones, entre las que figuraba una suástica en el pecho.

La violencia afecta cotidianamente a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, pero sigue alcanzando a los que viven en Europa, como es el caso de una mexicana que fue salvajemente golpeada por jóvenes neonazis afuera del estadio Santiago Bernabéu de Madrid, según informó a Excélsior Esteban Ibarra, fundador y director del Movimiento Contra La Intolerancia de España.

“A la chica la atacaron unos ultras nazis simplemente porque iban escuchando en la escalera mecánica su acento mexicano; no intercambiaron palabra y la golpearon salvajemente provocándole rotura de dientes. La joven me pidió guardar el anonimato”, dijo vía telefónica desde Madrid.

Ibarra dijo que a la violencia racial se suma la indiferencia y la falta de solidaridad con las víctimas pues básicamente nadie acude a las instituciones del estado ni llama a las embajadas de los afectados para pedir ayuda.

“Creo que hay una indolencia institucional que está dejando hacer esto y que no actúa con firmeza. Es un peligro que no es aceptable”, dijo.

Sobre la indiferencia ante la violencia racial que avaló el exterminio de judíos, gitanos, minorías europeas, comunistas alemanes, homosexuales y opositores a la dictadura de Adolfo Hitler (1933-1945), escribió copiosamente el Nobel de literatura Elie Wiesel, que la calificó como otro crimen Holocausto.

En su libro Backing Hitler: Consent and Coercion in Nazi Germany (Respaldando a Hitler: Consentimiento y Coerción en la Alemania Nazi), Robert Gellately dice que la gente estaba enterada de los crímenes de odio racial y político porque el régimen nazi permitió que la prensa publicara esos casos, pero sin ahondar en ellos.

Lo anterior para que la ciudadanía entusiasmada con la creación de empleos y la recuperación del orgullo alemán tras la “humillante derrota de la I Guerra Mundial”, los aceptara pasivamente.

Radicalismo, en ascenso

Este resurgimiento del odio racial a través de la industria del nazi rock confluye en el tiempo con el resurgimiento de la derecha radical en Europa de fines de los 70.

Ambos fenómenos han compartido su rechazo a la inmigración y el multiculturalismo, pero tomaron caminos opuestos.

Los neonazis invitan a la violencia racial con temas como “Third Reich” del grupo RaHoWa (Racial Holly War) que dice: “¡Maten a todos los negros y tú dales gas a los judíos, mata a un gitano y a un moreno, también!”.

En cambio, los partidos de la extrema radical en ascenso se apoyan en las estructuras electorales y democráticas del Estado para promulgar leyes cada vez más restrictivas en contra de los inmigrantes, un factor clave de su creciente fuerza política.

“Usan los procedimientos democráticos para hacer leyes que van en contra del interés de los inmigrantes”, dijo a Excélsior David Art, autor de The Rise of the Far Right in Europe, vía telefónica desde la Universidad Tufts en Massachusetts.

En su libro White Riot: Punk Rock and the Politics of Race, Stephen Duncombe y Maxwell Tremblay relatan que las bandas del llamado nazi rock empezaron a surgir a fines de los 70 apropiándose de la subcultura skinhead de Gran Bretaña, y que el nazi rock también acompañó el resurgimiento de una ola de violencia racista y antiinmigrante en Alemania.

De manera opuesta, dijo, los partidos en ascenso dentro de la derecha radical mantienen su distancia frente a los extremistas para ganar a nuevos votantes que les permiten insertarse en las coaliciones de los partidos dominantes.

Por ejemplo, Pierre Guerlin, de la universidad Paris West, dijo el 12 de marzo a la cadena RT que en 2007 Nicolas Sarkozy ganó la elección presidencial francesa porque arrebató votos a la extrema derecha.

“Esta vez la gente va a votar por la extrema derecha pues está decepcionada de que en estos cinco años Sarkozy no fue lo suficiente duro con la inmigración”, dijo
Guerlin.