MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO

Un niño va caminando por la pasarela abrazando un Sefer Torá: es el Sefer número 101 de la Comunidad Monte Sinaí y representa la continuidad.

Al ver a Victor caminar, con la cabeza en alto, no podía dejar de pensar que este niño- así como las más de 2000 personas reunidas en el Templo Shar Lesimjá- nunca olvidará esta mañana de abril; y que el hecho de llevar el símbolo absoluto de la fe judía, ante su Comunidad, marcará su vida, pues se sabe , a sus diez años, portador de una gran responsabilidad.

Una multitud se arremolinaba alrededor del niño, reteniendo las lágrimas, elevando plegarias, abrumados por la presencia del centenar de libros sagrados, los cuales se dispusieron a ser abrazados, besados, celebrados.

Porque, para un judío, una Torá, objeto santo por excelencia, no queda rezagada en la Tebá (armario) sino que debe ser, a diario, consultada, interpretada, y ¿ por qué no? cuestionada.

Una vez al año, incluso, en Simjat Torá, los judíos celebran con el Libro, mostrando que la alegría es uno de los preceptos del judaísmo y que también con música y felicidad se venera al Creador.

Este día, al celebrar el centenario de la Comunidad Monte Sinaí, se bailó con pergaminos antiguos y nuevos quienes, salidos de su encierro, sentían , en brazos de los feligreses, el amor de la Comunidad Judía mexicana, una comunidad venida de la persecución, arraigada al suelo mexicano y que nunca abandonó sus tradiciones.

“Pide, pide mucho, la energía de estos sifrei Torá nos rodea” me dijo una amiga, abrazándome.

Los Sifrei Torá fueron reunidos de distintos templos de Monte Sinaí, pero faltaban tres para completar los cien. Dos fueron donados por la Comunidad y uno más fue donado por el abuelo del niño que llevó en brazos el Sefer número 101.

Los Shofarim sonaron en Shar Lesimjá, bajo la guardia de los cien Sifrei Torá que, alineados como un ejército santo, supervisaban una comunidad ejemplar , como diciendo:

“Estos son nuestros hijos, hombres y mujeres de Monte Sinaí, guardianes de la fe, lectores del Libro, continuadores de la Tradición. Estos baluartes del judaísmo, lejos de diluirlo, lo han enaltecido, tras un siglo de travesías y peripecies. Levantaron templos de la mente y del espacio y educaron a sus hijos a seguir su ejemplo”.

“Si el siglo que viene es igual de generoso que el anterior, se augura un futuro de éxitos y prodigios para sus miembros y para México”.