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La extrema derecha húngara apoya abiertamente el antisemitismo del régimen teocrático de Irán y se posiciona a favor de que los judíos y los gitanos que viven en Hungría abandonen el país centroeuropeo. El Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik) de Gabor Vona, que es un partido racista y antisemita que sigue al pie de la letra las enseñanzas de los nazis y fascistas húngaros, es la tercera fuerza política en el Parlamento y tiene un apoyo electoral que, según los últimos sondeos, se acerca al 22%. Jobbik ha envenenado la vida política y social húngara hasta el punto de que la derecha democrática que encarna el primer ministro, Viktor Orban, se ha deslizado por una pendiente peligrosamente autoritaria y xenófoba.

Orban, que es un pragmático y oportunista que a lo largo de su trayectoria política ha girado a la derecha o al centro, según sus conveniencias electorales, intenta con su estrategia derechista arañar votos a Jobbik y mantener su mayoría absoluta en el Parlamento. Mientras, los ultras filo-nazifascistas siguen con sus campañas antigitanas y antijudías plasmadas de agresiones físicas, provocaciones e insultos a personas e instituciones que no piensan como ellos y buscan aliados ideológicos en el extranjero, en la extrema derecha y en corrientes políticas y sociales del islamismo radical. Los húngaros de origen judío son pocos en Hungría, pero los gitanos constituyen un colectivo de varios centenares de miles de personas duramente castigado por la miseria, la marginación y el racismo, y suelen estar en el punto de mira de ultras violentos que pertenecen al ilegalizado grupo paramilitar Magyar Garda (Guardia Húngara).

En Tiszavasvari, una localidad de 13.000 habitantes situada en el centro oeste de Hungría, en una región empobrecida y golpeada por el desempleo, Jobbik consiguió un apoyo electoral en los comicios locales del 53%.

El alcalde ultra del municipio, un joven treintañero llamado Erik Fülöp, ha convertido a Tiszavasvari, donde el 25% de la población es de origen gitano, en un laboratorio de ideas extremistas y racistas. Fülöp se siente orgulloso de sus ideas reaccionarias y quiere a toda costa que la ciudad que dirige y el país entero estén poblados exclusivamente por húngaros. Y así lo dice a los periodistas que lo entrevistan. Fülöp piensa que en Hungría sobran los gitanos y los judíos y denuncia que el país magiar, que fue, según él, “maltratado y dividido” por las grandes potencias con la disolución del imperio austro-húngaro, tras la Primera Guerra Mundial, tiene que ser capaz de “defender las tradiciones de sus reyes”. Es lo que hizo el régimen fascista y pro-nazi húngaro de Miklós Horthy durante la Segunda Guerra Mundial.