LA GACETA

Cuando el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Yukiya Amano, aseguró el pasado 4 de mayo que “Parchin (el lugar donde se supone que se están llevando a cabo las pruebas nucleares iraníes) es la prioridad”, probablemente estaba llegando tarde a la obviedad. Mientras pronunciaba estas palabras, el ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, indicaba que era muy posible que Irán estuviera poniendo en marcha la infraestructura necesaria para construir una bomba atómica “en 60 días”.

Algunas fuentes israelíes aseguran por su parte que Irán completó la construcción de una nueva cadena de infraestructuras subterráneas entre 2009 y 2012 bajo un lago salado llamado Dasht e-Kavir. Sin embargo, Teherán sigue apartando a los inspectores de la AIEA de Parchin. Con gran seguridad, según la inteligencia israelí, no quieren que entren en esa planta porque están presionando a Estados Unidos y a seis potencias de occidente para aumentar su permiso de enriquecimiento de uranio del 5% al 20%. Por otra parte, no están seguros de haber eliminado todos los restos de sus pruebas, con lo que se pondrían en un claro caso de evidencia si la AIEA encontrara algo sospechoso.

Por otra parte, el embargo al que está sometida Irán en algunas materias impide que los accesos a Parchin sean mejorados, con lo que una localización externa y secreta garantiza un mayor y mejor uso de los combustibles nucleares.

Para tratar de impedir que los avances nucleares iraníes se les vaya de las manos a las seis potencias involucradas en las negociaciones, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, envió la semana pasada a su consejero de Seguridad Nacional, Yaacov Amidror, a Moscú, Berlín, Londres y París para persuadirles de que no se paren los intentos de inspección de Parchin y de que se siga poniendo a Teherán en tela de juicio.
Netanyahu, además, ha usado sus contactos en Washington para que sea así. Sea como fuere, las fuerzas armadas israelíes ya dan por hecho que los trabajos en Dasht e-Kavir no van a parar y, por tanto, han concentrado sus esfuerzos bélicos en marcarlo como objetivo prioritario para destruirlo.