JOSÉ KAMINER TAUBER PARA ENLACE JUDÍO.

Panorama judío de Europa

Antes de la llegada de los Nazis al poder, en el año de 1933, en toda Europa existía una cultura judía dinámica y altamente desarrollada. La población judía de Europa era muy cercana a 9.500.000 personas, lo que representaba más del 60% de la población judía mundial del momento, que estaba estimada en 15.300.000 personas.

La mayoría de ellos moraban en Europa Oriental, las comunidades más grandes se encontraban en Polonia, con cerca de 3.500.000 de judíos, la Unión Soviética en su parte europea tenía 2.525.000, Rumanía 980.000, y los Estados bálticos contaban con una población combinada de 255.000 personas (95.000 en Letonia, 155.000 en Lituania y 5.000 en Estonia).

En Europa Central la colectividad judía más importante era la de Alemania, con unos 525.000 miembros, después seguía Hungría, con 445.000, luego Checoslovaquia con 357.000 y Austria con 220.000. Finalmente en los países occidentales, la más grande era la de Gran Bretaña, con 300.000 judíos; Francia, con 220.000, y Holanda, con 160.000. Y en el sur, Grecia tenía la mayor comunidad, con 73.000 judíos; también había comunidades importantes en Yugoslavia (70.000), Italia (48.000) y Bulgaria (50.000).

La población judía pasó de 9.500.000 personas, en 1933, a menos de 3.500.000 en 1945. Para 1950, la mayoría de la población judía (51%) vivía en América (del Norte o del Sur), mientras que sólo una tercera parte de la población mundial continuaba viviendo en Europa.

Cerca de seis millones de judíos murieron en el Holocausto. Los conglomerados judíos de Europa fueron cambiados a lo largo de los doce años que el Tercer Reich existió. Muchos de los supervivientes abandonaron el continente para comenzar una nueva vida en Israel, los países americanos o los Estados Unidos.

Las leyes de Núremberg

El Presidente senil Paul von Hindenburg, fue obligado a convenir con Hitler, quien fue nombrado canciller alemán (jefe de Gobierno de Alemania) el 30 de enero de 1933. Una vez en el puesto, Hitler fijó nuevas elecciones. Poco tiempo después de las votaciones, el edificio del Reichstag (Parlamento) fue incendiado. Entonces los nazis sugirieron que los comunistas habían provocado el incendio para iniciar una revolución y sembrar el pánico con el objetivo de lograr un mayor número de votos.

Una vez que Hitler ganó las elecciones y logró la mayoría en el Parlamento, transformó la República de Weimar en el Tercer Reich donde gobernaba con un partido único el NSDAP (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) o partido nazi, basado en el totalitarismo y la autocracia de la ideología nazi.

El antisemitismo jugó un papel importante dentro de la doctrina nazi. A la raza aria como símbolo perfecto de todo lo puro en Alemania se le contraponía la perversión de la raza judía, enemiga del género humano. Los judíos fueron presentados por Hitler como chivo expiatorio por la derrota alemana en la Primera Guerra mundial. La propaganda nazi se encargó de difundir toda una serie de películas de cine (como El judío Sis y El judío eterno), panfletos y demás publicaciones que lograron reverdecer el latente antisemitismo de la población. A medida que los nazis fueron ganando poder, los judíos se vieron cada vez más perseguidos hasta culminar en el genocidio conocido como Holocausto o Shoá.

El 15 de septiembre de 1935, en el mitin partidista anual celebrado en Núremberg, los nazis proclamaron las nuevas leyes que institucionalizaban muchas de las teorías raciales prevalecientes en la ideología nazi. Las leyes de Núremberg fueron redactadas por el jurista y político Wilhelm Frick en su cargo de Ministro del Interior del Reich (1933-1943), bajo la anuencia de Adolf Hitler y Julius Streicher como co-autor. Frick era un reconocido antisemita.

Las leyes les negaban a los judíos la ciudadanía alemana y les prohibían casarse o tener relaciones sexuales con personas de sangre alemana. Había ordenanzas secundarias a las leyes que inhabilitaban a los judíos para votar y los privaban de la mayor parte de los derechos políticos.

Las leyes de Núremberg no definían a un “judío” como aquel que tenía ciertas creencias religiosas, sino a cualquier individuo que tuviera tres o cuatro abuelos judíos, era determinada como judía, sin importar si se identificaba como tal o pertenecía a esa religión. Muchos alemanes que no habían practicado el judaísmo durante años fueron victimas del terror nazi. Incluso aquellos que tenían abuelos judíos pero que se habían convertido al cristianismo eran definidos como judíos.

En el corto período después de Núremberg, durante las semanas anteriores y en los Juegos Olímpicos de 1936 que tuvieron lugar en Berlín, el régimen nazi detuvo sus ataques antisemitas y hasta retiró los carteles que decían “No se aceptan judíos”, de los lugares públicos. Hitler no quería críticas internacionales contra su gobierno que produjeran el traslado de los Juegos a otro país.

Inmediatamente después de los Juegos Olímpicos (en los que los nazis no permitieron participar a los atletas judíos), los nazis volvieron a la carga con la persecución a los judíos alemanes. Reactivando los dictados de las leyes de 1935.

La reacción árabe-islámica hacía el nacionalsocialismo

El Mufti y Hitler en Berlín, noviembre de 1941

Cuando Hitler introdujo las leyes raciales en Núremberg en 1935 recibió varios telegramas de felicitación de todos los rincones del mundo árabe. Más tarde durante la guerra, uno de sus más ardientes partidarios fue el Mufti de Jerusalén Hag Amin al-Husseini

De los árabes residentes en Berlín, los nazis descubrieron que su odio por los judíos no era único y que, en ese sentido, tenían algunos aliados en el Norte de África y el Medio Oriente. El antisemitismo de los árabes pro nazis era inseparable de una radicalización de elementos ya existentes en las tradiciones del Islam. Los extremistas islámicos hacían un trabajo de “tradición selectiva”, es decir, basada en una lectura selectiva del Corán, agruparse insistía en las corrientes antisemitas dentro del Islam combinada con las denuncias nazis del imperialismo occidental y del comunismo soviético, lo que le dio a los nazis sus puntos de contacto con los árabes en el Norte de África: Egipto, Palestina, Siria, Líbano, Irak y con los musulmanes del Medio Oriente en general.

La Alemania nazi insistía ser un enemigo total del sionismo, una posición que encontraba eco de los simpatizantes del nazismo y el fascismo.

Del otoño de 1939 hasta marzo de 1945, el régimen nazi transmitió en árabe al Medio Oriente y al Norte de África, en onda corta, siete días a la semana, las 24 horas. Esto resultó una particular y exitosa difusión a pesar del alto analfabetismo en la región.

Llamar a los árabes a revelarse contra el colonialismo británico y francés había sido un elemento de la política alemana durante la Primera Guerra Mundial.

Durante los años 30, el compromiso británico del establecimiento de una patria judía como parte de la Declaración de Balfour de 1917 estuvo con una intensa presión ante la oposición árabe a la inmigración judía a Palestina. La solución final no se aplicó debido al resultado de las batallas de El Alamein y posteriormente Túnez entre la Panzerarmee de Erwin Rommel y los ejércitos aliados. La victoria británica y australiana en El Alamein fue un cambio decisivo en la historia de la II Guerra Mundial como en el exitoso esfuerzo para impedir la extensión del Holocausto a los 700,000 judíos del Medio Oriente.

El individuo más importante en la propaganda nazi hacia los árabes fue el Gran Mufti de Jerusalén Hag Amin-al-Husseini, líder nacionalista árabe-palestino y líder religioso musulmán y antisemita militante, que encabezó numerosos pogromos contra los judíos durante el Mandato Británico de Palestina, siendo el dirigente de la revuelta árabe de 1936-39.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, al-Husseini estaba establecido en Berlín y se alió con el Tercer Reich, pero su apoyo resultó de poca ayuda en los inicios de la contienda. No obstante, en 1941 las campañas de la Italia fascista contra los británicos en Egipto estimularon a al-Husseini a asumir roles más activos; en ese mismo año, tras la exitosa invasión de Yugoslavia por las fuerzas del Eje, al-Husseini promovió el reclutamiento de musulmanes bosnios y albaneses para las Waffen-SS, ayudando a formar la 13ª División de Montaña SS Handschar.

Esta división fue célebre por las masacres, particularmente bárbaras, cometidas contra los partisanos yugoslavos. Al-Husseini logró entrevistarse con Adolf Hitler en 1942 para convencerlo de que ampliase el exterminio de judíos a los territorios que la Francia de Vichy y la Italia fascista controlaban aún en el norte de África, y también propuso que la Luftwaffe bombardeara Tel Aviv, ciudad habitada casi en su totalidad por judíos.

Ahmad Shukairi (primer presidente de la Organización para la Liberación de Palestina) relató de esta forma en sus memorias cuál era el ánimo en la calle árabe por aquellos años: “Las noticias sobre victorias alemanas en Europa llenó nuestros corazones con gran esperanza. Yo solía sentarme frente al mapa, lapicera en mano, oyendo los comunicados militares de la Radio Berlín, regocijándome sobre los triunfos alemanes. He celebrado el nuevo año, (1942), con las noticias de grandes victorias del Eje en Europa y Norte de África. No hemos hablado de otra cosa sino de Erwin Rommel, y esperando el arribo de su ejército victorioso a Egipto y Palestina”.

Antun Saada, el fundador de un Partido Fascista en Siria, se enorgullecía en llamarse “Fuhrer de la Nación Siria”. La plataforma de su partido aducía que los sirios eran “una raza distinta y naturalmente superior”. El Doctor Maruf al-Dawalibi, descrito por un oficial de las SS (Schuzstaffel, Escuadrón de Protección) como “nuestro hombre de confianza” fue Primer Ministro en Siria en (1950).

El futuro Rey Khaled de Arabia Saudita cenó con Adolf Hitler la noche de la capitulación de Checoslovaquia, oportunidad en la que brindó en honor del evento. A principios de la década del 40, el Príncipe de Egipto, Mansour Daoud, se unió a las SS (Schuzstaffel, Escuadrón de Protección). El General Aziz Alí al-Masri, del “Partido Nazi Egipcio”, formó y lideró una red de espionaje que operaba para la inteligencia alemana. Cuando el ejército alemán tomó posiciones próximas a Alejandría en (1942), slogans pro-nazis fueron pintados en las paredes, mientras que estudiantes egipcios cantaban en las calles “¡Adelante Erwin Rommel!”.

El mismo año, el escritor popular egipcio Abbas Mahmud al-Aqqad armaba coplas con los nombres de Adolf Hitler, Napoleón y Mahoma, aludiendo a ellos como genios militares.

Algunos árabes se habían unido tan fielmente a los nazis que terminaron escapando con ellos ante el avance aliado en África del Norte. Entre otros, Rashid Driss, líder de la “Jeunesse Musulmane”, una “Agrupación Juvenil Musulmana Pro-Nazi”; Hamadi Boujemaa, un comerciante fuertemente ligado a las autoridades de ocupación nazis que halló refugio en Suiza; y el Gobernador Provincial de Gabes así como el Magistrado Local.

Líderes y personalidades árabes-musulmanes han expresado públicamente su admiración por Adolf Hitler, aún luego de su muerte. Por ejemplo, en septiembre de (1953) circuló el rumor por el mundo árabe de que el líder nazi estaba vivo, escondido en Brasil. El Semanario del Cairo “Al-Musawwar” preguntó a varias figuras públicas egipcias qué le escribirían a Adolf Hitler, si las noticias resultaran verdaderas. Entre quienes respondieron figuraba Anwar Sadat, quién en una carta abierta publicada el (18 de septiembre de 1953), se dirigió en estos términos hacia el Führer (para entonces los horrores del infierno nazi eran bien conocidos): “Estimado Adolf Hitler: Lo bendigo con todo mi corazón. El mismo hecho de haberse convertido en inmortal en Alemania es suficiente motivo de orgullo. Y nosotros no nos sorprenderemos en verlo nuevamente en Alemania, o a un nuevo Adolf Hitler en su lugar”.

Al visitar Jerusalén en (1977), Anwar Sadat vistió una corbata cuyo motivo de diseño consistía en pequeñas cruces svásticas. Esta adulación por Adolf Hitler no menguó con el correr del tiempo. En la Revista Francesa “Les Temps Modernes” (“Los Tiempos Modernos”) escribió, en 1965, un comentarista marroquí al respecto: “Un mito hitleriano es cultivado a nivel popular. La masacre de los judíos por Adolf Hitler es alabada. Incluso se cree que Adolf Hitler no está muerto. Su arribo es esperado”.

Desgraciadamente, el Holocausto y la derrota del nazismo no significaron la derrota del antisemitismo y ni siquiera lo desacreditaron a los ojos del mundo. El sueño sionista de que el antisemitismo desaparecería cuando los judíos tuvieran su propia nación resultó falso. Los antisemitas saben cómo vincular “la cuestión judía” con otras causas como el capitalismo, la globalización y otros problemas de la modernidad.

Un ejemplo es la vinculación cada vez más estrecha entre el antisemitismo y el antiamericanismo. Esto no sólo se debe al apoyo americano a Israel durante la Guerra de los Seis Días y después. Desde mucho antes, Estados Unidos había sido acusado de estar bajo el control judío. Otro ejemplo del irracionalismo antisemita.