RODICA RADIAN GORDON/ EXCELSIOR*

Hace un año escribí en esta columna acerca de la Semana del Libro Hebreo, que se lleva a cabo en Israel desde hace medio siglo. Se trata de una feria nacional que se realiza durante el mes de junio en todas las ciudades y pueblos israelíes, concentrándose en espacios públicos. Dentro del marco de este evento, todas las casas editoriales ofrecen atractivos descuentos en la venta de libros y hay encuentros literarios, actividades con escritores, noches de lectura y premios a creadores.

En la historia moderna, el hebreo es el único caso de una lengua antigua que se modernizó, para convertirse en un idioma vivo, rico y vibrante; lengua materna de más de unas 4 millones de personas. Cada año se publican en Israel más de tres mil 500 títulos, que lo ubica como el primer lugar del mundo en títulos per cápita. Sin embargo, las editoriales israelíes enfrentan hoy en día retos de carácter económico, a raíz de la limitada cantidad de lectores en hebreo. Dichos retos se ven reflejados en la poca rentabilidad de publicar nuevos títulos originales de literatura hebrea o nuevas ediciones de “clásicos” de la misma literatura.

El dilema de las editoriales se manifiesta en su incapacidad de cubrir los gastos involucrados en la publicación de nuevos títulos originales sin alcanzar una cantidad mínima, que supere el potencial mercantil y garantice, al mismo tiempo, los honorarios y regalías suficientes que se deben canalizar a los autores. Como parte de su necesidad de satisfacer la “Ley del Mercado”, las editoriales lanzan campañas agresivas de promoción, al descontar significativamente el precio per libro, lo cual les posibilita el rendimiento económico, pero reduciendo a la vez las ganancias de los autores. Para los consumidores israelíes la situación se agravó aún más con la aparición de dos redes editoriales que dominan el mercado y consigo la oferta literal.

La edición actual de la Semana del Libro Hebreo resaltó, todavía, más dicha realidad, cuando los escritores israelíes más respetados, encabezados por Amos Oz, David Grossman, Meir Shalev y otros, se rehusaron a reducir los precios de sus títulos. A través de esta medida los escritores fomentaron un debate que culminó en la decisión recién tomada por el gobierno israelí de promover en el parlamento una ley denominada “Ley del Libro”. Dicha ley establecerá un periodo determinado, después de la publicación de un título original, durante el cual se mantendrá el precio inicial del libro para asegurar las ganancias del autor.

Hay que reconocer que Israel y el idioma hebreo comparten desafíos similares con otros países e idiomas, no solamente como lo son los casos del danés, finlandés o sueco, sino también con respecto a idiomas más hablados como el francés. La ley francesa, por ejemplo, defiende a las librerías medianas y pequeñas frente a las redes editoriales, asegurando así la pluralidad de la oferta cultural. Por su parte, el gobierno israelí se comprometió esta semana, a que la propuesta “Ley del Libro” sería la primera en una serie de medidas, para asegurar la calidad y diversidad de la literatura hebrea, sin perjudicar el rendimiento económico de los autores.

Parece que el verdadero reto gubernamental en un mundo globalizado es encontrar el equilibrio entre cultura y la “cultura del consumismo”.

*Embajadora de Israel en México