REBECA CIMET PARA ENLACE JUDÍO

Ayer 27 de Junio tenía un evento importante en Bellas Artes, fue toda una proeza llegar a tiempo, salí horas antes, me estacioné a cuadras de distancia ya que no había acceso, pasé por cientos de manifestantes, escuché parte del discurso de López Obrador y finalmente pude disfrutar de mi Ballet tan esperado por semanas….

Hoy decidí salir caminando hacia la Librería Gandhi, después de la odisea de ayer, viendo y oyendo el tráfico de la salida de mi casa, decidí mantenerme fuera del tráfico. En Ésta como en muchas ocasiones fui parte de la población peatonal, también bastante afectada por el caos citadino…

De entrada pasé por un pequeño restaurant de tacos que está en camino y vi a dos señores de mediana edad, supuse, almorzando. Platicaban, fumaban, apartados del mundanal ruido ya sea por hablar de negocios o de sus vidas.

Tomé el puente de Teca para salir y encontrarme con las interminables filas de coches por Palmas… ¿Qué ha acontecido en los últimos meses en esa ya conflictiva avenida. Después de vivir casi 18 años en esta zona, sé que nunca ha sido fácil, pero mi teoría e,s que al final de Palmas, ya cerca del Periférico se han instalado oficiales de tránsito que haciendo una gran labor, solo detienen el tráfico en cada luz roja el triple del tiempo estimado por lo que las colas llegan hasta el principio de Palmas… ni hablar por eso yo voy caminando, no me afecta el tráfico, trato de concentrarme en otras cosas. Me propongo cruzar la avenida, cerca de la Mansión es un buen alto que más o menos respeta a los peatones, atravieso la primera mitad, la fácil, ya en el camellón, me encuentro con una cantidad de basura sorpresiva, en medio de ella un bebé, no tendría ni dos años, pero ya caminaba.

Usaba la basura para aventársela a los cuervos que trataban de comer algo. Volteo y no veo a un solo adulto. El niño, a distancia empieza a caminar… estamos en medio de una avenida sumamente conflictiva. Busco, busco, a unos metros del bebé regresa de entre el tráfico su papá? Junto a él aparecen unas niñitas un poco más grandes, pareciera , o quise pensar, que las regañaba por haber dejado al chiquito solo. Se acercan. El conflicto acaba y todo queda en el orden mínimo de los ambulantes de nuestra ciudad.

Más en paz, toreo la segunda mitad del tráfico y voy encaminada a la librería.

Me emociona pensar en el libro que quiero comprar, es para mi nieto, justo tendrá la edad del chiquito que vi en el camellón. Le encanta tocar la guitarra y el sábado dará un mini concierto de su clase de música. Quisiera encontrarle un libro que lo introduzca a otros instrumentos, que lo inspire en esa dirección celebrando su interés.

Entro a la librería, me emocionan las librerías,¿qué encontraré esta vez? Los libros son cada uno un mundo mágico que nos permite volar….

Pregunto, me muestran amablemente, elijo. ¿Le gustará a Julián? Creo que lo va a entusiasmar y todos lo leeremos con el en turno… Ven bobe, siéntate, hace con su manita, en donde justo quiere que uno se siente. El cuento de la guitarra…

Me acerco a la caja.

Por favor para regalo.

Un señor en su celular no permite que la señorita siquiera me escuche. Habla tan fuerte y con tata autoridad. Nada a su alrededor le importa, que los demás no podamos funcionar porque ocupa todo el espacio, su voz, el mismo en traje, portafolio en mano. Tiene que tomar unos datos, casi espero que nos diga a nosotras que le tomemos el recado. Afortunadamente suelta su portafolio y en el mismo tono sigue la conversación pluma en mano.

Sólo hasta que cuelga podemos seguir con nuestra transacción de otro modo, no deja espacio.

Lo comento con la señorita, me dice que le sucede a menudo y acaba con dolor de cabeza. Parece trivial pero creo que la falta de respeto empieza en esos pequeños detalles ya que es ignorar tan rotundamente al “otro” que nos aniquila y desaparece.

Con todo salgo sonriente, compré mi libro para regalar. Le sonrío a los que van pasando, unos me devuelven la sonrisa aliviados de ver que alguien en el camino no está serio, hasta enojado con la provocación del caos circundante. Otros con la cabeza baja no alcanzan ni a mirarme.

Subidas bajadas, regreso al puente de salida. Los que lo conocen habrán notado que el espacio para los peatones es muy pequeño apenas una persona puede caminar. Escucho tras de mi alguien jalando un carrito. Imagino al joven con mercancía o carga y una caja con ruedas para poder transportar la pesada carga. Me hago a un lado respetando que es más importante para él que yo que no tengo carga, solo mi libro.

Cuando me rebaza, me encuentro con un joven bastante desaliñado que lleva una maleta de rueditas, chica, que viene jalando… no la carga por nada, está vacía. De nuevo me viene la imagen de ocupar el espacio sin importar el otro. ¿Será que vivir en ésta ciudad ya nos conduce a la enajenación irremediable?

Vuelvo a pasar por el restaurante. Los mismos señores, platicando, alejados en su mundo de lo que pasa, ahora acompañados.

Traté de compartir eventos bastante comunes en nuestro cotidiano. Sólo eso… compartiendo.